Al participar ayer en Washington del Comité Monetario y Financiero en el marco de la asamblea del FMI, el ministro de Economía, Hernán Lorenzino, cuestionó las recetas de ajuste que los países desarrollados insisten en aplicar para salir de la crisis. “No hay evidencia empírica que garantice que la aplicación de políticas de consolidación fiscal genere crecimiento per se. Sin programas orientados a promover el crecimiento de la demanda agregada, la generación de empleo y de la actividad económica, el pago de las deudas que han contraído los países avanzados, que hoy son altas en relación al PBI, será difícil”, expresó ante sus pares.

Lorenzino recomendó la aplicación de políticas fiscales expansivas con eje en el empleo y la inclusión social. El ministro de Economía expuso la posición de la delegación argentina sobre el origen de la crisis internacional, al expresar que “las causas que dieron origen de la crisis financiera del 2008 fueron las inconsistencias entre las políticas de crecimiento económico adoptadas por los países avanzados, basadas en una muy fuerte y excesiva desregulación financiera, y el aumento de los flujos de capitales transfronterizos”. Y agregó que “esas políticas no fueron inocuas para los países de economías emergentes y en desarrollo, ya que tuvimos que adoptar medidas para protegernos de algunos de sus efectos”.

El representante argentino en el Comité planteó que, como causantes de la crisis y por el impacto que generan sus políticas a los demás países, las economías centrales deberían cargar con la responsabilidad del proceso de resolución y recuperación de la economía global. “En este contexto, condenamos la promoción de políticas de ajuste fiscal”, finalizó.

“Nosotros somos el mejor ejemplo de que la flexibilización laboral aplicada en los ’90, que destruyó puestos de trabajo, no dio impulso al crecimiento, sino que agravó la situación fiscal”, destacó el ministro, tras el encuentro, al comentar su contenido ante la prensa. “Una fracción importante y creciente del desempleo (en los países desarrollados) es a largo plazo y, si no se reduce, además de socavar la cohesión social significará una menor contribución a los fondos de pensiones, que pondrán en peligro su sostenibilidad”, señaló Lorenzino, quien este año ostenta la silla regional, representando también a Chile, Perú y Uruguay.

Para hacer frente a la crisis, la Argentina fomenta una “alianza regional para mantener los mercados internos”, en consonancia con sus pares de América latina, y, en este sentido, ponderó el uso de monedas locales para bajar la dependencia a la volatilidad del dólar.

Respecto del mayor aporte de recursos al Fondo (ver nota aparte), donde Japón y los Brics contribuyeron con gran parte de los 430.000 millones de dólares comprometidos y anunciados el viernes por los países del G-20, las potencias emergentes condicionaron a los mismos a una aceleración de la aplicación de la reforma de los organismos para darle un mayor poder de voto a los nuevos jugadores en la economía mundial. La Argentina, acompañada por otros países emergentes, apoya esta posición y pidió además que se revisen las condicionalidades de metas macroeconómicas, que hacen de difícil acceso a los préstamos.

Por último, Lorenzino alentó la idea de incluir en la agenda del Fondo el concepto de reformular los mecanismos de restructuración de deudas soberanas. “La crisis de la deuda Zona Euro nos enfrenta con el desafío de abordar eficazmente la necesidad de un mayor estudio de los mecanismos de reestructuración de la deuda soberana”, consideró. Se trata de un punto que viene defendiendo la Argentina y que fue incluido en la agenda del G-24, tras la reunión ministerial celebrada en la víspera de la Cumbre de Primavera del Fondo.