Jueves, 11 de agosto de 2011 | Hoy
EL PAíS › CRISTINA KIRCHNER Y AMADO BOUDOU CERRARON LA CAMPAñA DEL FRENTE PARA LA VICTORIA EN EL TEATRO COLISEO
Ante gran parte de los gobernadores kirchneristas y radicales K, la Presidenta reivindicó las políticas de inclusión, se emocionó al recordar a su esposo, Néstor Kirchner, y remarcó: “Cuenten conmigo para lo que resta hacer en la Argentina”, pidió.
Por Nicolás Lantos
“Me gustaría poder ser la Presidenta de la unidad de todos los argentinos”, manifestó Cristina Fernández ante la multitud que colmó el Teatro Coliseo, en la ciudad de Buenos Aires, donde decidió llevar a cabo su acto de cierre de la campaña previa a las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias. Allí dio un discurso firme y seguro, y aunque advirtió que “los votos se cuentan de a uno el domingo, en las urnas, y después de las seis de la tarde”, habló con la tranquilidad de quien se sabe en ventaja y con la mirada puesta en lo que será, eventualmente, su segundo período, al que imagina –o desea– menos turbulento que el que está transitando ahora sus últimos meses. “Pido a los argentinos que depongamos no nuestras ideas y convicciones, sino el mensaje de odio –apeló a la oposición–. La gente necesita que sus dirigentes les lleven alegría y coraje.”
En el mismo sentido, de hacer énfasis en los cuatro años por venir y no en el turno que está terminando, habló su compañero de fórmula, el ministro de Economía, Amado Boudou, quien luego de hacer un repaso por los logros que son bandera de los ocho años del kirchnerismo y destacar que “los sueños del 2003 son las realidades del 2011”, llamó a “buscar el voto por todo lo que falta, por más industrialización, más calidad educativa, más trabajo”. A su turno, la Presidenta retomó el tema: “Podría hablarles de miles de medidas hechas, pero lo importante es lo que está por venir”, prometió, para rematar con un compromiso: “Cuenten conmigo para lo que resta hacer en la Argentina”, pidió.
La aplaudían, desde las gradas montadas sobre el escenario, los gobernadores aliados a la Casa Rosada, desde el bonaerense Daniel Scioli hasta el salteño Juan Manuel Urtubey –dos que buscan posicionarse en la larga carrera al 2015–, pasando por el sanjuanino José Luis Gioja, el tucumano José Alperovich, el chaqueño Jorge Capitanich, el entrerriano Sergio Urribarri, el mendocino Celso Jaque y los radicales K Maurice Closs (Misiones) y Miguel Saiz (Río Negro). También estaba el gabinete nacional en pleno, algunos candidatos escogidos de las boletas oficialistas y las principales espadas kirchneristas en el Congreso: Miguel Angel Pichetto y Agustín Rossi.
En la platea, las primeras filas fueron para la cúpula de la CGT (Hugo Moyano tenía una butaca de privilegio), dirigentes de La Cámpora (se podía ver a Eduardo “Wado” De Pedro, José Ottavis y Mariano Recalde, entre otros), diputados como el Canca Dante Gullo y Jorge Landau, además de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. También estaba la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, que fue mencionada en su discurso por CFK y recibió un cálido aplauso de la concurrencia. Más atrás alternaban otros legisladores y dirigentes con personalidades de la cultura; el primer pullman estuvo reservado a las agrupaciones de pedigree kirchnerista: La Cámpora y Kolina; más arriba colgaban las banderas de otros espacios, como el Movimiento Evita, el Frente Transversal y el Partido Comunista Congreso Extraordinario, entre otros.
El discurso de Amado Boudou, un hombre formado en la técnica y relativamente nuevo en las lides políticas, cumplió su cometido. La crisis económica mundial es un telón sobre el que el ministro, cuya principal medalla a la hora de ser elegido para completar la fórmula presidencial fue su iniciativa de recuperar los fondos de jubilaciones para que fungieran como colchón anticíclico ante los vaivenes de las finanzas internacionales, se siente cómodo. Así, Boudou comenzó jactándose de que “en este momento difícil para el mundo los argentinos podemos estar parados de otra manera”.
Frente a la crisis económica, prometió el candidato, “esta Argentina no necesita ni plan austral, ni plan primavera, ni convertibilidad, ni corralito, ni corralón”, sino “seguir por el camino de Néstor y Cristina”, al que caracterizó como “una autopista donde entran todos, el campo, los empresarios, los trabajadores y los estudiantes”. Y aunque sostuvo que el gobierno nacional tiene “con qué ir a pedirles el voto a los ciudadanos”, tras hacer un repaso por todos los logros del kirchnerismo terminó pidiendo el voto “por todo lo que falta por hacer”.
Boudou resumió los principales avances obtenidos por el kirchnerismo con la imagen de una mesa familiar: “De un lado los abuelos, que recuperaron su jubilación; del otro los hijos, que reciben la Asignación Universal. Pero en el medio, lo más importante, la mamá y el papá que tienen trabajo”. Y antes de cederle la palabra a la Presidenta, realizó una promesa: “Quiero tomar un compromiso: a partir del 11 de diciembre el vicepresidente de la República Argentina siempre va a votar en positivo”.
La locutora la presentó, simplemente, como “la compañera Cristina”. Y el Coliseo estalló mientras muchísimos papelitos volaban desde cañones ubicados estratégicamente a ambos lados del escenario y en los palcos, bañando el auditorio de celeste y blanco. Comenzó su discurso recordando a Néstor Kirchner, que en el mismo teatro había lanzado, en abril del 2003, su plataforma para las elecciones que lo consagraron. A partir de allí, evitando cualquier estilo confrontativo, tendió una mano a la oposición, a la que le pidió que “apoyen lo que está bien y ayuden a corregir los errores” que pueda haber.
“No tenemos que enojarnos con los que aún no entienden”, pidió, con la tranquilidad de quien sabe que los números la respaldan. Sin embargo, pronto quiso diferenciarse de las otras propuestas que se presentan a comicios: “Acá hay algo más que política e ideas: acá hay valores. Este proyecto tiene valores. Valores que no cotizan en Bolsa”, sostuvo, haciendo estallar al auditorio. A esos valores los resumió en una palabra: igualdad.
“Es una demanda que recorre el mundo –sostuvo, mentando a Chile, Londres, Madrid y el Magreb–. No están pidiendo que les solucionen la vida, sino que les dejen tener una utopía. No se puede vivir una vida a plazo fijo.” Y tras volver a recordar a su marido hasta el punto de aguantar lágrimas (“El, acá, hace ocho años, soñaba la Argentina que tenemos hoy”, arriesgó), volvió a interpelar a la oposición: “¿Por qué no apoyar lo que está bien y ayudar a corregir los errores? –se preguntó–. No queremos aplausos ni agradecimientos, simplemente colaboración. Depongamos no nuestras ideas y convicciones, sino el mensaje de odio. La gente necesita que sus dirigentes le lleven alegría y coraje, con un mensaje y una conducta que genere paz en tiempos de tanta turbulencia”. Y el Coliseo volvió a estallar.
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