EL PAíS › OPINIóN

Elogio de la ignorancia

 Por Aníbal Fernández *

“Hay mucho que decir en favor del
periodismo moderno. Al darnos las
opiniones de los ignorantes, nos mantiene
en contacto con la ignorancia de la
comunidad.”

Oscar Wilde

“Yo creo que los que estamos acá sí somos golpistas... golpistas en favor de la democracia.” Tenso, casi crispado, el manifestante le habla al periodista con la íntima certeza de haber pasado a la posteridad gracias a esa frase que, seguramente, preparó durante días para decirla en el momento indicado. Un oxímoron... nada más. Un oxímoron, sin marco poético ni contexto literario, que se puede volver falacia (o algo peor) si rápidamente no se explica que lo que está intentando semejante pensador contemporáneo es confirmar por los opuestos.

Me pregunto... ¿sabrá que el golpismo y la democracia no se juntan? ¿Que son como el agua y el aceite? Y uno espera que alguno de los tantos comentaristas que analizan la marcha –sean académicos, periodísticos o políticos opositores–, corrija al joven manifestante, aunque más no sea para confirmar su intención.

Pero nadie lo hace. Todos confían en que el televidente entiende... o que no entiende (no se entiende bien). Sólo que nadie se toma el trabajo y entonces, una señora irrumpe en pantalla y dice: “Esto es una dictadura... no es un gobierno democrático” y ahí uno cree que ahora sí, alguien va a aparecer y va a explicar que luego de ganar en las últimas elecciones con el 54,11 por ciento de los votos, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner es uno de los de mayor legitimidad democrática en toda la historia argentina.

Tampoco. Se sigue dando por entendido –supone uno– que todos saben eso. Pero es evidente que no. Hay quienes revolean carteles que dicen “No a la DiKtocracia” y otros que marchan “por la defensa de las instituciones”. Una señora paquetísima que sólo comprende la procreación como responsable cuando se tiene dinero, junto a los que quieren destituir a la Presidenta. Una ensalada que vienen a condimentarnos dirigentes como Elisa Carrió, quien sostiene que el cacerolazo es contra el “fascismo” del gobierno nacional, o Mauricio Macri, que interpreta que “el pueblo dijo que no quiere que lo conduzcan desde el miedo” (claro, si lo dice él, que es un experto en leer las señales del pueblo...). En la misma línea, Hermes Binner, excesivamente locuaz para su estilo, sostiene que “la gente ha perdido el miedo, por eso sale a la calle”, mientras un siempre circunspecto Roberto Lavagna invita al Gobierno a “hacer un poco menos de chavismo”. Por su lado, un Pino Solanas presto a lanzar su candidatura como senador por la Ciudad de Buenos Aires para el 2013 interpreta que “las manifestaciones son una clara llamada de atención ante la profunda degradación institucional que sufre nuestro país”.

Así explican. O, mejor dicho, se explican (lo que en realidad significa que confunden). “Vengo a poner mi granito de arena a la confusión general, Tato”, sintetizaba hace muchos años el genial Federico Peralta Ramos fijando la postura de “su” clase social.

“Desde el ’55, que era chiquita... cuando derrocaron a Perón”, dice una señora que viene a estas movilizaciones y cuando el cronista le pregunta por qué protestaba en aquel entonces, dice: “Contentos porque habían derrocado a Perón”, mientras reafirma enfáticamente con la cabeza.

Los motivos, como las consignas, son disímiles y profundamente contradictorios. Los de los “marchantes” y los de los dirigentes que, sin estar a la cabeza de las marchas, hacen ingentes esfuerzos por llevar agua para su molino.

No aparece, en realidad, un hilo conductor, aunque para el diario La Nación está muy claro que se trata de una marcha “espontánea y apartidaria” ya que la convocatoria fue realizada por redes sociales y no se identificó con ningún líder ni agrupación (los tweets de dirigentes como Patricia Bullrich no cuentan en este caso porque llaman a marchar “sin banderas”) y que “el destinatario excluyente de la indignación social” es el Gobierno (tampoco cuenta la pancarta que conminaba a la oposición a juntarse y hacer algo).

No aparece una demanda colectiva, aunque de la encuesta online realizada por Cronista.com, surja que “la principal motivación que tuvo el cacerolazo de la semana pasada fue rechazar, con el voto del 53 por ciento de los que eligieron responder, una re-reelección de la presidenta de la Nación.

Si la re-reelección de la presidenta es el motivo principal, están marchando (sin sentido) contra algo inexistente. Algo que, hasta el momento, prohíbe la Constitución Nacional.

Lo que si aparece de manera indisimulable es la violencia. A pesar de que para los comentaristas se trate de una “marcha pacífica” (esto dicho mientas en pantalla pasa un grupo enarbolando banderas con la esvástica o cuando otro grupo canta y baila deseándole la muerte a la Presidenta).

Pero la violencia no puede ser el motivo. Es difícil creer que el odio de clase movilice de esa manera, aunque sean unos pocos miles. Más difícil es entender por qué los que comentan las imágenes y los dichos de los marchantes no explican las evidentes contradicciones. Como en el clásico Elogio de la locura, de Erasmo de Rotterdam, aquí, de lo que se trata, es de hacer una “oda” a la desinformación y tenerlos “confundidos” para poder “arriarlos” hasta las plazas a protestar en defensa de... La pancarta, que cruza toda la pantalla, viene a responder: “Cristina, devuelvan el país”, dice con soltura. Y todo queda claro.

No quieren perder ni uno de sus privilegios. Por eso “marchan” y no se movilizan...

* Senador nacional del Frente para la Victoria.

Compartir: 

Twitter

 
EL PAíS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.