ESPECTáCULOS

Una misma realidad, enfocada de dos maneras radicalmente opuestas

Los dos films argentinos de la competencia se manejan con registros antagónicos: Parapalos, de Ana Poliak, apuesta al minimalismo, mientras que Whisky Romeo Zulu, de Enrique Piñeyro, es un derroche visual.

 Por Horacio Bernades

Lo mínimo, lo reducido, aquello que rehúye toda intensidad y opera por sustracción, y la apuesta de máxima, la superproducción suntuosa y técnicamente apabullante, al servicio de una denuncia que promete levantar polvareda. Las dos películas argentinas que presenta este año la competencia oficial del Bafici no podrían ser más opuestas, casi como si provinieran de galaxias infinitamente distantes. Mientras que Parapalos se reduce casi a lo que el título enuncia –unos momentos en la vida de un chico que recoge bolos en un bowling–, Whisky Romeo Zulu denuncia la cadena de desidia, imprevisiones y negligencias que, cinco años atrás, dieron por resultado el espantoso accidente de la línea aérea Lapa en Aeroparque. Y no lo hace precisamente desde el formato de crónica que mejor parecería sentarle, sino con derroche económico, técnico y visual, de esos que raramente suelen verse fuera de los confines de Hollywood.
Opus tres de Ana Poliak luego de ¡Que vivan los crotos! y La fe del volcán, hecha con contados medios y elenco amateur, si hubiera que buscarle alguna filiación a Parapalos, más que a las películas anteriores de la propia Poliak parece indicado remitirse a La libertad. Como en el film de Lisandro Alonso, la realizadora se para en el borde mismo entre el documental y la ficción para contar –o, más bien, mostrar– la iniciación de Adrián, un chico del interior, en un oficio aún más oculto e ignorado que el de hachero pampeano. El lugar de trabajo de Adrián está detrás de la línea del bowling, en esa suerte de estrecho, apretado fuera de campo que los jugadores –el resto del mundo– jamás ven.
Hay una suerte de aceptación casi zen en este chico sureño, que escucha más de lo que habla y sonríe incluso cuando debe pasarse el día constriñéndose sobre una tarima, para no recibir los bolazos de los jugadores. Aceptación, modestia y recato que la cámara de Poliak parecería querer replicar, filmando sólo aquello que se presenta ante su ojo, sin demandar, preguntar o cuestionar nada. Sin tampoco forzar el relato, las peripecias o el drama. Términos todos que, por el contrario, Whisky Romeo Zulu hace suyos, con la misma convicción con que el film de Poliak los repele. Desde la secuencia inicial –un sorprendente plano sin cortes y en movimiento, en el que la cámara, desde los ojos de un observador, echa rápidas miradas a derecha e izquierda– la realización técnica, el diseño de producción, el lenguaje visual de Whisky Romeo Zulu convocan al asombro. Filmada con un gran presupuesto y en un formato tan poco explorado por el cine argentino como es la pantalla panorámica, para su debut en la realización Enrique Piñeyro (ex coproductor y actor de Garage Olimpo) buscó la colaboración de los notables Ramiro Civita y Jacopo Quadri, director de fotografía y montajista de aquella película.
Con las espaldas bien cubiertas en los rubros técnicos y un vasto elenco que incluye a Mercedes Morán, Piñeyro encaró, a lo largo de tres años, una producción de muy alto perfil, que incluye exteriores en Río de Janeiro, Cataratas del Iguazú y los lagos del sur, además de un despliegue técnico totalmente infrecuente en el cine argentino. Todo ello, al servicio de una deuda personal y colectiva. En efecto, Piñeyro había sido comandante de a bordo de Lapa, hasta meses antes de la caída de un avión a la salida de Aeroparque, que dejó un saldo de 67 muertos y 33 heridos. Antes de renunciar a la empresa, Piñeyro denunció públicamente las graves negligencias que condujeron a esa desgracia. Crónica desde adentro en la que Piñeyro se representa a sí mismo, Whisky Romeo Zulu es como una continuación de esa denuncia por otros medios, en momentos en que altos responsables de la empresa y de la Fuerza Aérea tienen un juicio abierto por el accidente.
A la vez que lo mueve esa necesidad entre personal y cívica, en términos de formato, de relato y de estética, Piñeyro parecería tener como modelo único dos subgéneros específicamente hollywoodenses: el thriller de denuncia y el thriller paranoico. Con distintos grados de eficacia narrativa, su película incluye una muy forzada historia de amor y alguno que otro paisaje de tarjeta postal, además de amenazas, aprietes mafiosos, atentados y disparos. A esta contradicción de fondo entre voluntad de denuncia y formato de gran espectáculo, Whisky Romeo Zulu le suma problemas de guión, perdiendo tiempo en subtramas que no vienen al caso en lugar de concentrarse más a fondo en el conflicto central.

Parapalos se verá hoy a las 20.30 y mañana a las 15.15 en el Hoyts 10, y el sábado a las 15.45 en el América. Whisky Romeo Zulu, hoy a las 17.30 en el Hoyts 10 y el viernes a las 18.30 en el cine América.

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Parapalos, de Poliak, rehúye toda intensidad y opera por sustracción, como antes lo hizo La libertad.
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