Domingo, 26 de febrero de 2006 | Hoy
EL MUNDO › PRESENTANDO A SEGOLENE ROYAL, LIDER SOCIALISTA EN FRANCIA
En Europa están surgiendo nuevos líderes políticos. En Francia, es Ségolène Royal, líder socialista que sobrepasa a la derecha en intención de voto; en Gran Bretaña, el joven conservador David Cameron, a quien los laboristas empiezan a temer.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Si las preferencias del electorado se mantienen hasta el año próximo al nivel actual, el equivalente de la próxima “primera dama” francesa será el “premier monsieur” y el jefe del Estado, una mujer. La ex ministra socialista de Medio Ambiente Ségolène Royal, esposa del actual primer secretario del PS, François Hollande, es la figura predilecta del electorado francés. Los últimos sondeos la ponen como la única candidata socialista que podría derrotar sucesivamente al actual jefe de gobierno, Dominique De Villepin, y, sobre todo, al hombre mimado de la alta sociedad francesa, el ministro de Interior Nicolas Sarkozy. Discreta, sin programa, con escasas apariciones públicas, Ségolène Royal se izó al trono en medio de la lucha interna del PS por la candidatura presidencial. Mientras Lionel Jospin, Jacques Lang, Dominique Strauss-Kahn y Laurent Fabius protagonizaban sutiles combates para conquistar al electorado socialista, Ségolène Royal se instaló en el primer plano sin que nadie se diera cuenta.
El hecho es por demás sorprendente en un país donde la paridad entre hombres y mujeres es una de las más desproporcionadas y escandalosas de Europa y en donde, ante la opinión pública, la mujer carece de la legitimidad de los hombres. En vez del ruido, Ségolène Royal eligió el silencio para existir. Nadie conoce muy bien su programa ni sus ideas, pero la “candidata virtual” ha conseguido suscitar el deseo a fuerza de discreción. Y las pocas veces que habló lo hizo para atacar a sus rivales socialistas y marcar su total independencia frente a los “jefes” de la rosa. Hace 10 días, Ségolène Royal osó incluso desafiar la línea oficial del PS y a todos los candidatos que compiten contra ella entre las sombras. En una entrevista concedida al diario Financial Times, Royal elogió al primer ministro británico Tony Blair, un hombre que, para la líder socialista, es “una referencia social-liberal”. Según la dirigente, Tony Blair “estuvo caricaturizado en Francia. Pero a mí no me molesta mostrar mis adhesiones a algunas de sus ideas”. Más aún, Royal elogió “sus éxitos reales en materia de empleos para los jóvenes” gracias a su “flexibilidad”.
A su manera, ésa fue su primera entrada oficial en la campaña electoral. Y a quienes le salieron al paso, Ségolène Royal respondió autodefiniéndose con referencias al difunto presidente socialista François Mitterrand: “Soy la fuerza tranquila sonriente (‘fuerza tranquila’ fue el slogan de Mitterrand en 1981) y no tengo la intención de improvisar. Cuando llegue el momento estaré lista”.
A nadie se le escapa un detalle central de la disputa por la candidatura electoral del PS. Su compañero, François Hollande, dirige el partido desde hace más de siete años, y es también un candidato potencial al sillón supremo de la República. ¿Cómo se pactan entonces las ambiciones de cada uno? Según explicó Ségolène Royal, de la manera más normal del mundo en una pareja, es decir, textualmente, “juntos”. Ambos tomarán la decisión “juntos, como una pareja. ¿Por qué acaso no decir las cosas simplemente? Somos una pareja en la que cada cual tiene su autonomía, su manera de actuar, pero con total solidaridad”. Existen en el Viejo Continente parejas de líderes políticos en las que uno de sus miembros pertenece a la mayoría gobernante y el otro a la oposición. Pero un caso como el de la pareja Hollande-Royal es más raro. Ambos sueñan, en la misma cama, con el mismo objetivo. Todos los estudios de opinión muestran que su condición de mujer constituye un argumento de peso. Un 51 por ciento de los franceses estiman que Royal aportó un nuevo aliento a la vida política del país y un 59 por ciento estaría listo a votar por ella si fuera candidata. Ello hace que, hoy, Royal derrotaría a los dos pesos pesado de la derecha con más del 50 por ciento de los votos. La gente la considera “competente”, “simple”, “atenta a los problemas de la gente” y además “es mujer”. Es la primera vez en la historia política francesa que una mujer seduce a ese punto a un electorado tan conservador como el francés. El país de las luchas feministas siempre brilló por su conservadurismo en materia de acción política femenina y la evolución se hizo muy lentamente. En 1946, sólo un 18 por ciento de los franceses eran favorables a que una mujer sea presidenta de la República. La cifra pasó a un 52 por ciento en 1972 y a un 91 en 1988.
Royal construyó su carrera a la sombra de la usura política. Si bien fue ministra de François Mitterrand y de Lionel Jospin, la dirigente siempre se mantuvo al margen de la arena política tradicional. Suave, juiciosa, con un estilo modesto y una manera de estar en el centro sin monopolizar el escenario, Royal fue creciendo mientras los demás disimulaban sus ambiciones. Cuando hace unos meses su nombre empezó a circular en los labios de los electores y a llenar los formularios de los institutos de opinión, los comentaristas se reían de ella, descartaban su candidatura como si fuera una broma o un ardid de los cerebros del partido. Sin embargo, sin hacer campaña, hablando con modestia y siempre a la altura de las preocupaciones de la sociedad, Royal se invitó a un banquete en el que no estaba prevista. Lo que la distingue, sobre todo, es su vocabulario y una manera de dirigirse al otro “no profesional”. El electorado siente que, cuando habla, le está hablando a él.
Entre la luna de miel con el electorado y la candidatura real media el combate real. Los otros cuatro pretendientes tienen un peso y un profesionalismo que contrasta con la modestia de la “fuerza tranquila sonriente” de Ségolène Royal. Sus adversarios (del PS) la califican de incipiente, de “muñeca Barbie de la política”, pero Ségolène Royal se introdujo en una arena y ello torna más aguda las discrepancias en el seno de un partido que, hasta ahora, no tiene ni ideas, ni programa, ni siquiera un jefe indiscutido. Paradójicamente, el “responsable” de este vacío socialista es el mismo compañero de Ségolène Royal. Con la cual, la vida marital puede llenar muchos vacíos.
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