El Fondo Monetario Internacional pronosticó recesión para América latina, incluida Argentina, y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner volvió a criticar al organismo reavivando la polémica. Esta vez recurrió a la fábula de la rana y el escorpión para rechazar las estimaciones del FMI: “Son como el escorpión que después de ayudar a cruzar el río pica a la rana y le dijo: qué querés, eso está en mi naturaleza. Son pronósticos sin consistencia”. El gobierno brasileño también salió al cruce del FMI cuestionando sus pronósticos sobre su economía y la evaluación sobre la salud de las entidades financieras. El director ejecutivo del organismo, Dominique Strauss-Kahn, que busca recuperar legitimidad para convertirse en un jugador relevante para superar la crisis global, sólo está cosechando críticas por continuar con su tradicional política ortodoxa de observar las economías en desarrollo.

El titular del FMI consideró que el final de la crisis está lejos. Además, advirtió a los países sobre la sustentabilidad de los paquetes de gasto fiscal en una regresión ortodoxa. Después de sentenciar una recesión para este año, Strauss-Kahn consideró que la recuperación de América latina será rápida. “La buena noticia es que todavía creemos que la recuperación puede tener lugar en el primer semestre de 2010”, alentó. Peroseñaló que tendrá lugar si y sólo si repuntan las economías avanzadas. Para el Fondo la caída de las economías latinoamericanas se debe a la contracción en la demanda de sus productos exportables.

“No habrá recuperación si no se sanean los balances del sector financiero”, apuntó el francés y consideró que los billonarios rescates lanzados hasta ahora son insuficientes. Para el FMI la recuperación depende, principalmente, de Estados Unidos. El sábado próximo, el ministro de Economía, Carlos Fernández, mantendrá junto a representantes de otros países una reunión con el secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner.

Por su parte, el Banco Mundial presentó datos más alentadores para la región. Ayer su presidente, Robert Zoellick, estimó que en América latina “los países pueden crear entre 200.000 y 500.000 puestos de trabajo por cada 1000 millones de dólares que invierten en proyectos de infraestructura”.

En sintonía con las declaraciones de Cristina Fernández, la ministra brasileña Dilma Rousseff aseguró que “hoy el FMI ya no puede dar pálpitos sobre el país. No hay ninguna razón para tener un respeto religioso por lo que diga una institución multinacional”. La posible candidata presidencial de Lula en las elecciones del año próximo consideró que “la visión de ellos es diferente, porque no tienen información sobre las políticas que estamos desarrollando”. En España, en cambio, las autoridades económicas se mostraron obedientes. El Fondo corrigió su estimación para el país europeo y pronosticó una contracción del 3 por ciento del PIB. La flamante ministra de Economía, Elena Salgado, señaló que “probablemente haremos lo mismo” que el FMI.

En los documentos previos a la reunión del G-20 en Londres, mientras los países centrales anunciaban multimillonarios paquetes de estímulo fiscal, el FMI convalidó la expansión del gasto como herramienta para enfrentar la crisis. Si bien al momento de comprometer su dinero seguía aplicando las mismas recetas de los noventa, no fueron pocos los especialistas que remarcaron el “cambio de discurso” o “el giro radical en la orientación del organismo”. La flexibilidad del Fondo duró poco: “Creemos que para algunos países simplemente aumentar el gasto o bajar los impuestos sin hacer nada respecto del medio plazo se está convirtiendo en algo peligroso”, apuntó Olivier Blanchard, el economista jefe del FMI.

Las advertencias sobre la insostenibilidad de este tipo de medidas estaban presentes en los documentos de febrero. En esos estudios el FMI instaba a que los gobiernos “se comprometan con políticas creíbles de largo plazo que reviertan el déficit acumulado, mientras sus economías se recuperan”. Las economías no mejoran y lo que era un simple apunte ahora se volvió a convertir en mandato. “No es que hayamos cambiado de opinión, sino que los países han hecho lo que era relativamente seguro y ahora estamos llegando al punto en el que es importante garantizar que las medidas que se tomen no pongan en peligro el medio plazo”, se defendió Blanchard. Por su parte, Strauss-Kahn adjudicó la autoría intelectual de los paquetes fiscales al organismo. El “rol determinante para impulsar la demanda” que le otorgó el FMI a la política fiscal en el momento en que las herramientas monetarias no funcionaban había sido considerado como una forma de Estados Unidos de presionar a la Unión Europea para que amplíe sus planes de estímulo. Las declaraciones de algunos directivos del FMI parecen corroborarlo: “El mensaje era muy agresivo, el Fondo pedía un estímulo fiscal del dos por ciento a todo el mundo, entonces probablemente hacía falta la llamada de atención, para que los países fueran conscientes de la gravedad de la crisis”, reconocieron las autoridades del organismo.