Martes, 5 de agosto de 2014 | Hoy
EL MUNDO › FRANCISCO DEJó SIN EFECTO UNA SUSPENSIóN “A DIVINIS” CONTRA EL SACERDOTE D’ESCOTO
Miguel D’Escoto, un exponente de la Teología de la Liberación y ex canciller nicaragüense, le pidió al Papa que lo dejara celebrar al menos una misa antes de morir. El Pontífice encargó su proceso de reintegración.
Por Elena Llorente
Aunque pueda parecer muy escandaloso, sobre todo a sectores conservadores de la Iglesia, no es la primera vez que un pontífice anula una suspensión “a divinis”, es decir la sanción que se aplica a un sacerdote u obispo por razones disciplinarias o porque ha ocupado un cargo político. El sacerdote suspendido “a divinis” no puede celebrar misa ni administrar sacramentos. Por eso algunos han minimizado el hecho de que el papa Francisco concediera ayer la anulación de la suspensión “a divinis” del sacerdote y ex canciller del gobierno sandinista de Nicaragua, Miguel D’Escoto. Otros han remarcado en cambio el hecho, porque podría significar una apertura mayor todavía hacia la Teología de la Liberación, una posición teológica muy criticada durante el papado de Juan Pablo II y ahora revalorada por el papa Francisco.
A una carta enviada al Papa por el propio D’Escoto, hoy de 81 años, donde le pedía que lo dejara celebrar al menos una misa antes de morir, Francisco respondió no sólo eliminando la sanción sino encargando al superior de la congregación Maryknoll, a la que pertenece el sacerdote, que siguiera su proceso de reintegración.
D’Escoto fue ordenado sacerdote en Nueva York en 1961 y poco después se convirtió en un exponente de la Teología de la Liberación. El ex canciller nicaragüense, que empezó a colaborar con el Frente Sandinista de Liberación Nacional en 1975, luego del triunfo de la Revolución Sandinista fue invitado a formar parte del gobierno de Reconstrucción Nacional y fue nombrado ministro de Exteriores en 1979. D’Escoto fue suspendido “a divinis” en 1984, un año después de que el papa Juan Pablo II visitara por primera vez Nicaragua y que con una actitud conminatoria y levantando el índice, ante las emisoras de todo el mundo, increpara al sacerdote Ernesto Cardenal, uno de los poetas más famosos de Latinoamérica, por el cargo que ocupaba como ministro de Cultura en el gobierno de Daniel Ortega.
D’Escoto estaba en misión diplomática en el exterior cuando llegó el papa a Nicaragua. Cardenal y otros sacerdotes del gobierno sandinista sufrieron la misma suspensión que D’Escoto por parte de la Iglesia algunos meses después. Y aquel viaje de Juan Pablo II a Nicaragua dejó un recuerdo indeleble en Latinoamérica, como una confirmación más de la condena del papa polaco a todos los sacerdotes progresistas o cercanos a la Teología de la Liberación.
“De las primeras cosas del papa (Juan Pablo II) que recuerdo cuando pisó suelo nicaragüense fue la humillación pública que me hizo en el aeropuerto enfrente de todas las cámaras de televisión. Aunque no me cogió de sorpresa porque estaba preparado para ello. El nuncio ya me había advertido que eso podía pasar”, contó Ernesto Cardenal en un relato firmado por él mismo y publicado por la Facultad de Filosofía y Letras de Costa Rica. “Después de todos los saludos de protocolo, incluyendo los de guardia de honor y la bandera, el papa le preguntó a Daniel (Ortega) que lo llevaba del brazo si podía saludar también a los ministros, y naturalmente le dijo que sí; y se dirigió a nosotros. Flanqueado por Daniel y el cardenal Casaroli (secretario de Estado vaticano), fue dando la mano a los ministros y cuando se acercó a mí hice lo que en ese caso había previsto hacer, alertado ya por el Nuncio: y fue quitarme reverentemente la boina, y doblar la rodilla para besarle el anillo. No permitió él que se lo besara y blandiendo el dedo como si fuera un bastón me dijo en tono de reproche: ‘Usted debe regularizar su situación’. Como no contesté nada, volvió a repetir la brusca admonición. Mientras enfocaban todas las cámaras del mundo”, contó Cardenal.
La noticia sobre la decisión del Papa fue difundida ayer por el Instituto Maryknoll y luego confirmada por la oficina de prensa vaticana y la Radio Vaticana. El padre D’Escoto, indicó la Radio Vaticana, siempre ha aceptado la pena canónica que le habían impuesto durante los años ‘80, incluso sin dejar de ser miembro de la sociedad misionera. Desde hace algunos años, el sacerdote abandonó el compromiso político que lo llevó por último a presidir la 63ª sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas en 2008.
El decreto que anuló la suspensión fue firmado técnicamente por el cardenal Fernando Filoni, que, en calidad de prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (Propaganda Fide), tiene jurisdicción sobre la misión en Nicaragua. Pero es el Papa quien da la autorización.
Otro caso de sacerdote suspendido “a divinis” fue el hoy escritor y ex parlamentario italiano Gianni Baget Bozzo, elegido por el Partido Socialista italiano como parlamentario europeo y suspendido por Juan Pablo II en 1985. Pero Baget Bozzo fue rehabilitado en 1994, cuando terminó su segundo mandato parlamentario. El ex presidente de Paraguay, el obispo Fernando Lugo, fue suspendido en 2007 aunque él había pedido la reducción al estado laical, que obtuvo tiempo después.
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