Domingo, 13 de julio de 2008 | Hoy
EL MUNDO › LANZO AYER EN PARIS LA UNION POR EL MEDITERRANEO
Es un foro de proyectos y acercamiento entre la Unión Europea, el norte africano y Medio Oriente que arrancó con hazañas como reunir a sirios y libaneses a negociar, y sentar a árabes e israelíes alrededor de la mesa.
Por Eduardo Febbro
Desde París
El marco es espectacular, los invitados son un conjunto de países dispares que tienen en común su vecindad con el mar Mediterráneo o su pertenencia a la Unión Europea. La iniciativa es del presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la idea central consiste en reunir en París a 43 jefes de Estado o de gobierno para fundar la UPM, la Unión por el Mediterráneo. Apuesta fuerte de la presidencia de la Unión Europea que Francia asume por un período de seis meses, la UPM es una obra personal y ambiciosa de Nicolas Sarkozy. Tiene, también, perfiles imprecisos debido a la disparidad de sus integrantes y, en casos como el de Israel y Siria, a raíz de los antagonismos regionales. Este foro de cooperación que nace hoy en la capital francesa coloca en un mismo espacio a 43 dirigentes: los 27 de los países de la Unión Europea, 10 del Este y el Sur de la cuenca del Mediterráneo, Argelia, Egipto, Israel, Jordania, Líbano, Marruecos, Mauritania, Siria, Túnez, Turquía, y el presidente de la Autoridad Palestina, a quienes se les agregan los presidentes de Albania, Croacia, Bosnia, Montenegro y el príncipe de Mónaco.
La Unión por el Mediterráneo empezó a plasmarse con la férrea oposición del presidente libio, Muammar Gadafi, quien boicotea la cumbre, al tiempo que Alemania y Turquía sembraron dudas sobre la coherencia y el funcionamiento de un grupo de países tan distintos. Para Gadafi, el proyecto es “espantoso” y “peligroso”, y obligará a los árabes a reconocer a Israel y ponerse bajo la bota de los europeos.
“La región del Mediterráneo determinará si el Norte choca con el Sur, si el terrorismo y el fundamentalismo logran imponer su violencia y su intolerancia al resto del mundo”, explicó Sarkozy. La UPM abarca a 765 millones de personas y se extenderá de las orillas danesas de Groenlandia a los desiertos de Jordania. La UPM se articula en torno de la cooperación sobre temas como la lucha contra la contaminación, el desarrollo de la energía solar y la seguridad civil. Sus proyectos más inmediatos son la descontaminación del Mediterráneo, las “autopistas marítimas”, la lucha contra las catástrofes naturales, el desarrollo de la energía solar, la educación, la creación de pequeñas y medianas empresas y la seguridad alimentaria.
Uno de los grandes momentos de esta cumbre es la presencia simultánea del presidente sirio, Bachar al Assad, y del premier israelí, Ehud Olmert. Tel Aviv y Damasco mantienen desde hace décadas serios antagonismos y recién hace unos meses las dos capitales entablaron un diálogo a través de Turquía. Ankara organizó un diálogo indirecto sobre el tema central que los divide desde finales de los años ’60: la exigencia de Damasco de que Jerusalén se retire de la meseta del Golán, que Israel ocupó en 1967 y anexó en 1981. Ambas capitales ya habían hablado de este tema en 2000 gracias a una mediación de Washington, pero no hubo acuerdo. Las negociaciones chocaron con la realidad de la meseta del Golán y la condición siria de que Israel la devuelva íntegramente, hasta las orillas del lago Tiberíades, la principal reserva de agua dulce de Israel.
La progresiva salida de escena de Estados Unidos en Medio Oriente permitió a Sarkozy tomar la iniciativa y ofrecer a Siria un escenario de primer plano. Ayer, luego de recibir en el Elíseo al presidente sirio, París y Damasco publicaron un comunicado conjunto que destaca que Assad expresó a Sarkozy su “fuerte determinación” de “establecer relaciones diplomáticas con el Líbano”. Otro tema sensible evocado por el mandatario sirio en París fue el del supuesto programa de armas nucleares iraníes. Assad dijo que Irán no tiene “ninguna intención de poseer tal arma”. Sarkozy ya ganó una apuesta inicial. Líbano y Siria jamás entablaron relaciones diplomáticas desde la proclamación de la independencia libanesa a finales de los ’60. Assad tiene previsto reunirse a última hora de la tarde con el nuevo presidente libanés, Michel Suleiman, en presencia de Sarkozy y del emir de Qatar, Hamad Bin Khalifa Al-Thani.
La presencia de Assad, ausente por años de este tipo de cumbre, le da un cariz único a la reunión en París, porque a la misma mesa se sienta el israelí Ehud Olmert. La agenda no prevé un encuentro directo entre ambos, pero si se dan apenas un apretón de manos ya sería un hecho histórico entre países que están legalmente en guerra desde 1948.
Nicolas Sarkozy logró montar un dispositivo compuesto por actores que tienen intereses geopolíticos opuestos. La canciller alemana Angela Merkel rechazó el proyecto inicial, que se limitaba a los países del contorno mediterráneo. Merkel temió una “explosión” de la construcción europea y exigió –y obtuvo– que la UPM integre a los 27 países de la UE. Sarkozy debió superar también la hostilidad de países árabes como Argelia, reticentes a meterse en una Unión que incluya a Israel.
La principales innovaciones de este foro están en las fuentes con que se financiarán los proyectos, muchas de origen privado, y de su estructura institucional. Sarkozy no quiere dejar la impresión de un nuevo mecanismo dominado por el Norte sino lanzar un proceso administrado en común. La UPM funcionará con dos copresidentes, uno del Norte y otro del Sur. No obstante, los intereses divergentes de los 43 integrantes de este foro son tales que su coherencia puede tornarse borrosa. La ausencia de progresos tangibles en el proceso de paz de Medio Oriente limita el alcance de la declaración final, de la cual, según trascendió, referencias como “fin de la ocupación” de los territorios por parte de Israel o “instauración de una zona sin armas de destrucción masiva” no figurarán en la declaración final.
No obstante, Nicolas Sarkozy consiguió que en la foto estuvieran prácticamente todos: Assad, Mahmud Abbas, el presidente argelino Abdelaziz Buteflika, Olmert y hasta el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, un hombre que desconfía de Francia porque Sarkozy no quiere el ingreso de Turquía en la Unión Europea. Sarkozy desplegó mucha energía para promover el retorno de Europa a una zona de influencia en Medio Oriente. El calendario le facilita las cosas. De aquí al año que viene, Estados Unidos vivirá una suerte de receso diplomático debido a las elecciones presidenciales de noviembre y la posterior instalación de los nuevos equipos en la Casa Blanca. Esa situación deja, no obstante, una pregunta en suspenso sobre los alcances de la capacidad europea para mover las piezas en Medio Oriente. ¿Quién se animará a dar un paso cuando el principal sostén de Israel, es decir, Washington, está distraído, por el momento, con otras preocupaciones?
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