Domingo, 24 de mayo de 2009 | Hoy
ECONOMíA › OPINION
El dólar, las presiones por un shock de devaluación, la política gradual del Gobierno y la puja de intereses detrás ciertas recetas cambiarias.
Por Alfredo Zaiat
El debate sobre el tipo de cambio real, y en especial durante meses previos a elecciones, permite ilustrar la centralidad que tiene la cotización del dólar en la vida económica, social y política. Por ese motivo, los análisis de laboratorio que gran parte de los economistas realizan acerca del actual valor de la divisa y de lo que consideran debiera ser su necesaria evolución carecen de la sensibilidad que otorgan experiencias pasadas. Muestran, además, una notoria debilidad para comprender la dimensión del impacto de un fuerte devaluación en términos de legitimidad política y de costos sociales implícitos por caída del poder adquisitivo. Algunos lo hacen por ingenuidad académica, convencidos de que los modelos macroeconómicos que se enseñan en la facultad pueden ser trasladados como guías indiscutibles a la vida cotidiana, sin reparar en que en esas lindas ecuaciones y gráficos de curvas no están representados las expectativas sociales, los antecedentes históricos de una sociedad ni las características del poder económico.
Otros especialistas, en cambio, lo hacen sabiendo cuál es el objetivo de un fuerte ajuste del tipo de cambio y trabajan para que se concrete, que no es otro que generar una transferencia de ingresos de los grupos más vulnerables (trabajadores y jubilados) hacia los núcleos concentrados de la economía y los sectores de la población con activos dolarizados. En tanto, no pocos de los profesionales dedicados a la economía participan con entusiasmo de esas presiones porque están inquietos por sus propios ingresos atados al dólar, por sus consultorías a empresas o por sus honorarios de investigación con financiamiento externo o por asesoramiento a gobiernos pagado con créditos de organismos internacionales.
El régimen de tipo de cambio real alto constituyó un pilar básico de la vigorosa recuperación de la economía. Permitió alcanzar tasas de crecimiento elevadas luego de una profunda depresión y derivó en un proceso sostenido de creación de empleo, que se tradujo en un rápido descenso de la des y subocupación. Ese esquema fue hijo de la fabulosa megadevaluación de salida de la convertibilidad que, junto a la pesificación asimétrica, provocó una formidable transferencia regresiva del ingreso. La prolongada recesión 1998-2002, el desempleo y los salarios bajos y depreciados por el ajuste cambiario lograron que la devaluación tuviera una leve traslación a precios en los primeros años de rehabilitación de la economía.
A medida que se estabilizó el tipo de cambio y los salarios empezaron a mejorar, los precios empezaron a subir, iniciando así una tradicional puja distributiva donde el sector empresario busca preservar los atractivos márgenes de ganancia que ofreció la megadevaluación. En esa instancia, cuando esa tensión se estaba haciendo cada más acentuada, se precipitó el conflicto con un sector del campo. Una de las reacciones del Gobierno fue, en una equivocada estrategia de “sanción” a ese poder económico emergente, deslizar a la baja el tipo de cambio nominal durante esos meses turbulentos. Ese desvío del sendero de mantener un tipo de cambio real alto provocó confusión en agentes económicos y en no pocos economistas heterodoxos. Desde ese momento empezó la persistente cruzada por un fuerte ajuste cambiario. En ese análisis de distribución de culpas, sin embargo, la mayoría de los expertos no considera la responsabilidad de socavar ese modelo por parte de los piquetes de productores que provocaron desabastecimiento y el inmediato shock inflacionario con el consiguiente deterioro del tipo de cambio real.
En ese contexto, la crisis internacional, acompañada con generalizadas devaluaciones, destacándose la del real, la moneda de uno de los principales socios comerciales (Brasil), terminó de preparar el terreno para la embestida del frente devaluacionista. Pero, a la vez, brindó la oportunidad al Gobierno de recuperar el sendero de restablecer el modelo de dólar alto mediante ajustes administrados del tipo de cambio. Eludiendo las convocatorias a shocks que tanto seduce a economistas del establishment, que luego ante los costos sociales de esa estrategia se desentienden de ella culpando a los políticos sobre sus efectos, el Banco Central empezó a devaluar en forma pausada. De ese modo, sin generar inestabilidad política y social, busca mantener y restablecer el tipo de cambio alto como un factor importante de impulso de la actividad interna. Como la economía tiene la particularidad de que es dinámica, característica que parecen ignorar muchos de los especialistas dedicados a esa materia, la moneda brasileña ha iniciado un veloz proceso de apreciación y las principales materias primas de exportación (agropecuarias e hidrocarburos) han empezado una recuperación sostenida. De ese modo, hoy pierden sustento los argumentos para impulsar una fuerte devaluación competitiva. Sin embargo, la presión no cesa porque, en realidad, lo que se pretende es generar una transferencia de ingresos de un golpe, sin la posibilidad de aplicar mecanismos compensadores que brinda la política de administración del tipo de cambio. Ahora, el tipo de cambio real, que no estaba atrasado, como sigue insistiendo la Unión Industrial Argentina, va ganando competitividad no sólo por los ajustes periódicos de centavos que aplica la autoridad monetaria, sino porque las monedas de los principales socios comerciales se están apreciando. Además por una mejora sustancial en los términos del intercambio.
Para analizar la competitividad de la economía argentina se requiere evaluar el comportamiento de variables claves que definen el tipo de cambio real de equilibrio. Estas son los términos del intercambio, el endeudamiento externo y el gasto público como porcentaje del PIB y la productividad relativa de la economía respecto a los principales socios comerciales. Ahora bien, si el análisis se limita al costo en dólares de una cena en Palermo Hollywood o el valor de un jean en el shopping Alto Palermo, el debate pierde densidad interpretativa y pasa a ser un juego de sensaciones que está bastante alejado de la rigurosidad que reclama el abordaje de cuestiones económicas que tienen sensibles efectos en los sectores vulnerables de la población.
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