Viernes, 5 de octubre de 2012 | Hoy
EL PAíS › MENOS PREFECTOS Y GENDARMES FRENTE A LOS EDIFICIOS DE SUS FUERZAS
En el tercer día de los reclamos, las explanadas del Guardacostas y el Centinela lucieron más despobladas. Fue notorio que allí quedó sólo el núcleo duro. Reaparecieron también los prefectos en los puestos habituales de Puerto Madero.
Por Emilio Ruchansky
Con la llegada del sueldo, la mayoría de los gendarmes se retiró ayer de las escalinatas del edificio Centinela, en el barrio porteño de Retiro. Del grupo de suboficiales y retirados de las Fuerzas Armada que el miércoles se dirigió al edificio Libertador, quedaron alrededor de 40 personas, cortando la calle, sentados en banquitos y rodeados de banderas. En el edificio Guardacostas persistió el núcleo duro, ya sin uniforme y con un poco más de espacio, ya que convenientemente desaparecieron unos tabiques que protegían una obra en la plazoleta que está enfrente de ese edificio y detrás del ex Correo Central. Sobre ese césped, y acompañados de sus familias, los prefectos pasaron el día entre mate y mate, a la espera de que les aumenten a 7000 mil pesos el básico, más allá del pedido inicial que vociferaron estos días: “El sueldo no se toca”. En cada lugar se armó una carpa para mantener el vilo.
Por la mañana, los gendarmes pasaron por el cajero luego de enterarse de las novedades por boca de la propia ministra de Seguridad nacional, Nilda Garré. Una mujer aseguró ante las cámaras que la liquidación había sido despareja, que algunos cobraron más y otro menos, “pero la mayoría cobró menos”. Sin embargo, había cuatro o cinco veces menos de uniformados en el cruce de las avenidas Antártida Argentina y Gendarmería Nacional, frente al edificio Centinela, en un claro relajo tras el pico de la protesta de esa fuerza federal, ocurrido el día anterior.
“Yo les pido una sola cosa, quiero saber si alguien tiene la solución para que de un día al otro el ministerio de Seguridad y el Gobierno cambie las situaciones por las que reclamamos”, dijo un gendarme entrado en años, antes del mediodía, cuando aún circulaba el micrófono “libre” en las escalinatas del edifico Centinela. Enseguida un camarada más joven se lo arrebató y retrucó: “Yo tengo cuatro hijos viviendo lejos mío, le pedí a un amigo que me preste 100 pesos para mandarles. No llego a fin de mes, así que trabajo de remís”.
La pelea por la palabra en esa explanada cesó a las 17, luego de que Raúl Maza, el vocero de los gendarmes que aseguró no ser un “golpista”, insistiera con la idea de instalar carpas para esperar hasta el martes, tiempo que pidió el secretario de Seguridad, Sergio Berni, para analizar los 10 puntos del petitorio conjunto de Gendarmería y Prefectura, cuya recepción firmó ayer a las 5 de la mañana. La medida se levanta, advirtió el gendarme temprano, cuando haya una “aprobación por escrito” de un aumento del 70 por ciento del sueldo mínimo. La tarde transcurrió con los himnos a San Lorenzo, a las Malvinas y folclore vario.
Cuando ya se avecinaba la noche, la vaquita para llenar dos ollas de acero, de 20 litros, y comprar sandwiches llegaba a 2200 pesos; los gendarmes ya habían izado la bandera y en vez de llegar más uniformados, como había ocurrido el día anterior, se iban otros a fin de cumplir con los “relevos” para asegurar la permanencia de la protesta. No se veían carpas y había más familiares que gendarmes y muchos grupitos que mateaban alrededor del auto para escuchar la radio, yendo y viviendo por agua caliente. “Los gendarmes también son seres humanos”, decía la cartulina que portaba una señora.
Los prefectos, en cambio, mantuvieron nutridas de público las escaleras del edificio Guardacostas, sobre la avenida Madero. Había mucha gente joven, familias y pocos uniformes. La llegada de una nueva cúpula en la Prefectura trajo algunos cambios: ya no había esposas en las manijas del portón lateral ni patrulleros que obstruían otros accesos. A media cuadra, había dos motos de la Policía Federal, con luces prendidas, y dos agentes que acomodaban el tránsito pesado de la avenida Madero. Seguía allí un micro de Prefectura, pero había pocos patrulleros de la fuerza.
El frente de mármol del edificio Guardacostas quedó agitado por cartulinas blancas, escritas casi siempre con la misma letra, y pegadas por todas partes, indicando reparticiones: Villa La Angostura, Bariloche, Río Pilcomayo, Corrientes, Calafate, Río Gallegos. Y las banderas del Grupo Albatros, Prefectura de Comahue, La Plata, Zárate, General Alvear, “Centro de policías heridos en actos de servicio de la Provincia de Buenos Aire”. Las gorras color caqui fueron reemplazadas por unas más informales, de lona azul, parecida a las de los colegas de la Bonaerense.
“Jamás va a ser nuestra intención dejar a la sociedad sin seguridad. Defendamos nuestros derechos pero no nos olvidemos que somos prefecturianos y argentinos”, dijo el prefecto Damián Pared y pidió que todos anduvieran con sus identificaciones a la vista y no se maltratara a la prensa. Y destacó que el reclamo es “estrictamente salarial” y que el personal de Prefectura avala “ciento por ciento la democracia”. En la plazoleta del frente, ya sin el tabique que la obturaba los dos primeros días de protestas, alguien instaló su tienda, garrafita y una lechera.
A diferencia de lo ocurrido el miércoles pasado, ayer los prefectos patrullaron la zona de Puerto Madero y estuvieron los puntos fijos habituales y dirigieron el lío de tránsito que provocaba su protesta.
El grupo de oficiales retirados de la Armada y sus camaradas activos visitaron a los gendarmes, pasado el mediodía, y luego recorrieron las cuatro largas cuadras hasta el edificio Libertad. A 100 metros, un cuatriciclo con un agente de la Policía Federal les custodiaba el corte. Enfrente, se veían decenas de gendarmes haciendo su guardia en los tribunales de Comodoro Py. No eran más de 40 personas y cruzaron una soga frente a las escaleras de ese edificio, con carteles que replicaban las consignas de reclamos de sus camaradas. En ese grupo, nadie lucía uniformes de alguna fuerza.
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