Viernes, 4 de abril de 2014 | Hoy
EL MUNDO › HABLA EL MARISCAL DE CAMPO DE LA REGION SIRIA DE DARAYA, YUSSEF SWAIDAN
El general de 45 años apostado en Daraya, lugar de constante combate, afirma que, si bien el presidente Assad es alauita, un 60 por ciento de sus hombres son sunnitas. Y señala que no habrá un alto el fuego con los rebeldes.
Por Robert Fisk *
Los anteojos de sol del general de tres estrellas Yussef Swaidan reflejaban el calor del mediodía. La multitud obedientemente gritó en su apoyo. Había incluso un civil con barba, que le abrió la parte de atrás de una camioneta y distribuyó banderas sirias entre los alumnos que pasaban. Luego se sintió una tremenda ráfaga de fuego de artillería en la región de Daraya. Hubo otros que se limitaron a escuchar; el guardaespaldas conscripto gigante del general, Tamer –casco de acero camuflado, con una Kalash-nikov en sus brazos–, estaba viendo a lo largo de la calle y los callejones de los alrededores y mirando hacia los tejados. En la vida diaria, es un pastor de la ciudad de Deir ez-Zour, pero ahora estaba mirando otro tipo de rebaño.
El general fue muy franco al respecto. “¿Quién sabe si los terroristas no dejaron gente aquí cuando se fueron?”, reflexionó más tarde. “Podría haber espías. Si seguíamos por este camino, podríamos haber sido tomados como rehenes. La vida depende de una simple llamada de aquí. ¿Quién sabe lo que hay en los corazones de la gente?”
Palabras sombrías, pero el general de 45 años tiene un trabajo duro. Como mariscal de campo de Daraya –un lugar de constante lucha y donde hubo al menos una masacre hace 18 meses– está, al igual que otros generales sirios de alrededor de Damasco, tratando de convencer a sus soldados de que vuelvan a los suburbios en manos de los rebeldes, reuniéndose con los “comités de reconciliación” de médicos, dueños de tiendas, jeques religiosos que viven bajo el dominio de Jabhat al Nusra y otros grupos islamistas. “A los combatientes sirios que entreguen sus armas se les darán antecedentes limpios”, me dijo. “Los extranjeros que están aquí se tienen que ir o su tumba estará en Siria.”
Es difícil convencerlos, pero claramente funcionó en Lawan hace más de un año. Los rebeldes se han ido y las tiendas están abiertas y este pedacito de Damasco era tranquilo. A los soldados se les ofreció falafel –comida con garbanzos fritos– de un proveedor local. Pero entonces, él haría eso, ¿no es así? ¿Quién sabe a quién le dio su falafel un par de años atrás, cuando los rebeldes estaban aquí? El general observaba todo esto con interés. Esto es, después de todo, su territorio.
Un hombre calvo con bigote gris, el general Swaidan, de la cuarta brigada del ejército sirio, viene de Latakia (creo que él es alauita, pero él se niega a reconocer cualquier secta) y afirma que no hace el alto el fuego con los “terroristas”.
Sospecho que esto es cierto en un sentido y, sin embargo, es claro que el ejército está tratando de usar palabras así como balas para recuperar los suburbios perdidos alrededor de Damasco. Mientras hablaba de paz, sentado en una silla en el extraño ambiente de un vivero en desuso, una ametralladora 155 mm disparó una ronda de artillería que pasó silbando sobre nuestras cabezas en un rango de 14 kilómetros para proteger, dijo el general, un puesto de control militar bajo ataque al sur de Damasco.
El es un hombre político y militar que acusa a Qatar, Arabia Saudita, Israel y Estados Unidos de luchar para debilitar a Siria. “Todos cometieron un error al pensar que podrían romper la unidad del pueblo sirio.”
