Viernes, 8 de mayo de 2015 | Hoy
EL MUNDO › LA PROMESA INCUMPLIDA DE CAMBIAR EL MODELO FINANCIERO-CONSUMISTA
La expansión de 2014 se debió a los dos pilares que han sostenido el crecimiento desde la desindustrialización thatcherista: una burbuja inmobiliaria y un consumo estimulado por el crédito. El ajuste implementado por Cameron golpeó a los más vulnerables.
Por Marcelo Justo
Desde Londres
El repunte de las cifras macro del último año de la coalición conservadora-liberal demócrata fue el caballo de batalla del partido de David Cameron en esta campaña, pero los números enmascaran una realidad económico-social que será el gran desafío del próximo gobierno.
Las cifras que sostenían el mensaje conservador eran un crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) del 2,7 por ciento, una caída del desempleo (5,6 por ciento), la inflación (0,5 por ciento) y los niveles de deuda (81 por ciento del PBI). “Somos la economía desarrollada de más crecimiento del planeta. El doloroso sacrificio de estos años nos ha servido para sanear la economía y cambiar de modelo”, se ufanó hasta último minuto de la campaña el primer ministro Cameron.
El fetichismo de estos números macro le jugó una mala pasada a fines de abril cuando el informe de la Oficina Nacional de Estadísticas del primer trimestre indicó que la economía sólo había crecido un 0,3 por ciento, una clara desaceleración. La cifra no servía ni para uno de esos titulares de radio con que el economista Carlos Melconian buscó recientemente justificar la promesa de Mauricio Macri de levantar el cepo en su primer día de gobierno: era un porcentaje indisimulablemente negativo. Un análisis más fino y matizado muestra que la realidad es todavía más dura.
Entre el primer año de gobierno en 2010 y 2013 la economía apenas creció. La expansión de 2014 se debió una vez más a los dos pilares que han sostenido el crecimiento desde la desindustrialización thatcherista de los ‘80: una burbuja inmobiliaria y un consumo estimulado por el crédito.
En 2013 la coalición liderada por los conservadores decidió estimular el mercado inmobiliario para mejorar un panorama económico que resultaba cada vez más aciago. La apuesta dio resultado. Sostenido por un programa de subsidios a los préstamos hipotecarios se movilizó este sector, esencial para el consumo, y los titulares empezaron a hablar de una recuperación económica.
El mayor optimismo sirvió de estímulo adicional para los consumidores. En un país obsesionado por el déficit fiscal y el endeudamiento público (todos los candidatos prometieron combatirlo porque es un tema popular con los votantes), la deuda individual conjunta de cada hogar supera el millón de millones (billón) de libras (casi la mitad del PIB británico). En abril el préstamo al consumo aumentó en casi 1300 millones de libras (unos dos mil millones de dólares).
La coalición conservadora-liberal demócrata había prometido al asumir el poder que terminaría con este modelo financiero-consumista y pondría en su lugar uno más balanceado con mayor peso del sector manufacturero y exportador. La recuperación del sector manufacturero, que hoy representa un 10 por ciento del PBI, sigue siendo una promesa. Según Lee Hopley, jefe de Análisis Económico de la organización que representa a los manufactureros británicos, la EEF, “los recientes datos marcan una clara falta de crecimiento de nuestro sector que contrasta con el del consumo y muestran que no se ha dado el salto exportador que se pensaba”.
Este panorama se da a pesar del viento de cola favorable para el sector y la economía en general. La caída a la mitad del precio del petróleo el año pasado y una tasa de interés que en los últimos seis años se ha mantenido en torno del 0,5 por ciento no han servido para motorizar un cambio de modelo.
A nivel social las cosas no van mejor. Según la Joseph Rowntree Foundation, un referente británico sobre temas de pobreza, unos 8 millones viven hoy por debajo del umbral de la pobreza. La caída del desempleo que el gobierno proclama a cuatro vientos ha sido de la mano de una ultraflexibilidad laboral ejemplificada por los trabajos de contrato cero en los que el empleado está a disposición del empleador que no le paga salario si no lo llama para trabajar. El salario mínimo de 6,50 libras la hora quedó muy por debajo del llamado living wage, de unos 7,85, cifra calculada para un “salario digno”.
El programa de superajuste llevado adelante por los conservadores desde 2010 golpeó directamente a estos sectores que son los que más dependen del gasto social en servicios públicos y ayudas al ingreso. Una ONG que organiza bancos de alimentos para aquellos que vieron recortada la ayuda social, la Trussel Trust, entregó el año pasado casi un millón de paquetes de alimentos de emergencia en sus 430 centros.
La evolución de ayudas entregadas por el Trussel Trust da una idea sobre el deterioro de la situación. Después del primer año de ajuste, en 20112012, unas 128 mil personas recurrieron a estos centros. En 20122013 esta cifra se triplicó a 346 mil personas: según la ONG las entregas aumentarán en un 38 por ciento este año.
“Es gente que tiene que elegir entre comer y prender la calefacción. Estamos hablando de gente que come una vez al día, de padres que apenas comen para alimentar a sus hijos. Pérdida de empleo, una cuenta muy alta de electricidad, una reducción de los beneficios sociales, dramas familiares y una persona se queda con poco o nada. Este tipo de situación. A esto se suman salarios bajísimos, empleos temporales o de medio tiempo que hace que la gente entre y salga de situaciones de extrema necesidad”, explicó a la BBC en español Chris Mould, director de la Trussel Trust.
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