Domingo, 22 de abril de 2012 | Hoy
EL MUNDO › A HORAS DEL VOTO, HOLLANDE AVENTAJABA A SARKOZY EN LA CARRERA HACIA LA PRESIDENCIA
El favoritismo del candidato socialista, la permanencia de la extrema derecha, la aparición de un bloque de izquierda, el alto índice de indecisos y el abstencionismo masivo marcarán el ritmo de las elecciones de hoy.
Por Eduardo Febbro
Desde París
El camino a las urnas para la primera vuelta de las elecciones presidenciales de hoy quedó despejado con la veda de sondeos y propaganda política. Cinco datos clave preceden el voto que concierne a unos 45 millones de electores de la segunda potencia económica de la Unión Europea: la abrumadora convergencia de los sondeos que vaticinan la victoria del socialista François Hollande ante el presidente candidato Nicolas Sarkozy; la permanencia de la extrema derecha en el primer plano electoral; la aparición de un bloque a la izquierda del Partido Socialista, el Front de Gauche, dirigido por Jean-Luc Mélenchon; el elevado porcentaje de indecisos, una cuarta parte del electorado; y el vacío masivo de los abstencionistas. Estos representarían hoy 30 por ciento de los votantes, o sea, el doble que en 2007. Según los analistas, quien saca provecho con la abstención es la ultraderecha, en este caso su candidata, Marine Le Pen.
Observado desde la perspectiva de la historia, los porcentajes que oscilan entre el 13 y 15 por ciento que las encuestadoras le otorgan al Front de Gauche remiten a la victoria del difunto presidente François Mitterrand. Hoy es la primera vez en treinta años que un partido a la izquierda del PS se sitúa por encima del 10 por ciento. Hace tres décadas, el entonces poderoso Partido Comunista francés había obtenido poco más de 10 por ciento y esa cifra resultó luego decisiva para la victoria de Mitterrand en mayo de 1981. La campaña que concluyó el viernes a medianoche tuvo un rasgo singular: los diez candidatos debatieron en un país a puertas cerradas. En un mundo hiperconectado e hiperdependiente de los intercambios y las relaciones internacionales, los temas de la agenda mundial no fueron evocados. La crisis, el contexto europeo, las arremetidas personales absorbieron los debates donde, a su vez, los problemas de fondo como el desempleo, la seguridad, la Justicia o la educación fueron evocados con un murmullo ocasional.
Al cabo de diez años de gobiernos conservadores sin interrupción y de tres elecciones presidenciales perdidas sucesivamente, la izquierda francesa ve entreabrirse la cima del poder. A pesar de tímidas variaciones, François Hollande ha contado con una poco común constancia en las intenciones de voto: lleva ocho meses como favorito, tanto de la primera como de la segunda vuelta. Algunos comentaristas señalaron que, tal y como se presenta, la elección se parece más a una “decapitación”, es decir, echar al presidente en ejercicio, que en una elección entre dos opciones políticas. Si las urnas cristalizan la ciencia cambiante de la sondología, el Partido Socialista se encontrará en una posición de doble sentido: puede dominar la segunda vuelta al tiempo que asumirá una responsabilidad que excede las fronteras de Francia. Los analistas apuntan que, en estas elecciones, se juega también el destino de 500 millones de europeos. El socialista François Hollande arrancó desde el principio con un claro planteo de confrontación con los criterios impuestos por Alemania y que, poco a poco, van mostrando su aspecto más destructor. La llegada de un socialista a la cabeza de la quinta potencia mundial abriría un pasillo en el compacto sistema de gobierno de la Unión Europea, donde 23 de los 27 países que la componen están gobernados por Ejecutivos de derecha.
Normal, constante, coherente, distanciado hasta aparecer a veces frío y sin sabor, lento como una tortuga, François Hollande asumió hasta el final la estrategia con la cual salió a la arena. Esa postura contrastó con la exagerada teatralidad de Nicolas Sarkozy, su apuesta por el cambio de discurso constante, de liebre que corre cada día por los medios con un mensaje y una propuesta nueva. Hollande se presentó como un candidato “normal”, al borde de la falta de ambición o de proyecto frente a un presidente-candidato que, cuando asumió su mandato con un discurso y un estilo de ruptura, prometió reformar Francia y refundar el sistema financiero, pero que nunca logró cambiarse a sí mismo. De los diez candidatos presentes, sólo dos surgieron con propuestas y estilos nuevos: François Hollande y Jean-Luc Mélenchon. Al igual que la extrema derecha de Marine Le Pen y el centro de François Bayrou, Sarkozy buscó reiterar la fórmula victoriosa de 2007: no funcionó. El investigador Christian Salmon, especialista del storytelling, esa metodología de la comunicación importada de Estados Unidos cuyo hallazgo consiste en poner en escena y de manera constante una historia diferente, hace un análisis seco de esa metodología: “Lo que Nicolas Sarkozy no entendió es que quien intenta poner cada vez una nueva historia –de pronto protector y después agresivo, que va a la derecha y luego a la izquierda– ve su palabra desacreditada”. De la extrema derecha a la socialdemocracia, el mensaje de Sarkozy mareó a una sociedad ya duramente golpeada por la crisis y en la cual la palabra y la acción política quedaron empañadas por la impotencia de los dirigentes a gobernarla. Mandan los mercados y los capitales, no los gobiernos.
El hipermoderno Nicolas Sarkozy termina su mandato en una camisa de fuerza conservadora. El hombre de la velocidad, de las chispas, de la incandescencia, de la manipulación a ultranza de los medios eligió encarnar un liberalismo decadente y destructor de las sociedades y del planeta. La izquierda francesa y la parsimonia de su candidato le arrebataron hasta ahora la vedette a la instantaneidad. Las reservas de la segunda vuelta están en los resultados de la primera. Nicolas Sarkozy apuesta por llegar primero –la diferencia entre ambos es de un o un punto y medio a favor de uno o de otro según las encuestadoras– para, con ese efecto, removilizar a su electorado y reducir la avenida de ocho puntos que lo separan de Hollande de cara a la segunda vuelta. Las únicas reservas reales con que cuenta son los votos de la extrema derecha. El lugar de esta plataforma xenófoba que ha hecho del ultraje a los extranjeros su base política definirá parte de la relación de fuerzas y de la otra campaña que empieza desde hoy hasta el 6 de mayo. Compite por el tercer puesto con el Frente de Gauche, de Jean-Luc Mélenchon. En el seno de este movimiento que arropa, desde la extrema izquierda, a ecologistas natos hasta el PC francés, el antisarkozysmo es una consigna moral. Con pasos acompasados y un argumento pulcro, Hollande parece haberse convencido de que es capaz no sólo de ofrecer una alternativa verosímil a la fauna a liberal sino, y sobre todo, asumir una presidencia “conciliada”, tranquila, no veloz, no aparatosa, volcada al ciudadano y no a la propia imagen de quien gobierna.
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