EL MUNDO › TESTIMONIOS DE SOBREVIVIENTES
DE LA PEOR MASACRE DE LA HUMANIDAD

Voces desde el infierno de Auschwitz

Hoy se cumplen 60 años de la liberación del infame campo de exterminio nazi en Auschwitz por tropas del Ejército Rojo. Mientras sigue la marea negacionista sobre la masacre y el antisemitismo está en aumento en toda Europa, tres ex prisioneros eligieron contar sus historias para que el mundo no olvide.

Por John Lichfield *

- Henry Bulawko, 86 años, periodista y escritor.
Henry Bulawko fue arrestado por ser un trabajador de la resistencia en París, lo identificaron como un judío y fue embarcado a Auschwitz en el verano de 1943. Por ser un hombre joven, se lo seleccionó para trabajar y no para morir y sobrevivió en el campo por más de 18 meses. Cuando el Ejército Rojo se aproximaba en enero de 1945, fue forzado a unirse a la “marcha de la muerte” dentro de Alemania, pero escapó y vivió a la intemperie en los bosques de Polonia hasta que lo encontraron tropas soviéticas. Su hermana Freda, su cuñado y su sobrina bebé murieron en los campos. El resto de su familia sobrevivió en Francia.
“Puedo decir con toda honestidad que, incluso cuando estábamos en el tren rumbo a Auschwitz, no sabíamos qué nos esperaba. No sabíamos que estábamos siendo enviados a morir. Algunos de los más jóvenes trataron de huir, pero las mujeres del vagón vinieron a rogarnos y nos dijeron: ‘No, por favor no lo hagan. Si ustedes lo hacen, nosotras vamos a sufrir y nuestros chicos van a sufrir. Miren, no va a ser tan malo. Van a hacernos trabajar pero no va a ser tan malo’.
“Incluso cuando llegamos a Auschwitz, cuando los hombres mayores y las mujeres y niños estaban siendo separados y ubicados en camiones, la gente decía: ‘Ven, los alemanes no son tan malos. Son gente civilizada. No quieren que los viejos y los chicos caminen’. No sabíamos que los estaban mandando derecho a las cámaras de gas y a sus muertes. Fue sólo después, cuando yo fui puesto en una banda de trabajo, que preguntamos qué les había pasado a los chicos y a los viejos. Los kapos (prisioneros promovidos a la posición de supervisores) dijeron: ‘Miren allí’. Y señalaron el humo negro saliendo de los crematorios. Y dijeron: ‘Ahí están. Ahí están sus amigos y familias’.
“Ha habido masacres terribles en la historia. Ha habido asesinatos de masas de mujeres y niños, antes de Auschwitz y después de Auschwitz. Lo que fue diferente con la Shoá –lo que convierte a la Shoá en el agujero más negro en la historia de la humanidad– fue que esto fue un asesinato de masas querido y planeado por un estado civilizado, que usó todo el aparato y la tecnología y los recursos de la civilización para cometer un asesinato de masas.
“Jamás antes o después gente ha sido llevada miles de kilómetros desde otros países sólo para ser asesinada, para ser asesinada en el acto al final de su traslado, solamente por ser lo que eran.
“Nosotros fuimos buscados, acosados, etiquetados, transportados, numerados y asesinados, como animales, como ratas, solamente porque éramos judíos.”

