Sábado, 7 de octubre de 2006 | Hoy
Los últimos sondeos ratifican el favoritismo del presidente para la segunda vuelta. Los candidatos empezaron a hablar de la economía.
Lula ganaría la segunda vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas. La primera encuesta tras la primera vuelta del domingo pasado otorga al candidato y presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, el 54 por ciento de los votos válidos, frente al aspirante socialdemócrata, Geraldo Alckmin, que tiene 46 por ciento. Considerando todos los votos de los casi 126 millones de electores, Lula tendría el 50 por ciento, Alckmin el 43 por ciento, un tres por ciento sería de votos en blanco y cuatro por ciento nulos. La encuesta del Instituto Datafolha se dio a conocer por el canal de televisión O Globo el mismo día en que los candidatos comenzaron a centrar su campaña en algo que parecían haber olvidado: la economía. Pero no todas fueron buenas noticias para Lula, ya que dos miembros del PT renunciaron al partido por estar involucrados en el “dossiergate”.
Horas antes de una reunión de la cúpula del PT, notificaron su salida del partido Jorge Lorenzetti, que hasta hace tres semanas integró el equipo de campaña de Lula, y Hamilton Lacerda, ex asesor de comunicaciones del senador Aloisio Mercadante, quien fue rival de José Serra en la disputa de la gobernación de San Pablo. Lorenzetti, que tiene una estrecha amistad con Lula y es conocido como “el parrillero del presidente” por su habilidad para asar carne en la residencia presidencial, coordinaba el “núcleo de informaciones” de la campaña de Lula, un sector encargado de rastrear y divulgar datos comprometedores de adversarios políticos.
En el caso del “dossiergate”, por el intento de compra de un documento que implicaba a Serra y Alckmin en negocios fraudulentos, están involucradas otras cinco personas, entre ellas el presidente del PT, Ricardo Berzoini, y Freud Godoy, un ex asesor presidencial, cargo que abandonó diez días antes de la primera vuelta electoral.
En un cambio de actitud, el presidente Lula recomendó ayer a su partido “madurez y cautela” en sus decisiones internas y defendió a Berzoini, a quien presentó como “un hombre importante para el PT”. Hasta el momento, Lula había calificado a los implicados en el escándalo de “locos” y había pedido la realización de una purga en el PT. Pero las presiones de sectores de su partido le habrían hecho cambiar de opinión. “No veo necesidad de tomar ninguna decisión política ahora mientras no se aclare ese proceso (por el intento de compra del dossier)”, dijo Lula. Sin embargo, horas después, Berzoini pidió licencia de la presidencia del PT por tiempo indeterminado.
Por otra parte, la campaña para la segunda vuelta empezó ayer a tomar un nuevo tono, el ideológico. Hasta el momento, la campaña había estado centrada en el tema moral, un bando defendiéndose de las acusaciones de corrupción, el otro escandalizándose. Lula acusó a la oposición de “aferrarse a la cuestión ética por falta de coraje para discutir proyectos de país”. Pero ayer, Lula y Alckmin tomaron la ofensiva en temas como economía y seguridad.
Lula hizo ayer su primer acto de campaña en el barrio de Flamengo, donde ofreció su apoyo a Sergio Cabral, candidato en el segundo turno a la gobernación del estado de Río por el centrista Partido del Movimiento de la Democracia Brasileña (PMDB), que hace dos días anunció que apoyaría a Lula en la segunda vuelta. Pero la disciplina partidaria no es el fuerte del PMDB: ayer la gobernadora de Río de Janeiro, Rosinha Matheus, y su marido, el caudillo regional Anthony Garotinho, del PMDB, decidieron apoyar a Alckmin.
El presidente y el PT quieren centrar la campaña en la comparación de las realizaciones económicas del actual gobierno con el del socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso (1995-2002). Reivindican el control de la inflación, el restablecimiento de las cuentas públicas, el alza del salario mínimo y la disminución de las desigualdades a través de la ampliación de programas sociales. “Hicimos en cuatro años mucho más que mi antecesor en ocho”, sostuvo Lula. Además, el PT afirma que si Alckmin gana, retomaría la política de privatizaciones de Cardoso. “Cuando mi adversario habla de contener el gasto público, está pensando en despedir empleados públicos”, dijo Lula.
Por su parte, Alckmin y sus colaboradores replican que Lula tuvo que aplicar una dosis de rigor monetario superior a la necesaria, para tranquilizar a los mercados inquietos precisamente por “el riesgo PT” y acusan a esa política de frenar el crecimiento, dado que el aumento del PBI de Brasil es inferior al de todos sus vecinos. El senador Sergio Guerra, coordinador de la campaña de Alckmin, niega cualquier intención privatizadora, así como cualquier amenaza de despidos de empleados públicos o de recortes de los programas sociales.
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