El miércoles pasado la comisión de defensa de la competencia de la Unión Europea impuso multas por un total de 274 millones de euros a las cerveceras Heineken, Grolsch y Bavaria, por pactar precios de manera cartelizada en el mercado holandés. La sanción es la quinta más elevada en la historia del organismo, que sólo en lo que transcurrió del año ya estableció multas por más de 2000 millones de euros.

La multa record tuvo lugar también este año. Fue por un total de 992 millones de euros a cuatro grandes fabricantes de ascensores y escaleras mecánicas que habían efectuado un acuerdo secreto para establecer precios y repartirse el mercado de Bélgica, Alemania, Holanda y Luxemburgo durante nueve años. La más castigada fue la alemana ThyssenKrupp con 480 millones, luego la estadounidense Otis con 225 millones, la suiza Schindler con 144 millones y la finlandesa Kone con 142 millones de euros.

En segundo lugar quedó el cartel del caucho sintético, que en noviembre del año pasado fue sancionado con un total de 519 millones de euros. El responsable de la comisión, Neelie Kroes, declaró al anunciar esa sanción que “los carteles son un golpe al corazón de una actividad económica saludable, porque socavan la competencia, elevan los precios al consumo y reducen la diversidad, la calidad y la innovación de las empresas europeas”. Este cartel lo integraban Bayer de Alemania, Dow de Estados Unidos, Eni de Italia, Shell de Holanda, Unipetrol de República Checa y Trade-Stomil de Polonia. En este caso a Bayer se le perdonó toda la multa que le correspondía (204 millones de euros) porque fue la que “recibió el beneficio de inmunidad por haber sido la primera en autodenunciar el cartel ante la Comisión”. Este mecanismo de premiar al arrepentido está vigente en la Unión Europea y también está presente en la legislación antitrust de Estados Unidos, y según los expertos está dando muy buenos resultados.