Domingo, 7 de abril de 2013 | Hoy
EL PAíS › EL CASO DE ALDO VARA, ACUSADO POR CRIMENES DE LESA HUMANIDAD
Vara fue capellán auxiliar del Cuerpo V y tuvo un rol protagónico junto a los represores. Los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani pidieron su detención e indagatoria, pero el juez federal de Bahía Blanca Santiago Martínez rechazó la solicitud.
Por Diego Martínez
La Justicia de Bahía Blanca se resiste a investigar a los sacerdotes que actuaron al servicio del terrorismo de Estado. El ex capellán Aldo Omar Vara admitió en 1999 que supo de las torturas en el centro clandestino La Escuelita y que vio las secuelas de la picana sobre el cuerpo de jóvenes secuestrados en el Batallón de Comunicaciones 181. El entonces fiscal general Hugo Cañón pidió su imputación pero la Cámara Federal se la negó. Trece años después, el tribunal que condenó al primer grupo de represores del Cuerpo V de Ejército –integrado por jueces foráneos porque sus pares bahienses no daban garantías de imparcialidad– tomó nota de los testimonios sobre Vara, consideró probada su “culpabilidad” en secuestros y torturas, y ordenó que se lo investigara en primera instancia. Los fiscales federales José Nebbia y Miguel Palazzani desmenuzaron las pruebas contra el ex capellán, a quien caracterizaron como un agente de Inteligencia que sólo por su técnica se diferenciaba de los militares, y pidieron su detención e indagatoria. El juez federal Santiago Martínez rechazó el pedido con cuatro palabras: “No surgen elementos suficientes”.
Vara fue capellán auxiliar del Cuerpo V entre 1971 y 1979 y es el único sobreviviente de los religiosos que tuvieron un rol protagónico junto a los represores del comando bahiense. En los últimos años murieron impunes el ex arzobispo Jorge Mayer, que llegó a bendecir medallas de torturadores hoy condenados; su segundo Emilio Ogñenovich, quien en 1976 justificó que “los profetas de una moral sin Dios están recogiendo las consecuencias lógicas”; y Dante Inocencio Vega, el capellán del Cuerpo V que durante la dictadura admitió ante madres de secuestrados que sus hijos estaban en La Escuelita y en democracia juró por la Biblia no conocerlas.
El más conocido de los casos que involucran a Vara es público desde el juicio a las Juntas gracias al testimonio de un grupo de estudiantes de la Escuela de Nacional de Educación Técnica No 1 que fueron secuestrados en diciembre de 1976 y torturados durante un mes en La Escuelita. Abandonados en una ruta, otro grupo de militares simuló rescatarlos y los llevó al Batallón, donde recibieron varias visitas del capellán. Uno contó que “nos traía galletitas, cigarrillos, preguntaba cómo habíamos llegado ahí, pero no le avisó a nuestros padres como le pedíamos”. Gustavo Aragón consideró una ironía que Vara fuera a llevarles “la palabra de Dios” y a hacerlos rezar mientras seguían en cautiverio. Gustavo López contó que a veces iba con sotana y otras con pantalón, siempre con cuello blanco. José María Petersen declaró que les daba “una especie de contención”, pero cuando relataban las torturas permanecía en silencio. Recordó una respuesta de antología que el tribunal apuntó en la sentencia: Vara sugirió que los secuestradores eran paramilitares que actuaban por su cuenta y que los estaban buscando.
Cuando Dorys Lundquist de Chabat supo que su hija Patricia estaba secuestrada en los fondos del Cuerpo V intentó hacerle llegar ropa y medicamentos homeopáticos a través de Vara. Dos días después de dejarle el envío en la casa que el cura compartía con su madre, Vara la visitó en su Citroën amarillo limón, recordó. Le dijo que no podía hacerle llegar el paquete a su hija pero que se quedara tranquila que estaba bien atendida y bien alimentada. “A las chicas las respetan”, le aseguró, en referencia a lo que ocurría en el centro clandestino. Dos días después de ser blanqueada en la cárcel de Villa Floresta, aún con signos visibles de tortura, Patricia recibió la visita del sacerdote, a quien había conocido en su adolescencia. Vara le aconsejó olvidarse de los padecimientos en cautiverio y le dijo que todo era culpa de sus padres.
No sólo los sobrevivientes recordaron la actuación de Vara durante el juicio oral. El ex conscripto Daniel Fonti, quien ingresó al Cuerpo V a fines de 1975 luego de recibirse de médico y se negó a asistir un parto en el centro clandestino, declaró que Vara tenía “mucho contacto con la gente asignada a La Escuelita”. “Al centro clandestino iban religiosos, curas”, relató a su turno el médico Alberto Taranto, que como conscripto también se negó a acatar órdenes ilegales. “Supe cómo se llamaban (los capellanes) pero no recuerdo”, agregó. Cuando le preguntaron por otras autoridades eclesiásticas dijo que “monseñor Mayer habitualmente iba al comando a reunirse con (el segundo comandante, general Abel) Catuzzi y he visto que caminaba hacia ese lugar (La Escuelita), lo hacía con sus hábitos”.
Citado como testigo en el Juicio por la Verdad en 1999, luego de que el fiscal Cañón le recordara su obligación de no mentir, Vara confirmó el relato de los estudiantes de la ENET. “Esos chicos dijeron que habían estado en un lugar clandestino llamado La Escuelita, que nunca visité”, se adelantó a la pregunta. “Todo el mundo en la ciudad hablaba de La Escuelita”, sugirió. “Alguno dijo que había sido torturado” con “métodos eléctricos”, recordó, y admitió que tenían secuelas. “No recuerdo exactamente (en qué parte del cuerpo) pero me las mostraron”, dijo. Como “corrían peligro de vida ellos y sus familias”, les recomendó que no hablaran “más que con su papá y su mamá”, al menos “hasta que llegaran tiempos en que se pudiera hablar”. Cañón acusó a Vara como partícipe secundario de los delitos de torturas y privaciones ilegales de la libertad. Los jueces Luis Ramón Dardanelli Alsina, Víctor Américo Bambill y José Pedro Díaz se negaron a citarlo a indagatoria.
En septiembre de 2012, luego de escuchar a casi 400 testigos, los jueces Jorge Ferro, José Triputti y Martín Bava ordenaron en su sentencia que se investigue a Vara, a quien no pudieron escuchar porque la Iglesia Católica dijo ignorar su paradero. El tribunal consideró haber “determinado a esta altura de los hechos y con el grado de probabilidad suficiente la culpabilidad del sacerdote” en delitos de lesa humanidad. Como el juez Martínez delegó la investigación en el Ministerio Público, la orden del tribunal recayó en los fiscales Nebbia y Palazzani, que dos días después del nombramiento del papa Francisco pidieron la detención del ex capellán.
“Vara garantizó la continuidad de la privación ilegal de la libertad y torturó psíquicamente a los cautivos dentro del centro clandestino y a sus familiares afuera”, escribieron los fiscales. “Así como los médicos ponían sus saberes al servicio del plan represivo, los sacerdotes, amparándose en su misión pastoral, interrogaban a los secuestrados”, apuntaron, y destacaron que Vara “comparte el pacto de silencio cínico y cruel que une a todos los responsables, silenciando información que podría aliviar el dolor de sobrevivientes y familiares”. Entre los elementos que refuerzan las pruebas del rol de Vara citaron su carta de despedida al jefe del Batallón 181 en 1979. “Fue un honor para mí haber podido comprometer mi vida, y arriesgarla, durante estos largos años de iniquidad y salvajismo. Fue un honor brindar mi aporte sacerdotal a una empresa tan difícil”.
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