Viernes, 8 de mayo de 2015 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Mario Wainfeld
Todos los dirigentes políticos están en campaña, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner no ha de ser la excepción. Actos como el de ayer lo comprueban. El formato elegido es uno de los favoritos desde hace un buen tiempo. La mandataria habla desde un lugar (ayer viajó hasta el Chaco) y se comunica con varios otros por teleconferencias. Pretende mostrar así una gestión presente en varios puntos del país, a menudo en términos de continuidad con políticas desplegadas durante años. Ocasionalmente hasta se conecta con el extranjero, como ayer mismo con Venecia (¿participar en la Bienal será “estar en el mundo”?).
Cada presentación combina diálogos con funcionarios, trabajadores, empresarios diseminados en distintos parajes. Cada movida es conversada, resaltada y puesta en contexto. El cierre es un discurso que enhebra esos hechos y emite un mensaje “político” que puede ligarse a la coyuntura, ese tramo es el que da “títulos a los diarios”.
Aunque la presidenta Cristina no lee sus presentaciones, jamás improvisa en sentido estrecho: tiene elegido hacia dónde va. Con frecuencia trata de sorprender y lo consigue. Los intercambios espontáneos con los asistentes a “su” acto le añaden pimienta y ahí sí mecha respuestas con reflejos, acaso no previstas.
Lo que más quedará de sus palabras en Resistencia fue el mensaje a los compañeros que se están candidateando en el maratón de elecciones que se van sucediendo. No es un planteo prematuro: aunque no se note faltan casi tres meses clavados para las Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias (PASO) nacionales y poco más de un mes para que cierren las respectivas listas.
En ese nivel y en la provincia de Buenos Aires hay una cantidad llamativa de precandidatos kirchneristas, más de los que pueden aspirar no ya a ganar sino a un desempeño pasable en las internas. Y más de los que aconseja un sentido común transversal que cunde en todas las fuerzas políticas, al vaivén del aprendizaje forzoso que implican las PASO provinciales. Muchas listas en disputa interna propenden a ser disfuncionales para sumar. Pueden confundir a los votantes, dispersar el voto, dejar aun al que gane con un primer caudal propio relativamente bajo.
Los aspirantes habrán escuchado el discurso y cada cual descifrará si lo interpelaba personalmente. Quien conduce tiene la prerrogativa de dejar puntos suspensivos para ser reinterpretado. Esta columna no incursionará en esas hipótesis, que son tentadoras pero que no superan el rango de la conjetura.
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Aun sin ellas, es claro que la líder del Frente para la Victoria (FpV) les pidió autocontención a los compañeros. “Un baño de humildad” en sus ambiciones declaradas. No hay cargos pequeños ni es sensato que todos se postulen a los más elevados.
A Juan Domingo Perón le gustaba parafrasear a Napoleón en eso de que cada soldado tiene en su mochila el bastón de Mariscal. Pero el tres veces presidente no promovía el asambleísmo ni la proliferación de francotiradores. La idea se completa internalizando que Mariscal hay un solo y un ejército (o una fuerza política, mejor) tiene muchos otros espacios para participar y ser útil.
Habrá que ir orejeando cuál es el impacto de las palabras de Cristina en las fragorosas semanas que vienen, en las que se irán acelerando decisiones. Por lo pronto, la Presidenta les ha tendido un puente de plata narrativo a quienes se “bajen” de ahora en más. Desistir de la competencia siempre duele y explicarlo cuesta. Hacerlo bajo el paraguas del consejo presidencial puede llegar a ser un buen recurso, para ratificar lealtad y, a la vez, ser funcional al accionar conjunto.
Los ejemplos de los cierres en Mendoza (tres listas internas de las que “sobró” una) y Ciudad Autónoma (siete boletas de las que sobraron cinco o seis) son aleccionadores. Cada provincia es un mundo y sus disputas locales modulan a su manera, jamás idéntico al escenario nacional. Pero hete aquí que ésos (mirados en trazos gruesos) son los dos distritos en los que el FpV se rezagó respecto de lo sucedido en 2011. En Salta, Santa Fe y Neuquén más bien se sostuvo. No son datos definitivos pero sí aleccionadores.
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Nadie se baña dos veces en un mismo río, cifró un genial filósofo griego. La enseñanza cala justo en la Argentina. Hace poco menos de dos años, cuando las PASO legislativas, se dio por extinto al kirchnerismo, se lo clasificó como pato rengo, se habló de fin de ciclo. A fin del año pasado el Gobierno parecía estar en merma, ni hablar a mediados de enero, cuando se produjo la muerte violenta del fiscal Alberto Nisman. Todo parecía direccionado a la baja: desde la imagen hasta el poder presidencial, pasando por las reservas del Banco Central.
Cuando empieza a mediar mayo, el clima es otro.
La Presidenta no resigna poder, gobierna a su modo, conserva el centro de la escena. En 2013 se insinuaba y hasta predecía “una elección con cuatro fuerzas”, una de ellas (FA-Unen) ya entró en el pasado. Ahora se piensa en tres partidos competitivos: el FpV, el PRO de Mauricio Macri y el Frente Renovador de Sergio Massa. Los virajes de 2015 parecen sugerir una polarización entre el kirchnerismo y el macrismo, aunque como el río fluye siempre conviene no dar nada por seguro.
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Puede ser ilustrativo mirar al vecindario, los países hermanos que (re)eligieron a sus gobiernos, más afines al FpV que a sus contrincantes. Las sociedades no se copian entre sí, qué va. Ni los votantes reiteran a sabiendas lo que hicieron otros pueblos, en trances similares. Pero la sintonía temporal gravita, se atraviesan procesos políticos con similitudes marcadas. Lo que pasó cerca, por lo pronto, puede suceder. Y hay factores comunes, entre ellos el entorno internacional.
Son didácticas las sagas recientes de dos presidentas diversas, de dos naciones bien diferentes, Brasil y Chile. Dilma Rousseff y Michelle Bachelet fueron revalidadas, en contiendas muy polarizadas con los exponentes de las derechas locales. El veredicto no indujo a los rivales políticos (y menos a sus aliados mediáticos o corporativos) a esperar la revancha en las urnas.
Van por más sin conceder “luna de miel” ni respiros. Agitan el impeachment (juicio político) a Dilma y acosan a Bachelet. Se supone que en esos países la cultura política es más civilizada, no se está notando.
La tendencia al crecimiento electoral de la derecha y a su bulimia de poder cuando pierden son señales interesantes. Para enfrentar al primer desafío son necesarias buenas estrategias electorales. En la Argentina, han de ser relativamente novedosas: en 2007 y 2011 el kirchnerismo arrasó en las urnas, no precisó segunda vuelta, goleó aun a quien salió segundo. Aquel horizonte despejado difiere del actual, entre otras variables porque la Presidenta no puede ser candidata. Pero Cristina está en campaña y gobierna, ayer lo comprobó de nuevo.
En los próximos meses, en menos de dos, llegarán definiciones. Los compañeros con ambiciones la escucharon y tal vez algunos cooperen voluntariamente a despojar el follaje de precandidaturas. De cualquier modo, la conducción de la Presidenta no se limitará a dar consejos, todos lo saben. Muchas decisiones están al caer, entre ellas la de una eventual candidatura propia. Descifrar qué hará sigue en el rango de la apuesta. Como ella misma expresó, ningún integrante de la familia Kirchner espera “la voz de aura” de otro.
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