Jueves, 25 de junio de 2009 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Patrick Cockburn*
¿La revolución iraní terminó antes de comenzar? ¿Iba a haber alguna vez una revolución? ¿Dejará al Estado iraní permanentemente dividido y debilitado? Nunca fue probable que las manifestaciones masivas de los iraníes en contra del resultado de la elección, y un resultado oficial que muestra que el presidente Mahmud Ahmadinejad obtuvo una aplastante victoria, fueran a convertirse en una situación revolucionaria.
Los manifestantes no tienen un centro de organizadores comprometidos buscando derrocar al gobierno. En 1978-79, en Irán, había una red de clérigos en las mezquitas y un número de partidos de izquierda que podían seguir haciendo manifestaciones frente a la represión. Las fuerzas del Estado se vieron abrumadas por la cantidad de gente que declaraba que estaba dispuesta a morir.
Hoy, el aparato represor del Estado en Irán tiene de su lado los números, la disciplina y el compromiso. Miles de funcionarios de seguridad llenaron ayer las calles alrededor de la plaza Basharestan, frente al edificio del Parlamento iraní, mientras sólo unos cientos de manifestantes corrieron a la policía y a la milicia Basij en sus motocicletas. Las banderas verdes que se habían visto en todos lados han desa-parecido desde el viernes pasado, cuando el ayatolá Ali Jamenei, el líder supremo, denunció a los manifestantes y amenazó con actuar en su contra.
Pero hay divisiones dentro de la elite política iraní, y esto es un problema para el futuro. Presumiblemente, el régimen ahora reprimirá todas las formas de disenso durante un largo período, sean los líderes políticos opositores como Mir Hussein Mossavi o los medios antigubernamentales. ¿Puede la vida volver a la normalidad? Generalmente, al comienzo de convulsiones políticas como las que se vieron en las últimas semanas, los comentaristas y los observadores dicen que “las cosas no volverán a ser las de antes”. Pero aparte de un sostenido aumento en la represión, no resulta claro qué va a cambiar en Irán.
Aquellos que estaban alineados con el régimen antes, estarán más alineados. Los opositores al gobierno aumentarán. Pero la resistencia conspiratoria frente a un servicio de seguridad proactivo es excepcionalmente difícil de llevar a cabo. Muchos manifestantes probablemente recaigan en una apatía cínica. Muchas cosas son desconocidas hasta hoy. Hay, hasta ahora, sospechas, pero no pruebas, de que la elección presidencial estuvo arreglada de tal forma que alteró el resultado. Según los resultados oficiales, Ahmadinejad ganó por el 62,6 por ciento de los votos, contra el 33,8 por ciento a favor de Mussavi. Suponiendo que la mayoría de los iraníes apoya a Ahmadinejad, el gobierno debería continuar su camino, culpando a los espías extranjeros, al dinero y a la propaganda por la violencia.
A largo plazo, la legitimidad del Estado islámico fue dañada por la falta de unidad que exhibió abiertamente y por la novedad de que gran parte de la población está dispuesta a tomar las calles contra el régimen.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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