Domingo, 14 de febrero de 2010 | Hoy
Por Gustavo Veiga
La culpa de que el águila y la esvástica se hundieran con el Admiral Graf Spee en diciembre de 1939 se debe a que zarpó en misión secreta antes de que Hitler mandara a retirar esos símbolos de la flota alemana, en 1940. El Führer no quería que sus naves, si eran capturadas o hundidas, terminaran con esas piezas en manos de los aliados. Uno de los motivos de orgullo de la armada del Tercer Reich, botado en 1934, fue bautizado así en honor a un almirante de la Primera Guerra Mundial, Maximilian Graf Von Spee, un marino que, junto con dos de sus hijos, murió en la batalla de las Islas Malvinas el 8 de diciembre de 1914 combatiendo contra la flota británica. Había nacido en Copenhague, pero se sumó a la armada imperial germana.
El acorazado de bolsillo que le tributaba honor a su nombre prestó servicio como buque insignia hasta 1938 mientras relevaba las costas españolas durante la Guerra Civil que ganó Franco con apoyo de Hitler y Mussolini. El Graf Spee terminó sus días de navegación en el lecho del Río de La Plata, en una zona de nula visibilidad y de corrientes muy peligrosas, según sus rastreadores. Su telémetro, una pieza de las que pudieron rescatarse de entre sus 12.100 toneladas, hoy es exhibido en el puerto de Montevideo. El águila y la esvástica, en cambio, tienen incierto destino.
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