Desde París

Las bolsas pierden dinero, los bancos se hacen comer por otros más grandes o se salvan con dinero público –aportado por gobiernos liberales–, todo el mundo parece perder, pero no la extrema izquierda. La izquierda del Partido Socialista y la extrema izquierda agrupada en Francia en los movimientos trotskistas capitalizan la crisis.

La debacle de las bolsas, el espectáculo vergonzoso de sistemas financieros que ganaron millones y millones y ahora piden ayuda al Papá Estado conforta a la extrema izquierda en sus tesis tradicionales. El derrumbe del sistema es un regalo para Olivier Besancenot, el líder de la trotskista LCR, Liga Comunista Revolucionaria. Besancenot se apresta a refundar la ultraizquierda para agruparla bajo las banderas del NPA, Nuevo Partido Anticapitalista. Hasta el nombre es un azar benéfico. Ni siquiera le hace falta pregonar en la televisión. La realidad mundial la trajo servido en bandeja la pedagogía ideológica completa. “Todo lo que acaba de suceder nos conforta en nuestro proyecto. Nunca como hoy ha sido tan urgente”, dice Besancenot. No sin ironía, uno de sus adjuntos agrega que “Nicolas Sarkozy quiere refundar el capitalismo, el PS quiere reformarlo. Somos los únicos que proponemos derrocarlo”.

En las regiones que, en el seno del PS, se encuentran a la izquierda, los principios son similares, tanto más cuanto que el PS se encuentra a pocas semanas de un Congreso que debe transformarlo. Benoit Hamon, uno de los líderes del ala izquierda del PS, se ríe cuando comenta la veloz transformación que se operó en los mercados y que hizo que “los arcaicos reguladores se volvieran modernos”. Y no le falta razón. Hasta hace unas semanas, pretender regular los mercados y la economía era como leer en voz alta el Viejo Testamento, una cosa pasada de moda, vieja, para arcaicos socialistas o nostálgicos de la economía planificada. Pero los desreguladores cambiaron de religión y ahora proponen regular.