Viernes, 3 de diciembre de 2010 | Hoy
DEPORTES › RUSIA SERA LA SEDE DEL MUNDIAL 2018 Y QATAR ORGANIZARA EL CERTAMEN EN 2022
Joseph Blatter logró su objetivo y, tras la votación del comité ejecutivo en Zurich, llevará por primera vez una Copa del Mundo a Europa del Este y a un país musulmán. El dinero del petróleo y gas de ambos países, clave para entender la elección.
Por Sebastián Fest
Aquellos que conocen bien a Joseph Blatter, el presidente de la FIFA, no pueden estar sorprendidos con el doble salto mortal al que se lanzó ayer el fútbol: se trata, al fin y al cabo, de incorporar dos enormes mercados y culturas al negocio de la máxima entidad deportiva. Mundial de Rusia 2018, Mundial de Qatar 2022. Lo que hasta hace muy poco parecía impensable, hoy es una realidad. El suizo aprovechó a la perfección la oportunidad que se dio a sí mismo de definir en un mismo día el futuro del fútbol hasta 2022.
“Agradezco al comité ejecutivo de la FIFA, ya que en 2018 y 2022 llegaremos a nuevos territorios. El Mundial nunca estuvo en Europa del Este ni en el Cercano Oriente. Por eso soy un presidente feliz”, señaló ayer en su discurso. Cómo no serlo. Desde que en 1998 llegó a la presidencia de la FIFA, Blatter se empeñó en marcar hitos. No le gustó nada el “obsequio” que le dejó Havelange, un Corea/Japón 2002 que fue el primer Mundial de sede compartida en la historia.
Pero aquella historia salió bien, y Blatter pudo jactarse de haber organizado el primer Mundial de la historia en Asia. Tras un desvío en los planes iniciales gracias al voto de un neocelandés rebelde que llevó el Mundial de 2006 a la “tradicional” Alemania, Blatter retomó el impulso: Sudáfrica 2010 marcó el primer Mundial en Africa, mientras que Brasil 2014 era un pedido a gritos, ya que se combinaba un país tradicional con un mercado en fuerte expansión.
Y hoy llegó el salto al país más grande del planeta y al más pequeño en la historia de los mundiales: a dos estados en los que el dinero no es problema, con ingentes reservas de gas y petróleo. “Rusia representa nuevos horizontes para la FIFA, millones de nuevos corazones y mentes”, graficó Vitaly Mutko, ministro de Deportes ruso y miembro del comité ejecutivo de la FIFA. La clave de la frase está en la palabra “millones”, millones que ya no ofrecen potencias tradicionales del fútbol como Inglaterra, España, Portugal y Holanda, o países por los que el negocio del Mundial ya pasó, como Estados Unidos, Corea del Sur y Japón.
“¿Qué hicimos mal?”, se preguntó devastado el futbolista del Manchester United Rio Ferdinand, una de las caras visibles de Inglaterra. No hicieron nada especialmente mal. Quizás estar pasados de moda. Los Juegos Olímpicos de Londres 2012 fueron los últimos escenarios tradicionales antes del riesgoso salto a Río de Janeiro 2016, que retoma el camino marcado por Beijing 2008. Desde entonces se impuso la tendencia de candidatas que, antes que decir que están en condiciones de organizar unos Juegos Olímpicos o el Mundial, enfatizan en que se los “merecen”.
Porque la apuesta de hoy es otra, relacionada con el cambio de la geopolítica y la economía mundial, con el ascenso de nuevas potencias. Los mundiales de 2014 y 2018 se jugarán en dos países del BRIC (Brasil, Rusia, India y China). Por eso es que sirvió de poco el informe de la comisión evaluadora dirigida por el chileno Harold Mayne-Nicholls, en el que Rusia y Qatar figuraron últimas en cuanto a méritos técnicos. “No es nuestro informe el que influye en la determinación”, admitió a la agencia DPA Mayne Nicholls. Influyen otras cosas. El diario brasileño Zero Hora lo sintetizó con precisión: “Rusia y Qatar: ganó el dinero”.
Y Blatter, al que se le escapa una sonrisa y nunca una negativa a la pregunta de si quiere el Premio Nobel de la Paz, es, definitivamente, un hombre al que mucha gente le debe muchas cosas. Y todos son poderosos, todos pisan bien fuerte en el nuevo orden en el que el poder de Estados Unidos y la “vieja Europa” declinan.
Con su permanencia al frente de la FIFA asegurada hasta 2015, Blatter tendrá entonces 79 años y muy probablemente cederá el paso y el trono del fútbol a un sucesor. A él le dejará que se encargue de la última frontera, el gigante que sabe organizar Juegos Olímpicos y mundiales femeninos, pero al que le falta todavía sustento para la mayor de las citas futboleras: China, un mercado que pronto también será conquistado.
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