Martes, 29 de julio de 2008 | Hoy
En los ’90 supo ser una de las caras del neoliberalismo mutado en menemismo. “Basta de proletarios, tiene que haber propietarios” fue una de sus muletillas de campaña para entronizarse en la fiesta de pizza y champán. Pasó por el Viceministerio del Interior y el Banco Hipotecario. Hace catorce años se retiró de la política, pero sigue aprovechando sus contactos para los negocios del poder.
Por Alejandra Dandan
Adelina Inés Dalesio de Viola no está, dicen al otro lado de la línea telefónica. Por unos días viaja fuera de Buenos Aires, pero en su lugar ha dejado esa voz como lo hace desde hace muchísimos años. Santiago Manuel Lozano era un viejo compañero de la UCeDé. La ex segunda del ministro del Interior menemista José Luis Manzano se lo llevó al ministerio y luego al Banco Hipotecario de Nación, de donde ambos salieron expulsados por una causa con la Justicia. Nunca dejaron de verse. Ahora, él la secunda en una especie de consultora multiuso desde donde dan servicios a la provincia de San Luis o consejos a inversores europeos que buscan biocombustibles sin caer en manos de Greenpeace.
DyL, su empresa, es una de las pocas cosas de Adelina Dalesio de Viola que en este momento vuelven a hacerla noticia. Esta vez en San Luis.
Adelina llegó a la provincia de los hermanos Adolfo y Alberto Rodríguez Saá como una especie de asesora multifunción. Un personaje volátil que en ocasiones aparece vestida de financista para poner unos cuantos miles de pesos en una campaña política. O aparece para darle un poco de glamour menemista a la mesa de casamiento de un diputado de los Rodríguez Saá.
Tal vez la primera pisada notoria fue en 2003, cuando DyL apareció poniendo 14.000 pesos para la campaña a presidente del Alberto. Compartió la lista de aportantes con ex menemistas, sindicalistas y unos 40 empresarios beneficiados con la ley de promoción industrial de la provincia. Entre ellos estuvo hasta el ex embajador de Menem en Francia Archibaldo Lanús, con un aporte menor de 3500 pesos. El juzgado de María Servini de Cubría inició una investigación un año más tarde: los Rodríguez Saá decían que habían recogido más de 1.600.000 de pesos, pero la suma de aportes en blanco no le cerraban la cuenta.
–¿Ustedes también pusieron el dinero para trabajar en la provincia?
–De ninguna manera –dijo Lozano a este diario–. Primero, el aporte fue público porque participamos de una cena en el Hotel Sheraton, pero además después de tantos años en la política, uno genera ciertos vínculos de aprecio y afectivos. Muchos de esos aportes se hacen por eso, y no porque esperamos negocios o un rédito.
DyL es, de algún modo, el punto por donde los vínculos políticos, afectivos y económicos se capitalizan.
En las calles de San Luis, Adelina parece una especie de fantasma. “Estuvo por acá y todavía está”, dice en este caso, enfáticamente, Juan Vergez, antialbertista y ex intendente de la capital puntana durante aquellos años en los que, con la capital bifurcada, parecía haber un doble reinado. “Por lo que yo sé, en estos últimos días ella empezó a hacer una operación para quedarse con una telefónica –dice–; también se la vincula con inversiones forestales en la zona de Potrero de los Funes, yo no sé si usted lo conoce, pero son, digamos, de las dos o tres localidades con inversiones forestales más importantes.”
Un periodista se acuerda episódicamente de un escándalo, aquella propuesta para estimular el turismo con un mundial de fútbol femenino en la provincia. Y otro menciona como al pasar cuando Julio Mas Canosa aterrizó en el mundo de negocios argentino de la mano de sus contactos Manzano y Adelina y desde donde intentó una compra frustrada del diario La República de San Luis, propiedad de la familia del gobernador provincial.
Sin embargo, en los últimos días la presencia del fantasma tuvo algo más de pesadilla. Juan José Laborda Ibarra es uno de los nueve diputados de la oposición sobre los 43 legisladores de la Cámara y parte del Frente Juntos por San Luis a donde han ido a parar todos los disidentes. Laborda Ibarra además es escribano y durante años fue amigo personal de Adelina Dalesio de Viola, que lo acogió en un pequeño departamento de Villa Crespo cada vez que pasaba por Buenos Aires. En este momento, esas relaciones están cortadas. Y Laborda Ibarra encabeza una investigación desde la Cámara en contra de los viejos funcionarios.
“Vamos a presentar un pedido de informe al Ministerio de Hacienda de la provincia para que nos explique –dice– los contratos en la tercerización del cobro de impuestos que benefició a una serie de empresas, por un total anual de 24 millones de pesos y donde está DyL entre las adjudicatarias.”
Según la investigación, el Estado provincial habría tercerizado por adjudicación directa el cobro de servicios públicos. Los 24 millones de pesos es tanto dinero como el que recauda la provincia en un año por los impuestos inmobiliarios. Para hacerlo, San Luis creó las Sapem, empresas mixtas con capital mayoritario del Estado que le permite subcontratar compañías privadas. Según el legislador, DyL formaría parte de esa cadena de beneficios.
“De ninguna forma –dice Lozano–: nosotros no tenemos ningún contrato ni directo ni indirecto con el gobierno de San Luis.” Lo que hace DyL en San Luis, según DyL, es trabajar con el sector privado. “El problema no es el problema, como decía un pensador, sino que lo escondas, yo cuando presto servicio implica que abro relaciones institucionales. Trabajamos acá, pero además, por ejemplo, ahora hay unos europeos que quieren invertir en biocombustibles pero buscan semillas no comestibles, para evitar las presiones que puedan aparecer de parte de ONG como Greenpeace. Nosotros miramos la zona, los rendimientos, las plantaciones, las semillas. Hace 14 años que nos fuimos, no nos fuimos ayer. ¿Sabe qué me dijo un amigo el otro día? ‘Al final, si entrás a la política hay que llevársela toda de golpe porque después no te dejan laburar.’ La verdad, no es así, pero no se puede seguir con esto después de tanto.”
Adelina nació el 23 de junio de 1950 y a los 21 se casó con Carlos Viola, un contador con el que tuvo cinco hijos. En 1973, ella dejó la Facultad de Derecho, puso un negocio de ropa de cuero en el centro y 20 años más tarde empezó la carrera política como concejal porteña de la UCeDé en 1983. Fue diputada nacional más tarde y el 28 de agosto de 1991 se encolumnó dentro del menemismo. Mientras su marido tomó el cargo de subsecretario de Acción de Gobierno con Alberto Kohan, Adelina empezó como subsecretaria de Manzano y se alejó cuando llegó Gustavo Beliz. En febrero de 1993 la designaron presidenta del Banco Hipotecario Nacional, donde nombró a Lozano. La mujer de Lozano fue la secretaria privada de Viola. Adelina pasó de un modesto departamento en San Telmo a una propiedad en Pilar y un departamento en Miami. Rodolfo Terragno la denunció por haber transferido unos 200 millones de dólares a bancos de las Islas Caimán y ahora la Justicia volvió a investigar su patrimonio, unos 400 mil dólares que el matrimonio dijo haber recibido por consultorías que nunca terminó. Y también pesa otro dato: como parte de la sociedad de DyL está además Ricardo Juan Alfredo Cossio, otro ex menemista y ex jefe de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP).
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