Domingo, 6 de mayo de 2012 | Hoy
EL MUNDO › LOS MUSULMANES, BLANCOS ELECTORALES
Por Eduardo Febbro
“El sistema de integración no funciona porque hemos recibido a demasiada gente.” Concreto y lapidario, el clip de la campaña electoral de Nicolas Sarkozy concluye con esta frase. En los tres minutos que dura aparece un cartel de la aduana escrito en francés, catalán y árabe. Luego, el presidente, que hizo de las fronteras el leitmotiv de su campaña, dice, mirando a la cámara: “Europa debe estar al servicio de la protección de nuestra civilización y de nuestro modo de vida”. La amenaza son los musulmanes. El presidente-candidato lo ha repetido a lo largo de sus reuniones electorales: “hay demasiados extranjeros en Francia”.
Los musulmanes fueron presentados como el chivo expiatorio de la crisis, los responsables de la degradación de los valores de la República, en suma, los tóxicos por excelencia que empañaron el pacto republicano de unidad y concordia. Al cabo de un mandato de cinco años marcado por la agresividad contra los extranjeros, los musulmanes se sienten utilizados como anzuelos de la batalla electoral. En un texto escrito por el filósofo Alain Badiou y publicado este sábado por el vespertino Le Monde, el pensador francés se revela contra esa facilidad que hizo de los extranjeros en general y de los musulmanes en particular la variable “contaminante” de la sociedad.
Badiou, que impugna tanto a los responsables del Estado, de izquierda y de derecha, como a los intelectuales escribe: “¡Vergüenza a esos intelectuales, del neo-racismo y del nacionalismo encubierto que llenaron pacientemente el vacío dejado en el pueblo por el eclipse provisorio de la hipótesis comunista con un manto de inepcias sobre el peligro islamista y la ruina de nuestros valores!”. Hace unos días, el mismo diario publicó un llamado firmado por artistas e intelectuales “franceses de origen extranjero” en el cual éstos dicen: “Somos franceses, somos ciudadanos y nos negamos a convertirnos en la variable de ajuste de la elección presidencial. No queremos ser las cabezas de turco contra las cuales se desahogarán políticos incapaces de responder a las esperanzas del pueblo”.
La proclama es dura, a la altura del aluvión de menosprecio y violencia verbal de que fueron objeto. En Francia hay 3,5 millones de musulmanes, de los cuales 800.000 son practicantes. Muchos no son ni siquiera extranjeros, sino franceses. Franck Frégosi, especialista del Islam en el CNRS (Centro Nacional de Investigación científica), comenta que los musulmanes “están hartos de esas campañas sistemáticas que hacen del Islam un vertedero”.
Durante el debate que los dos candidatos presidenciales protagonizaron la semana pasada, Sarkozy dijo que el problema no era tanto la inmigración sino la inmigración musulmana. En el curso del mismo debate, Sarkozy y Hollande se opusieron a propósito de la propuesta socialista de autorizar el voto de los extranjeros en las elecciones municipales. Sarkozy rechaza el principio en nombre de un supuesto riesgo de que esa apertura desemboque en una especie de círculo comunitario.
El argumento hace mecha en el electorado de la extrema derecha. Muchos partidarios de la extrema derecha del Frente Nacional están convencidos de que, si “no se los frena” (a los musulmanes) pronto habrá un intendente que se va a llamar Mohamed o Abdel. “Han hecho de nosotros ciudadanos de segunda zona, terroristas en potencia, fanáticos por tradición”, dice Karim, un estudiante francés de 28 años. Un estudio realizado hace poco bajo la dirección del sociólogo Gilles Kepel demostró que el menosprecio global instrumentalizado desde la cabeza del Estado no hace sino provocar un “incremento” de la identidad musulmana como “medio de compensar” el rechazo.
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