EL MUNDO
Un bombazo con cuatro muertos en la cara del Nº 2 de Colin Powell
Media hora antes de un encuentro entre Richard Armitage, subsecretario de Estado norteamericano y número 2 de Colin Powell, y el canciller saudita Saud al Faisal, un auto cargado de explosivos atacó los cuarteles de la policía en Riad. Se sospecha de Al Qaida.
Por Rupert Cornwell *
Desde Washington
Al menos cuatro personas murieron ayer y 148 resultaron heridas (según el último informe oficial) cuando un atacante suicida condujo un auto cargado con explosivos contra una barrera, fuera de los cuarteles de la policía nacional en Riad, aumentando los temores de Estados Unidos sobre una ofensiva terrorista contra la monarquía saudita. El ataque, que destruyó el frente del edificio y lanzó al aire nubes de tierra y humo negro, ocurrió días después de que Washington alertara sobre la probabilidad de nuevos atentados terroristas contra Estados Unidos y blancos de Occidente en el país y se les pidiera a los diplomáticos no esenciales que se retiraran.
El ataque suicida, alrededor de las 2 pm local, ocurrió media hora antes de un encuentro previsto entre Richard Armitage, el vicesecretario de Estado, y el canciller saudita Saud al Faisal. El principal edificio del Ministerio de Exterior, en donde estaba prevista la reunión, está cerca de los cuarteles de la policía en la región de Nasiriya, en el centro de la capital saudita. Horas después, la información era confusa sobre las circunstancias del atentado. Una declaración del Ministerio de Interior informó sobre un solo coche-bomba, a 30 metros de la principal entrada del edificio de la policía. Pero otros funcionarios habían dicho más temprano que dos coches-bomba estaban estacionados incluso más cerca del lugar de la explosión. Se informó que se hallaron otros autos con explosivos.
Las imágenes transmitidas por la televisión mostraban el edificio con sus vidrios rotos y llamas que se esparcían por las habitaciones de atrás. Los frentes de los edificios y las casas de los alrededores también resultaron dañados y la detonación fue oída y percibida a más de tres kilómetros. No hubo una inmediata reivindicación del ataque, pero un mensaje del mes pasado aparecido en Internet y atribuido al líder de Al Qaida, Osama bin Laden, había amenazado directamente a los miembros de la policía y servicios de inteligencia saudita. Advirtió que golpear esos blancos “en sus casas o lugares de trabajo” era “muy fácil”.
Desde los últimos atentados suicidas ocurridos en Riad en mayo y noviembre de 2003, las fuerzas de seguridad han estado persi-guiendo a militantes islamistas, bajo orden de la familia real saudita. La semana pasada, el príncipe Abdullah, el controlador efectivo del país, dijo al gabinete saudita que se enfrentaría al terrorismo, y cada ciudadano era ahora un miembro de las fuerzas de seguridad. Inmediatamente después del ataque de ayer, el príncipe hizo una visita a los heridos en el hospital –uno de ellos, un joven que estaba inconsciente con respirador, junto a otro hombre que parecía muy alerta y no mostraba heridas evidentes; mientras un tercero vestía ropa camuflada–. “Tu deber es nuestro orgullo. Dios nos ayudará a defender a esa gente”, dijo Abdullah a uno de los heridos.
En Washington, el presidente Bush dijo que el incidente era un recordatorio de que los insurgentes “buscan derrocar al gobierno saudita”. El último ataque sucede a días de que las autoridades sauditas anunciaran que habían encontrado en Riad tres vehículos cargados con explosivos que habrían sido aparentemente abandonados luego de un fuego cruzado con las fuerza del orden. En ese tiroteo, el 12 de abril, resultaron muertos un policía y un militante sospechoso. Al día siguiente, otra vez en la capital saudita, militantes mataron a cuatro policías cuando abrieron fuego contra un puesto de control.
Los dos ataques mortales del año pasado, como los de este mes, han sido atribuidos a la red Al Qaida o a grupos vinculados con ella. De ser así, entonces el anunciado retiro de las fuerzas de Estados Unidos del reino tras la guerra de Irak –que teóricamente debió haber satisfecho una de las demandas claves de Osama– ha fallado notoriamente en hacerlo.
Armitage estaba en Riad como parte de una gira que el presidente anunció a principios de mes, para debatir sobre Irak con los aliados de Washingtonen la región, incluyendo a Arabia Saudita. No había indicadores de que el vicesecretario de Estado fuera el objetivo del ataque. Pero ocurre justo cuando la relación EE.UU.-Arabia Saudita está de nuevo bajo la mira. Un libro nuevo sobre la guerra de Irak, del periodista del Washington Post en el escándalo Watergate, Bob Woodward, sugiere que antes de la invasión de marzo de 2003 el embajador saudita para Estados Unidos había sido informado con detalle de los planes de batalla de Washington, incluso ante el jefe de Armitage, el secretario de Estado Colin Powell. También apunta a un acuerdo secreto de EE.UU. con Arabia Saudita para bajar los precios del crudo justo antes de las presidenciales de noviembre.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.