- Raphael Esrail, 80 años, ingeniero retirado.
Raphael Esrail fue arrestado en Lyons y enviado a Auschwitz en febrero de 1944. Al llegar, fue uno de 215 jóvenes de ambos sexos en ser elegidos para entrar al campo. Los otros 985 pasajeros en su tren, incluyendo 184 niños (y a siete niños y una madre de una sola familia) fueron asesinados inmediatamente. De los 215 que entraron al campo, sólo 26 quedaban vivos 11 meses más tarde, cuando el Ejército Rojo liberó Auschwitz.
“Se hacía todo lo posible para deshumanizarnos. Nos hacían sentir como gusanos. Usábamos un uniforme liviano con temperaturas bajo cero. No nos daban abrigo, no nos daban remedios, la comida era poca, no había jabón, no teníamos noticias del mundo exterior. Permanentemente te humillaban, te brutalizaban, te sacaban del comportamiento normal de la humanidad. En esas circunstancias, o te abandonabas –y una vez que te abandonabas te mataban en cuestión de horas– o algo hacía que aguantaras. No pensabas en lo que te estaban haciendo. No te preocupabas de lo que les estaba pasando a los otros. No te parabas a preguntarte ¿por qué? Lo único que te importaba era sobrevivir. La filosofía venía después.
“Los momentos más terribles eran las selecciones. Constantemente estaban creando espacio para los arribos más nuevos, más fuertes. En cualquier momento, las SS podían entrar a tu agujero y ordenarte que salieras desnudo. Entonces te hacían caminar y señalaban con el dedo a los que estaban siendo llevados. Vos sabías que si mostrabas cualquier signo de debilidad física, o si mirabas a alguno de ellos en los ojos, estabas ido. Podías ser llevado afuera y muerto. No sé por cuántas selecciones pasé, 15 o 20.
“Sobreviví porque tuve suerte, mucha suerte. Una de las herramientas más importantes para sobrevivir era hablar un poco de alemán, porque entonces entendías lo que se quería y uno se podía adelantar. Yo no sabía una palabra de alemán. Sobreviví porque tenía un poco de entrenamiento en ingeniería y me necesitaban en una de sus fábricas. Eso significaba que yo estaba fuera de los grupos de trabajos más duros y, muy importante, estaba bajo techo en tiempo de invierno.” (Después de la guerra, Esrail regresó a Francia y se convirtió en un importante ingeniero para las empresas de electricidad y gas francesas. En 1953 se hizo borrar su número tatuado de Auschwitz de su antebrazo.)
“Sabía que recordaría lo que me habían hecho hasta el final de mi vida, no necesitaba ese número para recordármelo. Durante muchos años, no hablé sobre Auschwitz. Fue sólo cuando los negadores del Holocausto vinieron y dijeron que todo era inventado que decidí que debía hablar. Sé lo que vi en Auschwitz. Sé lo que sucedió en Auschwitz.”

- Jozef Paczynski, 85 años, ingeniero.
Jozef Paczynski era un ex soldado polaco de 19 años cuando fue arrestado en mayo de 1940, tratando de cruzar la frontera a Eslovaquia para unirse al ejército polaco libre en Francia. Fue uno de los primeros internados en Auschwitz, fue tatuado con el número de campo 121, y permaneció allí hasta el final, en enero de 1945. Más de 75.000 polacos no judíos fueron asesinados en Auschwitz. Debe su supervivencia al hecho que fue entrenado como uno de los barberos del campo. Entre sus “clientes” estaba Rudolf Höss, el comandante de campo de la SS, un hombre que después fue colgado por presidir sobre la muerte de por lo menos 1.100.000 personas.
“La primera vez que me llevaron a la villa de Höss temblaba de miedo. Sabía que si resbalaba con las tijeras o con la navaja, o si él no aprobaba del corte de pelo, me matarían o me mandarían a otro grupo de trabajo, que sería lo mismo que ser muerto. Había visto a otros barberos cortándole el pelo. Sabían cómo le gustaba. Copié lo mismo. Fue muy correcto conmigo pero no dijo ni una palabra, ni entonces ni en ninguna otra de las ocasiones cuando le corté el pelo. Nunca me dirigió la palabra. Puedo decir, sin embargo, que Höss era un padre y marido amante y en su conducta en su hogar, un hombre perfectamente normal.
“La gente a veces me dice, ‘mirá, tuviste a este hombre, este hombre que mató a un millón de personas, frente tuyo y tenías una navaja en la mano. ¿Alguna vez consideraste cortarle el cuello?’ Honestamente debo decir que no lo consideré. Sabía que si yo lo mataba, no solamente me matarían sino que miles de otros en el campo serían asesinados en represalia y toda mi familia. ¿Y para qué? Hubiera habido otro Höss, docenas de otros tomando su lugar. Tuve suerte. Fui privilegiado pero sabía exactamente lo que sucedía en Auschwitz. Hubo un día en 1942 cuando escuché una conmoción afuera de nuestra tienda de barbero. Subí al ático y levanté algunas de las tejas, y pude ver a cientos de prisioneros a los que, de manera muy educada, los hacían entrar al búnker debajo mío. Se les dijo que se desvistieran, que iban a ir a las duchas. Vi a los guardias de las SS ir al techo y derramar lo que parecía una especie de polvo. Luego, durante 15 minutos, 20 minutos, aunque el búnker tenía paredes anchas de concreto, podía oír los gritos de los prisioneros desde adentro. Volví a colocar las tejas y no dije nada. Sabía que si me pescaban, compartiría su destino.”
(A pocos metros de la casa donde estaba el negocio del barbero de Auschwitz, está el edificio donde ocurrieron los primeros asesinatosmasivos experimentales con gas Zyklon B a prisioneros polacos y rusos en 1942.)

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: C.D.

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