Jueves, 10 de noviembre de 2011 | Hoy
EL PAíS › LAURA CATALINA DE SANCTIS OVANDO DECLARó POR PRIMERA VEZ SOBRE SUS APROPIADORES
“Más allá de haberme robado, es un requisito que mis papás hayan desaparecido para quedarse conmigo”, dijo Catalina ante el tribunal que juzga el plan sistemático de apropiación de niños. La vinculación con el Movimiento Familiar Cristiano.
Por Alejandra Dandan
Laura Catalina de Sanctis Ovando tuvo la certeza de que estaban hablando de ella cuando vio un spot de Abuelas de Plaza de Mayo en televisión. Era el año 1998, ella había cumplido 21 años, estaba en una casa de Belgrano, pero sabía que su nacimiento, por alguna razón inexplicable, había sido en Campo de Mayo. Ella declaró ayer por primera vez en el ámbito de un juicio oral, en la causa por el robo sistemático de niños durante la dictadura. Su historia conecta nuevamente al Movimiento Familiar Cristiano (MFC) con las apropiaciones ilegales de la dictadura.
“Yo siempre decía desde chica, desde los ocho años me acuerdo, que tenía cara de nada al mirarme al espejo. Cuando vi las fotos de mi mamá con la esperanza de verme en alguien... las fotos eran de mala calidad, así que me enojé.”
Catalina nació el 11 de agosto de 1977. Desde chica creyó que era hija biológica de sus apropiadores porque la habían anotado fraguando un libro de parto del Hospital Militar de Campo de Mayo. El dato abre nuevas puertas para la búsqueda de niños, ya que hasta ahora muchos de los robos-desapariciones del hospital parecían partir de inscripciones de NN.
Sus apropiadores fueron María Francisca Morilla y Carlos Hidalgo Garzón; ella, una docente que desde chica le relató dificultades para quedar embarazada y a sus seis años intentó decirle que era adoptada, pero cuando entendió que la historia podía terminar en casa de las Abuelas de Plaza de Mayo volvió atrás. Su apropiador era un hombre de Inteligencia del Ejército, enlace entre el Batallón 601 y el 101 de La Plata, con contactos eternos entre los espías y abogado. Su historia es simbólica porque contiene datos que a esta altura del juicio parecen estandarizar lo que funcionó como sistema de apropiación de bebés.
Catalina está casada, es profesora de educación física y durante el ritual del comienzo de la audiencia decidió no jurar, sino prometer decir la verdad. En la sala estuvo su compañero y compañeros de militancia de sus padres, parte de Montoneros. Su caso no forma parte de este megajuicio, pero el hallazgo de la carta del MFC habilitó su relato como parte de las pruebas.
–Al comienzo dijiste tu nombre –le dijo el abogado de Abuelas, Alan Iud–.
–¿Siempre ése fue tu nombre?
–No –dijo ella–. Mi nombre era otro. De hecho, mi DNI continúa con ese otro nombre que me pusieron mis apropiadores. Mi nombre era María Carolina Hidalgo Garzón.
–¿Cómo te enteraste de que no era?
–A raíz de una causa judicial, en el año 2008 se hizo un allanamiento en el que se llevaron prendas mías que permitieron determinar que mis papás eran Raúl René de Sanctis y Miriam Ovando. Mi mamá había podido enviar una carta a mis abuelos diciendo que yo había nacido, por eso sé que me llamo Laura Catalina.
Y luego:
–Yo fui criada como hija biológica, así fui inscripta, no tuve dudas hasta mis 21 años, en que vi en la tele una publicidad de Abuelas y tuve la certeza, no dudas, de que yo era hija de desaparecidos. Es como que en ese momento se juntó toda la información y tuvo un sentido el nunca haber visto fotos de mi apropiadora embarazada, el lugar donde había nacido, porque vivíamos en Belgrano pero yo nací en Campo de Mayo y las explicaciones que me dieron siempre eran diferentes, no tenían sentido. En ese momento le fui a preguntar a Morillo si yo era hija de desaparecidos, me dijo que sí, que mis papás habían muerto en un enfrentamiento. Pero que no era como decían las Abuelas, que no me habían elegido, sino que yo había quedado huérfana y las familias (biológicas) cuando se les daba la noticia de un bebé, no los querían, como que los rechazaban.
La conversación cerró con otro mensaje: si ella hacía algo para conocer quiénes eran sus padres, ellos iban a ir presos. Catalina les dijo que no iba a hacer nada que los perjudicara, y cuando notó que algo parecido a una causa judicial podía dar con ella empezó a escaparse. Primero a Paraguay con su marido, pero seguida por su apropiador, luego a Misiones. “Me llevó mucho tiempo poder desprenderme de esa culpa que lograron que sintiera, porque me seguía sintiendo yo responsable de las consecuencias de sus actos.” En la recuperación veloz de la historia, con momentos de decisión y el allanamiento judicial que la encontró instalada en San Luis, hubo otros datos importantes. El ticket de compra de ropa para un bebé de 1977, una charla que su marido Rodrigo tuvo con su apropiador antes de la muerte y una carta sobre el MFC.
El ticket era una tarjetita de ropa para bebé comprada en cuotas, del 13 de agosto de 1977. Ya estaba la causa abierta, pero ese ticket la alteró porque todavía estaba convencida de que había nacido el día 15. “Me pareció sumamente doloroso pensar que yo iba a nacer y que ellos hayan estado preparando las cosas desde antes y entonces se cayó todo el engaño de que yo me había quedado sola y ellos por amor me adoptaron.”
En otro momento, Rodrigo le mostró a su apropiador fotos de las posibles parejas de padres de Catalina. “Mi apropiador reconoció a mi mamá antes de que yo supiera el resultado del examen. Le dijo que la había visto en Campo de Mayo detenida, y que al otro día había llamado para ver si ‘habían volado el paquete’. Cuando Rodrigo le preguntó si se refería a los vuelos de la muerte, dijo que sí. Y también le comentó que el que me había entregado fue el doctor Bianco, que me habían ido a buscar personalmente a Campo de Mayo en su Falcon.” Y digo: “Esto obviamente me hizo cambiar la mirada de todo. Y eso fue lo que me hizo querer ser querellante en la causa contra ellos, porque más allá de haberme robado, es un requisito que mis papás hayan desaparecido para quedarse conmigo, así que son cómplices de la muerte de mis papás”.
En un último allanamiento encontraron una carta con datos del MFC. Tenía fecha de abril de 1977 y estaba dirigida a un tal Carlos Herrera Goncalvez, el supuesto nombre de cobertura de su apropiador, para ese entonces instalado en Tucumán. La carta –publicada en septiembre por Página/12–, escrita por su apropiadora, hablaba de la visita de una asistente social del MFC y hacía referencia a cómo eran los partos. Decía que según la asistente, “eran partos normales”, “que no se entregan chicos con malformaciones”. Es muy raro, dijo Catalina: “Me di cuenta de que habla de partos cuando todo supuestamente tenía que ver con adopciones, que en general son chicos más grandes”.
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