Domingo, 11 de diciembre de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Washington Uranga
Al asumir su segundo mandato constitucional, la Presidenta Cristina Fernández se comprometió a seguir trabajando “por todos y con todos por una Argentina más justa, solidaria y equitativa”. Si bien la frase puede leerse como un slogan, es también la expresión de una propuesta de futuro, quizá la traducción de un horizonte ético en un compromiso político. Cuando la propia Cristina inició su mandato anterior se habló de “profundizar” el cambio y más recientemente, sobre todo después del fallecimiento de Néstor Kirchner, en las mismas filas del elenco gobernante se pronunció una y otra vez la sentencia de “siempre más”.
La Presidenta hizo un balance de lo realizado, no sólo por su gobierno sino por el de Néstor Kirchner. Y a todas luces son muchos los pasos dados desde el 2003 hasta el presente. Sin embargo, todo eso forma parte ya de los logros y, en alguna medida, de la historia. Ese es el nuevo piso. Y las expectativas, las búsquedas y los nuevos horizontes tienen que fijarse con esa nueva base. A eso se le puede llamar también una nueva generación de expectativas y horizontes de gobierno.
¿Es lógico y sensato pedir más? Sí, porque la calidad de vida no tiene un tope estipulado. Porque es normal aspirar a más, siempre.
Porque como bien se indicó fueron importantes los avances en educación, pero no se pueden resignar nuevos horizontes de calidad que combinen mejores prestaciones, más integración tecnológica, otros horizontes pedagógicos. Para la educación media y para la educación superior. La Asignación Universal por Hijo es un paso importante, pero hay que trabajar para que la universalidad sea tal, para que deje de ser percibida como un subsidio y se la entienda como un derecho, y para que nadie piense que la AUH es sustitución del trabajo digno. Eso sería buscar un salto de calidad. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual tiene que ser la base de una política nacional de comunicación que apuntale a otras políticas públicas. Y hay que avanzar hacia un régimen jubilatorio que garantice la dignidad y la calidad de vida de quienes aportaron durante su trayecto laboral. Son sólo algunos ejemplos. Y podríamos seguir agregando. No se trata de desconocer lo hecho. Aplausos, reconocimientos... y ya está. Ahora hay un nuevo piso, otras demandas. Sin desconocer nada, pero exigiendo legítimamente “una Argentina más justa, solidaria y equitativa” como lo anunció la Presidenta.
¿Cómo podría traducirse todo lo anterior en esta nueva etapa de la gestión de gobierno?
La Presidenta dio algunas pistas. Les pidió a los congresistas que se aboquen, entre otros temas, a la ley de tierras y al estudio del código penal tributario. Son dos cuestiones centrales y por cierto no poco conflictivas. Para muchos la ley de tierras (apenas referida a la propiedad en manos de extranjeros) es insuficiente si no se retoma en el marco de una política integral pensando el territorio –un concepto mucho más abarcativo– que no sólo tiene en cuenta la propiedad, sino sobre todo las formas de explotación, la sustentabilidad, los derechos de los pobladores, el cuidado del ambiente, los aspectos culturales y sociales. No se habrá dado un gran paso apenas impidiendo el acceso de los extranjeros a la propiedad de la tierra argentina. También porque nadie ni nada garantiza que la sola condición de nacional redunde en mejor aprovechamiento de los recursos y más respeto por las personas y su calidad de vida. La igualdad ante la ley también pasa por los tributos.
Hay que pensar en la reforma del Estado. Algo dijo Cristina. Habló también de la “Patria Grande”. Este frente, el de la unidad latinoamericana o sudamericana según se la vea, ha sido otra bandera permanente. También en este aspecto se dieron pasos. Importantes, valiosos, pero todavía inconclusos. La integración regional no es una pretensión política, sino una necesidad político-económica de la hora. Sin unidad regional no hay futuro posible. No alcanzan los acuerdos comerciales, arancelarios y los pactos de “defensa” frente a la crisis. Es necesario trabajar en políticas integrales que incluyan también perspectivas ciudadanas, para que sean los pueblos los que se hagan cargo, de distintas maneras, del objetivo de la unidad.
Dijo también la Presidenta que “mientras haya un solo pobre en la Argentina no estará completo nuestro proyecto nacional, popular y democrático”. Es otro compromiso. Un desafío que incluso puede abrir las puertas a un debate acerca del “modelo”, dado por cierto, comprendido y válido, aunque se discuta poco sobre sus aciertos, sus contradicciones, sus componentes presentes y futuros.
También en lo político hay un nuevo piso. Diez años después de la crisis del 2001, existe sin duda una importante recuperación de la política, los jóvenes se reintegraron en muchos espacios. Sin embargo, falta calidad democrática e institucional. No fue suficiente con la ley de reforma política. ¿Cómo se accede de la militancia social al poder político? ¿Cómo se hace compatible el ejercicio clientelar con los espacios de participación? ¿De qué manera se pueden generar ámbitos de democracia participativa que no sean meramente simbólicos y que complementen la democracia representativa que tenemos? Se trata de recrear nuevas formas de ciudadanía plena, a partir de lo logrado, y de la vigencia irrestricta de los derechos humanos.
La nueva etapa demanda mirar para adelante. Sin desconocer ningún logro, pero fijando un nuevo punto de partida. Mirar sólo para atrás entraña el riesgo de chocarse contra un muro mientras celebramos los éxitos. El futuro es siempre el espacio de la voluntad, de la libertad y del poder. Porque siempre está por hacer y de nosotros depende.
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