EL MUNDO › LOS MILES DE MANIFESTANTES POR LA DEMOCRACIA NO SE CRUZARON CON LOS MOVILIZADOS POR EL IMPEACHMENT

Dos Brasilias separadas por un muro

A João Gomes Pineda no lo amedrenta la derrota del gobierno democrático en la Cámara de Diputados. “Dilma es una guerrera.” Del otro lado de la valla Rodrigo Riveiro dijo: “Sacar a Dilma es liberar a Brasil de una dictadura”.

 Por Darío Pignotti

Página/12 En Brasil

Desde Brasilia

La fractura de Brasil. “A mis 76 años, además cuarenta y tantos trabajando en Petrobras, me vine desde Río para no dejar que estos fascinerosos den un golpe para darles el petróleo a los gringos. Mientras tenga salud voy estar en todas las marchas contra estos traidores al patrimonio nacional”.

A João Gomes Pineda no lo amedrenta la derrota del gobierno democrático en la Cámara de Diputados, “tengo muchas peleas en el lomo, con Dilma están queriendo hacer lo que hicieron con Getulio Vargas (se suicidó en 1954), pero ella es guerrera”.

“Nosotros ya peleamos contra Fernando Henrique Cardoso que nos mandó hasta el ejército porque no quisimos el fin del monopolio de Petrobras, esto va para largo”, agrega Joao que integra una delegación de la Federación Unica de Petroleros, que se concentró cerca del Ministerio de Justicia.

Las columnas de miles de manifestantes por la democracia, con remeras y banderas rojas, estuvieron unas 8 horas bajo el sol en el Eje Monumental, la principal avenida de Brasilia, atravesada por un muralla metálica de un kilómetro para evitar choques con los manifestantes de camisetas amarillas y banderas brasileñas que se movilizaron del otro lado del Muro de Brasilia, en el andarivel sur de la ancha avenida que desemboca en el Congreso.

La Central Unica de los Trabajadores estacionó dos inmensos camiones con parlantes y un palco en lo alto, los conocidos “trios eléctricos” que desfilan en los carnavales.

Uno de ellos se ubicó frente al Ministerio de Defensa y desde sus parlantes se propalaban temas de Chico Buarque que se hicieron célebres durante la resistencia a la dictadura.

En el otro, ubicado unos trescientos metros más al oeste hacían uso de la palabra dirigentes sindicales, campesinos y militantes.

“Nosotros comemos mortadela, no tenemos vergüenza de comer mortadela, a Lula también le gusta la mortadela, y eso nos pone orgullosos”, dijo una dirigente de Minas Gerais indignada con las bromas golpistas sobre los hábitos sencillos del ex presidente.

Provocadores fueron enviados este fin de semana al hotel donde se alojaba Lula y allí colocaron una gran mortadela plástica además de insultar a militantes petistas. La hostilidad fue una de las constantes de los templarios de la libertad y el antipetismo, que tuvieron la protección nada disimulada de la Policía Militarizada.

Además de las consignas por Lula y en defensa del gobierno de Dilma, la marcha democrática no olvidó al poderoso jefe de Diputados Eduardo Cunha el mentor del golpe blando en complicidad con el vicepresidente Michel Temer.

“Empujemos un poquito a Cunha para que se caiga, machista, homofóbico”, se decía desde la columna de las Mujeres por la Democracia, que fueron cacheadas con alguna grosería por la Tropa de Choque de la Policía Militarizada al ingresar a la avenida.

Del otro lado de Muro de Brasilia, en la pista sur reservada a la oposición, el trato de los agentes de seguridad era distinto.

Tres helicópteros de la Policía Militarizada de Brasilia saludaron simbólicamente a la parcialidad amarilla a través de una serie de maniobras.

Una de las aeronaves se detuvo un par de minutos sobre la multitud opositora y luego comenzó a desplazarse hacia atrás, lo que mereció una ovación: “Viva nuestra policía, estamos con ustedes”, festejó Teresinha Almeida, una arquitecta treintañera.

“Nosotros somos gente de bien, trabajamos, venimos con nuestros hijos sanamente a protestar contra estos ladrones, nos pagamos nuestro pasaje no como los petistas que los acarrean”, proclamó la mujer casi a los gritos frente al estruendo de los rotores de los helicóteros policiales que en ese momento se habían estacionado cerca del Ministerio de Salud.

Y agregó: “Quiero que Dilma se vaya al infierno junto con Eduardo Cunha”, el dirigente opositor y poderoso jefe de la Cámara de Diputados que presidió la histórica sesión en el Congreso.

Cunha es reo ante el Supremo Tribunal Federal por haber escondido cinco millones de dólares presuntamente cobrados por sobornos en el escándalo de Petrobras.

“Dilma fuera, pero también fuera toda esa bosta de Cunha, ese es el Alí Baba de los 300 ladrones que pudren ese Congreso”, dijo a su vez el Rodrigo Riveiro, de 23 años, sin esconder su enojo.

Rodrigo llevaba una camiseta blanca con la foto del diputado Jair Bolsonaro y debajo de esta la palabra “Bolsonaristas”: “Soy un bolsonarista convencido, es un verdadero conservador, tiene coraje de decir lo que piensa en esa podredumbre de la Cámara”, añadió Rodrigo, quien estudia en la Universidad de Brasilia, en la que –precisó– “son todos izquierdópatas”.

Rodrigo, medio gordito y alto, cerró con una versión propia de la historia y el presente “en 1964 no hubo golpe, el Congreso sacó a Joao Goulart y llamó al general Castelo Branco que trajo la Revolución, no fue una dictadura como dicen los izquierdópatas, fue una Revolución. Ahora también tergiversan, dicen que esto es un golpe. Al contrario, sacar a Dilma es liberar a Brasil de una dictadura. ¿O quieren que seamos como Corea del Norte?”.

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Las dos marchas de la capital: las de las remeras rojas a favor de Dilma, y las de camisetas amarillas, opositoras.
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