EL MUNDO › EL DEBUT POSTELECTORAL DE LE PEN EN BRUSELAS TERMINO EN MASIVO REPUDIO
S.O.S., hay un nazi en el Europarlamento
Gracias a Jean Marie Le Pen, las manifestaciones de izquierda han vuelto a Francia y el sábado se prepara una especie de “ensayo general” para el 1º de mayo. Por lo pronto, el líder ultraderechista fue abucheado ayer al presentarse en el Parlamento Europeo.
Por Eduardo Febbro
“Tengo la impresión de que uno de los aspectos menos agradables de la civilización europea está apareciendo en la puerta”, dijo Chris Patten, el comisario europeo de Relaciones Exteriores, cuando el líder de la extrema derecha francesa Jean Marie Le Pen llegó ayer a las puertas del Parlamento Europeo. El inesperado candidato presidencial de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del próximo 5 de mayo viajó a Bruselas a fin de participar en un debate sobre Medio Oriente en que atacó a Estados Unidos y a Israel. La recepción que se le preparó estuvo a la altura de sus antecedentes: manifestaciones en la calle y repudio dentro del recinto, tras lo cual Le Pen no pudo ofrecer la prevista conferencia de prensa, que fue anulada por “razones de seguridad”. Los breves dos minutos que duró la intervención de Le Pen en el Parlamento Europeo estuvieron marcados por las protestas, silbidos y carteles de muchos eurodiputados. Algunos gritaban “no”, otros se pusieron de pie mostrando carteles que decían “NO”, el mismo que Le Pen encontró pegado en su banco del Parlamento.
En los pasillos y en la calle, Le Pen fue recibido con la misma hostilidad: la Liga antinazi lo acogió con empujones y afiches que decían “Paren el nazismo”. El ultraderechista francés escapó por muy poco al tortazo en plena cara propinado por un especialista de esas acciones comando. La torta cayó sin embargo en la cara de Jean-Claude Martinez, uno de los eurodiputados pertenecientes el Frente Nacional. Con el correr de los días, la sociedad francesa se despierta azorada ante el resultado de las elecciones del domingo pasado. Al margen de las tratativas políticas con vistas a la segunda vuelta y a las elecciones legislativas del mes de junio, la sociedad civil continuó movilizándose de manera espontánea pero visible. Por cuarto día consecutivo, los estudiantes franceses, en especial los de la secundaria, salieron a las calles en la mayoría de las grandes ciudades del país. 100.000 el lunes, 90.000 el martes y otros tantos el miércoles, las movilizaciones responden a una “suerte de vergüenza inmediata. Pensar que nosotros, que aún no hemos ingresado en la vida profesional ni tenemos derecho a voto porque somos menores, tengamos un país que propone una elección como esta, es simplemente asqueroso”, dijo a Página/12 Daniel, un bachiller del distrito 14 de París. El impugnado candidato de la extrema derecha respondió diciendo que “esos pobres estudiantes de secundaria estarían mejor en las aulas, estudiando francés y aritmética, en lugar de manifestar contra Le Pen”. Los artistas, las asociaciones de derechos humanos, los grupos antirracistas, los sindicatos y los representantes religiosos no cesan de lanzar llamados a la movilización contra Le Pen. Para el conjunto de los representantes de la sociedad civil, el líder del Frente Nacional equivale a un “peligro para la democracia”. Unos 60 grupos oriundos de todos los horizontes asociativos convocaron a una gigantesca manifestación para este sábado. La cita es una suerte de “pista de entrenamiento” con vistas a las marchas que se organizarán el 1º de mayo, jornada simbólica para los trabajadores del mundo y, en especial, para la extrema derecha que hizo del 1º de mayo una de sus mejores plataformas callejeras, en lucha contra los sindicatos y en torno a la figura histórica de Juana de Arco.
El resultado de esta movilización acarrea repercusiones políticas considerables porque, en su conjunto, los representantes de la sociedad civil llaman a votar por el presidente saliente Jacques Chirac. Este último, llevado por la ola antilepenista, no cesó de presentarse como el escudo protector de una sociedad que descubre de pronto los alcances de sus propios miedos. Ayer Chirac advirtió sobre los riesgos que hizo correr el nazismo cada vez que “llegó al poder mediante las urnas”. Chirac admitió que estaba “preocupado” por el porvenir de Francia ante el ascenso de la extrema derecha y dijo que había “entendido el mensaje” de las urnas. En un contexto en que uno de los dos candidatos aparece como el bueno y el otro como el malo, Le Pen se esfuerza por “limpiar” la imagen que lleva a cuestas. Día tras día, sin modificar un ápice de su programa electoral –refuerzo de la seguridad, represión de la inmigración, salida de la Unión Europea–, Le Pen evoca sus deslices del pasado como “accidentes” que se remontan a 10 o 15 años. Algo difícil de tragar cuando se recuerda una de sus más célebres salidas: que el Holocausto “es un detalle de la historia”.
El campo de la izquierda seguía ayer despidiendo el humo de un terreno quemado por la derrota. Los socialistas reconocieron dos errores fundamentales: el primero, no haber hecho comprender cuán importante era el combate de la primera vuelta; el segundo atañe al esquema global de la arquitectura de gobierno. La pluralidad rosa-verde rojo fue fatal frente a las urnas. La fragmentación de la plataforma gubernamental se tradujo en una dispersión idéntica. El electorado eligió “todo” lo que se le proponía. Eso todo equivalió a los 200.000 votos de diferencia entre Le Pen y Lionel Jospin. Un puñado pequeño que dejó afuera a un hombre político de estatura internacional, digno, austero, honesto y, pese al socialismo liviano que encarnó, con sensibilidad social.