Lunes, 20 de marzo de 2006 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Manuel Justo Gaggero *
La recepción que dará el presidente de Venezuela Hugo Chávez al candidato peruano Ollanta Humala provocó una inusitada reacción del presidente del Perú, Alejandro Toledo, educado en EE.UU. y fiel discípulo de la Casa Blanca. A la protesta y retiro de los embajadores se sumó la “oposición”, y el inefable candidato del APRA, Alan García. Esta protesta ignora la historia que vincula a ambos países desde su independencia y el histórico abrazo de los Libertadores. Perú se asienta en una superficie de 1.200.000 kilómetros cuadrados, con algo más de 25 millones de habitantes. Casi la mitad son de origen quechua y aymara. En la costa predominan los mestizos y se concentran las minorías de origen europeo, africano, japonés y chino. Subsisten varias etnias indígenas en la selva amazónica. Con casi un 20 por ciento de analfabetos y más del 50 por debajo del nivel de pobreza, registra altos niveles de exclusión social y una gran desigualdad.
Entre los años 1950 y 1968 se consolida en Perú la penetración de Estados Unidos en algunas áreas económicas. En ese último año la población peruana tenía uno de los consumos de calorías más bajos del mundo. La pérdida de una página del convenio petrolero suscripto por el presidente Belaunde Terry con la Standard Oil Company provocó un gran escándalo que culminó con el golpe militar encabezado por el general Juan Velasco Alvarado, que nacionaliza el petróleo y los recursos naturales, iniciando una reforma agraria cooperativista que termina con los latifundios, al mismo tiempo que establece la participación de los obreros en la propiedad de las empresas. La creación de un sector de propiedad social, la entrega de diarios a grupos sociales independientes y una política exterior no alineada completan este proceso de efectivas transformaciones impulsadas por este grupo de militares en los que evidentemente se inspira Ollanta Umala. La falta de una estructura política que apoyara el proceso y la enfermedad de Velasco hacen que la derecha recupere iniciativa y al desplazarlo por Morales Bermúdez se ponga en marcha un llamado a elecciones que hace que nuevamente los partidos tradicionales, APRA y Partido Popular Cristiano, se repartan la mayoría de las bancas del nuevo Parlamento, poniendo fin al proceso de cambios iniciado en 1968. La llegada al gobierno en 1990 de Fujimori, y la represión iniciada por éste contra el movimiento popular con miles de muertos y desaparecidos, le permite adecuar la economía del Perú al modelo neoliberal conforme los dictados del FMI. El incremento de la pobreza, la marginalidad, la desocupación y la corrupción del régimen hacen que el Menem peruano se asile en Japón y asuma el gobierno, con gran apoyo popular, Alejandro Toledo, un político formado en los Estados Unidos. Este, al igual que Fernando de la Rúa en la Argentina, no produjo cambio alguno, prosiguiendo con la devastación de la economía, y con la entrega de los recursos naturales. Con menos de un 15 por ciento de opinión favorable el gobierno del amigo de Bush agoniza y con él la vieja política. La llegada de un oficial de ejército que comienza su carrera política con un levantamiento contra Fujimori en el 2000 y que reivindica la tradición bolivariana y sanmartiniana de la fracción militar no comprometida con el genocidio se inscribe en el nuevo escenario latinoamericano que tiene en el eje: Cuba, Venezuela y hoy Bolivia su columna vertebral. Es por eso que este coronel tiene como escribidores a las etnias aymara y quechua, que reivindican el Tahuantisuyo, y camina con los vientos de la historia moderna de nuestro continente que a casi 41 años de la Segunda Declaración de La Habana “se han echado a andar”.
* Abogado, director de la revista Diciembre 20.
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