Desde Charleston, Carolina del Sur

Después de sufrir una dura derrota a manos de Bernie Sanders en New Hampshire, Hillary Clinton está convirtiendo a los votantes en Carolina del Sur en su salvación en su intento por ganar la candidatura presidencial demócrata. La campaña de Clinton busca asegurar que en Carolina del Sur, donde se llevarán a cabo las primarias demócratas dentro de dos semanas, la precandidata logre la misma clase de victoria contundente que Sanders consiguió en New Hampshire. Esta estrategia descansa sobre un único supuesto, que es el de la incondicional lealtad de la comunidad negra hacia el apellido Clinton. Las apuestas son significativas. Si nuevamente Clinton no logra una victoria arrasadora en el caucus de Nevada el próximo fin de semana, afirmarse a sí misma en Carolina del Sur el 27 de febrero se convertirá en una misión vital, a todo o nada.

El jueves, el congresista e icono de los derechos civiles, John Lewis, llamó a sus colegas afrodescendientes en el Congreso a apoyar a la ex secretaria de Estado. La Comisión de Acción Política (PAC, por sus siglas en inglés), alineada con ella, gastó una buena suma de dinero en publicidades de radio y televisión en ese estado del sur del país. Uno de los anuncios televisivos cuenta con la presencia de un pastor negro de Charleston, el reverendo Anthony Thompson, en el que exhorta a los espectadores a votar a favor de Clinton debido a su postura contra las armas de fuego; su esposa fue asesinada en la masacre de la Iglesia de Charleston el pasado junio.

Pero el presidente de los demócratas en el condado de Charleston, Brady Quirk-Garvan, dice que Clinton puede estar equivocándose a la hora de cálculos en Carolina del Sur. “Existe una delgada línea entre convencer y motivar a la gente de que sos el candidato indicado, y ser condescendiente y decirle a la gente por qué debería votarte”, observó. Además, señaló que si bien la candidata demócrata puede recurrir a la trayectoria de su marido, el ex presidente Bill Clinton, para apelar a la lealtad de los votantes, los jóvenes afrodescendientes no recuerdan demasiado sobre su período al frente de la presidencia. “Cada generación quiere algo en para sí misma, y tener una generación anterior diciéndote qué hacer nunca es una buena estrategia”, dijo Quirk-Garvan.

Kia Williams, de 33 años, es docente en una escuela primaria. “Estoy confundida”, dijo. La docente señaló que la subvención que recibió para entrar en la educación superior proviene de un programa presentado por Clinton. Además, su madre es fuertemente “pro Hillary”. Sin embargo, quedó fuertemente impresionada con la presencia de Sanders por la zona hace unas pocas semanas. “Siento que él tiene algunas muy buenas ideas”, comentó. Su amiga, Antoine Caldwell, de 34, que trabaja en perfeccionamiento docente, también se siente en un aprieto a la hora de respaldar a Clinton. “La vieja guardia nos señala con el dedo que (Sanders) no es un verdadero demócrata”, se quejó. “Pero a la gente no le gusta que le digan qué hacer.”

Quirk-Garvan también se refirió a la enorme afluencia de nuevos residentes en la región del noreste de los Estados Unidos. Muchos de ellos son blancos y probablemente se encuentren familiarizados con Sanders. Mientras que los votantes afrodescendientes normalmente representan hasta el 50 por ciento de los electores en las primarias, es poco probable que superen ese número, como lo hicieron en 2008 para apoyar al presidente estadounidense, Barack Obama. “Si aparece la mitad de este número, lo que sería muy bajo, podría complicarle bastante las cosas a Clinton”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.