Cristiano Ratazzi, presidente heredero de FIAT Argentina, integrante de sangre del clan Agnelli, no dejó a nadie afuera. “La Argentina viene de ochenta años de decadencia”, señaló. Ochenta años, dijo, en los que “cada nuevo gobierno dice que lo que hizo el anterior era todo equivocado; entonces ellos, por el bien del país (ironizó), pueden romper contratos, leyes, constituciones e instituciones (...). No hay respeto por las leyes, los contratos y la propiedad privada”. También aludió a tiempos más recientes: “Cuando se robó la plata de la gente que estaba en las AFJP, no fue solamente el Gobierno, la oposición también pensó en participar de ese botín y por eso votó a favor de la confiscación”, apuntó.

Gobierno actual, oposición, gobiernos de las últimas ocho décadas, el país y su historia contemporánea cayeron bajo los dichos lapidarios de Ratazzi. Los descalificadores comentarios fueron formulados tras el deslumbramiento que los representantes de la cúpula empresaria argentina actuaron este miércoles ante José Mujica, presidente electo de Uruguay. Una forma de exhibir lo que Uruguay no debe hacer, señalándole lo que sí debe hacer.

El desprecio de Ratazzi hacia la democracia y por los caminos que el mismo pueblo elige (no los que él recomienda) no es nuevo. No es un contendiente que por sus elucubraciones vaya a quitarle el sueño a las autoridades. Pero alguien debería advertirle a Mujica sobre estos cantos de sirena que hoy pretenden cooptarlo. “Es muy interesante ver la imagen de un país siguiendo el camino de Brasil, Perú y Chile; integrarse y abrirse al mundo es una buena política”, elogió el rico empresario al horizonte que supuestamente promete Mujica. Que tenga cuidado el Pepe. Que alguien le avise que no se abra tanto, que cuando Ratazzi y los suyos hablan del “mundo”, no se refieren a otra cosa que a ellos mismos y sus intereses.