Viernes, 6 de septiembre de 2013 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Roberto Follari *
Sí, el ataque estadounidense será contra Siria toda. No contra su gobierno solamente; afortunadamente por ahora no hay invasión con tropas, pero los ataques con misiles –todo el mundo sabe– no siempre terminan donde se esperaba. Habrá muertos civiles, muertos inocentes, niños muertos, muertos de la oposición. Habrá muertos por todas partes, en primera instancia casi todos sirios, por cierto; los únicos no locales afectados por el ataque podrían ser algunos mercenarios de los reclutados por la resistencia.
El gobierno de Al Assad es autoritario, pero los rebeldes se han mostrado tanto o más criminales aún. Han dejado miles y miles de cadáveres en su ofensiva inicial y luego en su retirada parcial. Usan cohetes, tanques, obuses, toda clase de material bélico de alta escala, obviamente provisto por las potencias occidentales. No estamos ante un tirano que ataca a una inerme población, sino ante dos bandos militares enfrentados dentro del país.
Pero lo que viene es aún peor. Buques, submarinos y portaaviones estadounidenses están listos para iniciar una acción militar unilateral e ilegal contra Siria (ningún derecho internacional los autoriza a intervenir y no han logrado acuerdo en el Consejo de Seguridad de la ONU). La cuestión de las armas químicas es, por supuesto, muy discutible, y se parece demasiado a las tristemente célebres y jamás encontradas “armas de destrucción masiva” que ¿justificaron? la entrada militar en Irak. Es raro que Al Assad usara armas químicas cuando estaba en una situación militar favorable. No es imposible que las armas criminales las hayan puesto los mismos rebeldes para justificar la entrada de Estados Unidos, o que Estados Unidos las haya plantado para legalizar su intervención. A esta altura cuesta creerles su versión de estos hechos a los irresponsables que iniciarán una acción devastadora cuyas consecuencias nadie puede prever ni definir.
Por supuesto que desde Israel se podría atacar también a Siria por miedo a que desde allí se les descargaran armas químicas. Y ni siquiera es imprescindible que se llegue a tanto para que el poderoso ejército iraní (en su época armado por los mismos Estados Unidos) decidiera entrar en defensa del gobierno sirio. En cualquiera de estas opciones, la situación es regionalmente desastrosa, y peligrosa además para la paz mundial.
Estados Unidos, el país del espionaje universal e ilegal, el que apoya un golpe de Estado abierto en Egipto ajeno a la más elemental norma democrática, es el que ahora amenaza al mundo con una burda maniobra donde su papel de “luchador contra las armas químicas” resulta poco creíble, e incluso un tanto grotesco. Se va a iniciar una intervención que la potencia militar del mundo quiere y viene anunciando desde hace ya más de un año, y que no ha podido concretar sólo por el obstinado rechazo diplomático ruso y chino. ¿Cuál fue la salida? Apelar al consabido pretexto de la “existencia de armas letales”, en este caso químicas. Como si Estados Unidos no hubiera usado armas atómicas en Japón o desfoliantes en Vietnam, como si “jugar limpio” fuera lo típico de su modo de comportarse en la geopolítica planetaria.
Digamos “no” a este atropello a la paz mundial, aun si se inicia su consecución. Los líderes del capitalismo mundial debieran saber que no estamos dispuestos a que se amenace de esta manera la seguridad en el nivel global que nos incluye a todos. Las consecuencias de esta aventura son imprevisibles, y pueden terminar en conflagraciones mayores que involucren a diversos y múltiples actores de la política mundial.
* Doctor en Filosofía, profesor de la Universidad Nacional de Cuyo.
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