Martes, 13 de julio de 2010 | Hoy
EL PAíS › DESUNIóN CIVIL > TESTIMONIO DE DANIEL ANGELONE, PAREJA DURANTE TREINTA AñOS DEL FALLECIDO EDUARDO BERGARA LEUMANN
Compartieron sus vidas, se cuidaron mutuamente pero, cuando Bergara Leumann falleció, su pareja perdió el derecho sobre la Botica del Angel, que habían construido juntos. El emprendimiento quedó en manos de familiares del fallecido.
Por Carlos Rodríguez
Daniel Angelone fue, durante treinta años, la pareja de Eduardo Bergara Leumann. “Yo fui todo para él y él fue todo para mí”, le dice a Página/12 durante una entrevista en su departamento de la calle Jean Jaurés, en el Abasto. “Hoy me considero un ejemplo de la discriminación y de la humillación a la que nos someten a los homosexuales los senadores que no quieren votar la ley de matrimonio (entre personas del mismo sexo). A nosotros la Iglesia Católica nos señala como si fuéramos el diablo y nos niega nuestros derechos, sin respetar la palabra de Dios sobre el ‘libre albedrío’.” Ellos se conocieron en la calle Florida, en 1979, cuando Daniel tenía 21 años y el Gordo 47. Intercambiaron unos guiños, tomaron un café y en menos de un mes estaban viviendo juntos. “Lo primero que hice por él fue cuidarlo tres días, en el Instituto del Diagnóstico, luego de una operación. Después disfrutamos juntos de la vida y en los últimos siete años (Eduardo murió el 5 de septiembre de 2008) estuve a su lado durante su enfermedad.” Hoy, a pesar de esa convivencia demostrable por cientos de testimonios y documentos, Daniel tiene prohibida la entrada al museo en que se convirtió la Botica del Angel, que construyeron juntos.
“Me la quieren sacar dos primos de Eduardo que nunca hicieron nada por la Botica”, dice mientras espera resultados positivos en el juicio que les inició a Celia Neumann y a Jorge Boneo, quienes “cambiaron la cerradura del museo el mismo día de la muerte de Eduardo y hoy pretenden ser los herederos”. El objetivo de Daniel es “hacer cumplir el deseo de Eduardo, que era el de dejarle el museo a la Secretaría de Cultura de la ciudad de Buenos Aires, porque todas las obras de arte que hay en esa casa y que son regalos que recibió el Gordo a lo largo de su vida, él quería que fueran para todos, para el pueblo. El pudo haberlas vendido en vida y haber recibido mucho dinero, pero no quiso y murió en la pobreza. Sólo pensaba en los demás, mientras que sus primos sólo piensan en ellos mismos”.
“Yo quiero que nos reconozcan todos nuestros derechos, el casamiento, la herencia y la adopción.” En este punto, Daniel cuenta una anécdota. “Con Eduardo siempre quisimos adoptar un niño. Nosotros íbamos al Café de las Artes, frente a la Facultad de Derecho. Allí nos encontramos con dos chicos, una nena hermosa y un chiquito que estaba siempre con ella. Se nos acercaron y el pibe le dijo al Gordo: ‘A usted lo vi en la tele. ¿Me firma un autógrafo?’. Eduardo les firmó y les regaló una remera, y después los convidó con un café con leche y medialunas.”
La relación siguió un tiempo y la merienda se fue haciendo un ritual. “Un día, el chiquito se nos acercó y nos dijo: ‘¿Podemos ir a vivir con ustedes a su casa? Nuestro papá nos pega y nos obliga a salir a pedir o a vender cosas’.” De sólo recordar la escena, a Daniel las lágrimas le corren por las mejillas. “La Iglesia dice que somos violentos y que no podríamos cuidar a un niño. Esos chiquitos eran sometidos por un padre heterosexual. Con Eduardo teníamos una cosa en común: a los dos nos abandonaron nuestros padres heterosexuales. Un día se fueron y nunca más volvieron. Hay homosexuales buenos y hay homosexuales malos. Hay heterosexuales malos y los hay buenos. Hay curas buenos y hay curas malos. Los que hoy están hablando en contra de nuestros derechos son la encarnación del diablo, personificado en monseñor (Jorge) Bergoglio.”
“Hay senadores que no quieren votar a favor de la ley porque afirman que un homosexual no está dotado como para adoptar a una criatura. Hablan como si fueran futurólogos. Para mí, al comienzo de la relación, el Gordo fue como un padre. Después, cuando él enfermó, yo me convertí en su padre.” Por momentos, Daniel deja el dolor de lado y se enoja: “Esta es mi casa, la dueña es mi madre. Hay fotos de nosotros juntos, obras de arte, dibujos del Gordo, que era un artista, fotos de Marilyn (Monroe) y de Madonna. No hay porongas colgando en las paredes, como deben imaginar esos curas o senadores que nos critican. Somos personas normales, no tenemos nada que nos haga avergonzar. Nuestra relación primero fue platónica, luego llegó el sexo, pero lo más importante fue nuestra relación espiritual”.
Daniel dice que cree en Dios y muestra una de las miles de fotos con el amor de su vida: “Esta es en París, donde nos casamos espiritualmente los dos solitos, en la Basílica del Sacré Coeur”. Antes del primer encuentro con Eduardo, a Daniel lo había impresionado la aparición del Gordo en un programa de TV conducido por Bernardo Neustadt y Enrique Llamas de Madariaga. “Eduardo fue vestido como si fuera Juan de Garay y les dio una lección sobre la cultura de Buenos Aires. Mientras decía en cámara ‘estos dos señores se la dan de culturosos’, les iba rompiendo toda la escenografía de cartón pintado. Eduardo era un tipo genial.”
Daniel Angelone jugó al fútbol, como marcador de punta, en el club Belgrano de Córdoba, provincia en la que nació. Llegó a jugar en la primera división, pero una lesión en la rodilla le cortó la carrera. Junto al Gordo, en la Botica, fue cadete, anfitrión, actor, bailarín y profesor de tango, caricaturista “y muchas cosas más”.
“Entre los dos hicimos lo que fue la Botica del Angel y estuvimos ocho años en televisión con la Botica del Tango.” En el museo hay obras de Guillermo Roux, Quinquela Martín, Vicente Forti, Antonio Berni, Raúl Soldi, Rogelio Polesello y objetos personales de Jorge Luis Borges, Alfonsina Storni, Victoria Ocampo, Enrique Santos Discépolo y otros. “Soy parte de eso y no me pueden dejar afuera. Si se aprueba una ley que permita el derecho a casarnos, a la adopción y a la herencia, nadie más va a tener que pasar por lo que estoy pasando, sólo por ser homosexual.”
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