Aun si Estados Unidos o Suecia eventualmente logran arrestar, acusar y encarcelar a Julian Assange, hay poco que puedan hacer sus enemigos para detener el denunciante mundo feliz por Internet que él creó. Como Al Qaida –una organización que los críticos de Estados Unidos han comparado con Wikileaks–, Assange ha generado una idea, una que será ahora copiada y desarrollada por voluntarios de todo el mundo. Aun si el padre fundador es silenciado, no hay manera de cerrarla una vez que se abrió la caja de Pandora.

Como entidad de la red, Wikileaks virtualmente es imposible de destruir. Tiene como trabajadores a talentosos voluntarios que saben tanto sobre los métodos usados para hacer caer un sitio web como aquellos que pueden estar planeando hacer exactamente eso. Los dos ataques “negando servicios” sobre Wikileaks esta semana nos han dado una indicación de cómo se preparan para ataques preventivos. En cuanto comenzaron los ataques, los administradores jugaron al juego del gato y el ratón virtual, moviendo a Wikileaks a un montón de servidores secretos con back-ups.

La mayoría de estos sitios está actualmente patrocinada por proveedores de servicios de Internet franceses o suecos (este último está ubicado en un bunker construido a un lado de la montaña, 30 metros hacia adentro). Los estadounidenses pueden hacer poco para atacar a servidores fuera de su propio país y Wikileaks tiene una gran cantidad de sitios espejo listos para ser usados si los sitios originales están comprometidos.

Assange también les pidió a sus seguidores que bajen dos grandes “archivos de seguros”, enormes archivos encriptados de información que pueden abrirse si él lo manda.

Pero, aun sin él, la organización seguiría. Más importante: ya están surgiendo los sitios copiados denunciantes en la red. Ya hay sitios en Africa y en Asia, y un ex fundador de Wikileaks está lanzando su propia plataforma más adelante este mes.

El dique de la información ya está filtrando por varios lugares. Taponando una sola filtración, aun si es la más grande, hará muy poco para detener el diluvio.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.