Domingo, 5 de febrero de 2006 | Hoy
Richard Gott, el periodista que entrevistó al Che Guevara en Cuba y en 1967 fue el primero en reconocer su cadáver, es ahora, en dos libros, biógrafo de Hugo Chávez, y habló con Página/12 sobre el fenómeno.
Entre el jueves y ayer Hugo Chávez celebró dos efemérides de distinto signo, al menos en apariencia. El 2 de febrero conmemoró siete años como presidente constitucional y el sábado, el 14 aniversario de la que él denomina “rebelión” y otros definen como golpe de Estado fallido contra el ex presidente Carlos Andrés Pérez. El 9 de octubre de 1967 en Bolivia Richard Gott, que había entrevistado a Ernesto Guevara en Cuba, fue el primer corresponsal extranjero que reconoció el cadáver del guerrillero asesinado unas horas antes. El mítico ex corresponsal del diario The Guardian sigue el proceso bolivariano desde sus orígenes. Y como la vida del líder bolivariano no cabe en una biografía, Gott ya ha escrito dos: A la sombra del Libertador, de 2000, y Hugo Chávez, la revolución bolivariana (según una adaptación del título en inglés), lanzada el año pasado.
–Alguna vez Chávez dijo que temía un magnicidio. ¿Es posible?
–Los cerebros que en EE.UU. pudieran estar analizando esa hipótesis la descartarían porque no les traería los objetivos que ellos buscan. Pienso que si Chávez es asesinado una masa indignada saldría a la calle y haría de Venezuela un país ingobernable, eso no le conviene tampoco a la derecha. Ellos no quieren que pase como en Colombia en 1948 cuando fue asesinado el líder (Jorge Eliecer) Gaitan y se comenzó una guerra civil que lleva medio siglo. Tal vez sea posible no un magnicidio y sí un proceso como el que ocurrió en Colombia cuando el M19 (guerrilla) dejó las armas, se presentó en elecciones y decenas de sus candidatos y sindicalistas fueron asesinados.
–¿La desaparición de Chávez acabaría con el experimento bolivariano?
–Yo creo que si eso hubiera ocurrido hace algunos años el proceso hubiera desaparecido, pero hoy me parece difícil, hay mayor identificación del pueblo con el proceso y también hay algunos hombres que pueden tomar la conducción, aunque no tengan el mismo liderazgo de Chávez. Mi impresión es que con el correr de los años se habrá formado una generación de nuevos chavistas, que son los adolescentes y jóvenes que se están formando a través de la “Misión Robinson” y otras campañas de educación y politización de masas, que están actuando hasta en el último rincón de los barrios populares.
–¿Y la relación Chávez-Castro?
–Empezó muy temprano, en diciembre de 1994, después de ser liberado por su participación en el golpe de 1992 y cuando a Chávez se lo veía con recelo en la izquierda latinoamericana. Chávez había viajado a La Habana para conferenciar sobre Bolívar y al llegar al aeropuerto lo sorprende Fidel, que estaba increíblemente bien informado de lo que ocurría en Venezuela. Pero la alianza entre ambos se estrechó después del golpe de 2002. En estos últimos años la presencia de profesionales cubanos ha crecido notablemente, Chávez les ha abierto las puertas, ellos cuentan con plena libertad de acción.
–¿Es pertinente comparar a Chávez con Castro?
–Fidel es heredero de un sistema comunista soviético muy duro, en Cuba no hay sociedad de consumo ni libre empresa. En Venezuela las cosas son muy diferentes, Chávez no plantea la ida a una economía estatizada, aunque sí quiere establecer industrias de base con peso estatal. Chávez no tiene problemas en convivir con el capitalismo, pero quiere dar impulso a la burguesía nacional que aquí no la hay como en Brasil, por ejemplo.
–Chávez parece dispuesto a permanecer en el poder tantos años como Fidel.
–No veo mal que Chávez se mantenga en el poder durante una o dos décadas, en eso es como Fidel.
–¿Eso no puede acabar en un personalismo extremo?
–No lo veo así, además esa dinámica no sólo depende del chavismo, también depende de una oposición que está atomizada y parece más dispuesta a participar en conspiraciones que en el juego político.
–¿Son los militares el verdadero partido de Chávez?
–Chávez tiene una justificada resistencia al sistema de democracia representativa fundamentada en el sistema tradicional de partidos, un sistema que dominó aquí durante 40 años cuando el poder se alternaba entre socialdemócratas y socialcristianos. Ahora se está montando un régimen de democracia participativa donde los militares actúan como una organización que, de algún modo, es un partido que responde a Chávez.
–¿Los militares le son verdaderamente leales?
–Creo que en estos momentos lo son. Es interesante cómo Chávez se conduce con los militares. Les habla a los superiores pero también a la tropa, que tiene una formidable admiración por él. Los militares están gradualmente recibiendo una formación política similar a la que se imparte a gran parte de la población, además hay muchos militares que están participando de los proyectos sociales del gobierno. Hoy por hoy, gracias a la depuración de los viejos cuadros superiores, es casi imposible organizar un golpe contra Chávez, por lo menos en el Ejército. Los posibles golpistas son generales que no tienen mando de tropa, ellos pueden hablar lo que quieran pero sin eco en la milicia. En general, los militares son favorables a este proceso por dos grandes razones. Primero, la política antiimperialista que toca en el sentimiento nacionalista y segundo la estrategia bolivariana hacia América latina: ya hace un tiempo que los militares venezolanos están visitando a sus colegas de la región, para contar lo que pasa aquí. Diría que los militares, en general, se han chavizado.
–¿Incomodan a los militares las milicias de civiles?
–Yo creo que eso, aunque en cierto modo quite el monopolio de la fuerza al Estado en el sentido convencional; también está aceptado por ellos porque los militares participan de esos programas. Es obvio que serán ellos quienes van a controlar a quién se le entrega cada arma.
–Sin el petróleo, ¿sería viable la revolución bolivariana?
–El paro petrolero organizado por sindicatos de trabajadores (fines de 2002, comienzos de 2003) en arreglo con las cámaras empresariales fue un hecho definitorio, ya que hizo visible la dependencia del gobierno del petróleo para impulsar cualquier estrategia de cambio. Finalmente, el paro fue derrotado y todo dio un cambio radical. Antes PDVSA era un isla, era una compañía muy yanquizada: aunque era estatal desde 1975, sus gerentes actuaban con mentalidad privada, evadían impuestos, favorecían a compañías extranjeras, etcétera. Después del paro, el gobierno quitó a esa casta y tomó el control y gracias a ello controla todo aquel dinero que antes iba a cualquier parte y, además, el excedente por el aumento de petróleo. Hoy por hoy, en Venezuela pasa algo único en Latinoamérica: el Estado tiene recursos extraordinarios para aplicar sus políticas. Hoy aquí sobra el dinero.
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