Sábado, 22 de marzo de 2014 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Emilce Moler *
Cuando se anunció que el 24 de marzo sería feriado nacional hubo muchas discusiones acerca de su pertenencia. Algunos razonaron que se banalizaría el horror y degradarían los valores y la ética de las víctimas del terrorismo de Estado. Sin embargo, ocho años después, el 24 de marzo se ha consolidado como la fecha donde la sociedad expresa su máximo repudio a la última dictadura. Y, a diferencia de otras conmemoraciones que se celebran en escuelas o instituciones, éste es un feriado que “saca” la gente a la calle.
No es un día en el que simplemente recordamos el inicio de la etapa más sangrienta de nuestro país. Es un día que vivimos con una enorme intensidad: algunos revivimos el dolor de la tortura, de los hijos, los padres, los hermanos, los amigos y compañeros arrancados; pero también un día de reparación, un día de reafirmación de valores cada vez más y mejor compartidos.
Cada 24 de marzo se multiplican los homenajes, los actos, las marchas. Se suman las expresiones artísticas, las señalizaciones, las marcas urbanas, las voces, las historias. En todos los rincones del país se recrean las memorias.
La emergencia de estas voces sintoniza con las políticas de Estado que sostienen, profundizan y respaldan el procesamiento a los genocidas y la forma en la que los jóvenes se apropiaron de estas memorias del horror.
El acierto de una parcialidad de los tribunales federales en los procesos contra los represores y la vitalidad y el interés político de las juventudes nos permiten pensar un Poder Judicial que juzgue con los mismos valores las inequidades, las vulneraciones de derechos, las exclusiones y la brutalidad de la que son víctimas muchos argentinos. Un pueblo que encuentre en el Poder Judicial protección a los derechos conquistados.
La mirada de los jóvenes, sus preguntas novedosas, sus reflexiones nutrieron nuestra propia perspectiva. Generamos lazos solidarios que nos permiten pensar juntos un proyecto colectivo. Es nuestro compromiso poner en valor estos lazos y reconstruir las tramas sociales que la dictadura fracturó.
Los jóvenes son protagonistas de su época, construyen su propia agenda y nos incorporan a sus nuevas demandas. Debemos comprometernos con su empuje y alegría, con la esperanza de que esos lazos quebrados se estrechen nuevamente, renovados, conflictivos, auténticos y fuertes.
Celebro que en los últimos años tengamos el “feriado” del 24 de marzo que permite que las calles se impregnen de política. Donde se entretejen historias, lazos que conjugan pasado, presente y futuro bajo una misma consigna: Nunca Más.
* Militante de DD.HH. Ex detenida-desaparecida.
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