Así que cómo es que las nuevas armas que los rebeldes están utilizando –nuevos equipos de radio, nuevos rifles de francotirador y nuevos misiles– están cruzando la frontera desde Turquía, Jordania y el Líbano. “Ninguna nación del mundo puede controlar sus fronteras cuando todos los países conspiran contra ella. Ni siquiera Estados Unidos puede controlar su frontera con México. Entonces, ¿cómo podría hacerlo Siria en estas circunstancias?”
Sentado al lado del general estaba otro oficial, también con anteojos oscuros, que asentía de vez en cuando y en ocasiones hizo algunos comentarios propios. El coronel Samir escuchó atentamente todo lo que dijimos y le sugerí, tal vez deliberadamente, que mientras que el general era el mariscal campo, él debe ser de inteligencia militar –algo que negó, pero con suficiente risa como para sugerir que podría estar en lo cierto–.
Se habló mucho de cómo el liderazgo militar y político de Damasco sabía que Israel estaba esperando este momento para atacar a Siria y cómo estaban dispuestos a defender el país contra este tipo de ataque. El general afirmó –y dijo lo mismo a las personas fuera del puesto de fruta – que el ejército sirio podría hacerse cargo de todo el territorio rebelde en siete días, pero se abstuvo de hacerlo, ya que no quería matar a sus propios civiles. “Los terroristas están usando a la gente como escudos humanos”, dijo. ¿Dónde, me pregunto, he oído eso antes? Es exactamente lo que Israel dice cuando bombardea a civiles por todo el Líbano.
“No habrá un alto el fuego con los terroristas. No puedo confiar en ellos. Utilizan una tregua para conseguir más suministros de armas.” Estas, dice, son armas hechas en Israel, Ucrania y Bélgica –esto último es cierto, ya que vi pistolas belgas capturadas en Alepo– y se muestran regularmente en la televisión estatal. “Ningún ejército del mundo puede derrotar una conspiración salvo que las personas estén con los soldados”, añade el general. “Cuando entramos en algunos pueblos que han estado en manos de los terroristas, a menudo encontramos fotografías de Bashar al Assad escondidas detrás de los armarios. Recibimos mucha de nuestra información de los civiles que viven en las áreas de terrorismo.” Y eso, por supuesto, es exactamente lo que el ejército británico decía en Irlanda del Norte cuando también estaba registrando los hogares de la gente.
En cuanto a los soldados del general Swaidan, llegan para saludar a su comandante y se los invita a hablar conmigo: un grupo de reclutas que dan sus nombres completos y sus trabajos civiles –uno era sastre, otro carpintero– y alegremente dicen que son musulmanes sunnitas. Assad, por supuesto, es un alauita, pero el general es cuidadoso con los porcentajes, diciendo que del 60 al 65 por ciento de la 4ª Brigada son sunnitas. “No hay sectarismo en este ejército, no en nuestra brigada, y si uno visita los puestos de control alrededor de la ciudad se encuentra que la mayoría de los soldados son sunnitas.”
Las fuerzas rebeldes en Siria, por supuesto, son casi todas musulmanes sunnitas, y ése fue el punto del general: los sunnitas sirios también luchan en el ejército. Y cuando yo paré en los puestos de control del general y un poco cruelmente exigí saber su religión, casi todos ellos eran sunnitas, algunos reclutas, muchos soldados regulares.
El general Swaidan se lanza a contar una historia del profeta Mahoma.“El estaba sentado junto al camino un día con sus amigos y pasó un cortejo fúnebre. El profeta se levantó y les dijo a sus amigos que presentaran sus respetos. Uno de ellos se volvió hacia el profeta, la paz sea con él, y dijo: ‘¿Pero no sabe usted que esto es un funeral de un hombre judío?’. Y el profeta dijo: ‘¿No te das cuenta de que el cadáver es el de un ser humano? ‘Esta es la esencia del Islam”. Ante lo que no tenía absolutamente ninguna respuesta.
* De The Independent, de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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