Domingo, 24 de mayo de 2015 | Hoy
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Los 25 de Mayo desde la asunción de Néstor Kirchner. Los actos, propios o ajenos. La disputa de la calle. La política y las celebraciones. La construcción de un relato en el espacio público. La inversión cultural, gratuidad, derechos. Una línea sobre Tecnópolis. Comparaciones con el pasado o con ultramar.
Por Mario Wainfeld
La “década ganada” cumplirá mañana doce años, por lo que habría que ir pensando en cambiarle el rótulo. En 2003 asumió el presidente Néstor Kirchner, quien ya venía sorprendiendo desde su muy cercana elección. El discurso ante el Congreso fue un rompeaguas. Este cronista escribió en su nota del día después: “Cuando describe que no será un gerente de los poderes económicos, cuando hace cirugía mayor en las Fuerzas Armadas y hasta cuando evoca en su discurso parlamentario y en su improvisación en la Rosada su pasado setentista, ‘conduce’ a los otros a comprometerse, a favor o en contra, de sus posturas”. La cita del momento expresa algo asombroso en el contexto de la época. Muchos, uno mismo, le creyeron a Kirchner en un clima de desazón y abatimiento.
Las presencias de Fidel Castro y de Hugo Chávez fueron anticipaciones de la etapa de integración por venir. En su inolvidable discurso en las escalinatas de la Facultad de Derecho, Fidel se valió de una palabra exótica al repertorio marxista y no tan asidua en el político: autoestima. La recuperación de la autoestima, del trabajo, de comer en familia, de la conciencia de los derechos fueron claves de lo que advendría.
Muy pronto Kirchner empezó a comentar que un proyecto diferente precisaba para asentarse, por lo menos, diez años de gobierno. En las jornadas más cercanas los presidentes caían como moscas, a menudo masacrando argentinos que los cuestionaban. La estimación del recién llegado a la Casa Rosada sonaba a voluntarismo extremo o a delirio liso y llano. La década larga corrobora que no era para tanto. En el camino había que construir legitimidad de ejercicio, consolidada con votos y no merced a editoriales, papers académicos o encuestas.
Tomemos una muestra de los 25 de mayos ulteriores, puede ser un modo alternativo de repaso.
El de mañana será el último de las presidencias de Cristina Fernández de Kirchner.
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Variaciones y presagios: El gran acto de 2004 fue la reapertura y recuperación democrática de la ESMA. El simbolismo articulaba con la política de Derechos Humanos, la anulación de las leyes de la impunidad, la apertura o reapertura de los juicios a los represores. Los tres poderes del Estado confluyeron en la reparación histórica y la restauración del estado de derecho.
A comienzos de abril, contados días después, Juan Carlos Blumberg congregó una multitud en el Congreso reclamando por “seguridad” con una cartilla de mano dura. El contrapunto entre las dos manifestaciones insinuó una tendencia que pervive. Continuidad institucional jamás conseguida antes caracterizada por la disputa de “la calle”. Movilizaciones en contra del Gobierno (siempre las hubo) y otras de convalidación (perdidas en la memoria colectiva desde las Felices Pascuas).
Una gobernabilidad con movidas en la calle... el vicepresidente boliviano Alvaro García Linera la describió insuperablemente, pensando más en su patria, en el reciente encuentro del pensamiento en el Teatro Cervantes.
En 2005 comenzaron los actos combinados con recitales públicos. La Plaza de Mayo acogió a las movilizaciones políticas y también fue escenario de las fiestas.
En 2006 Kirchner concretó una movida sin precedentes, que se reiteró en todo el “ciclo”. Confluyeron en “la Plaza” columnas de movimientos sociales, del “territorio”, sindicales. Madres y Abuelas tuvieron un lugar preferencial en el palco, como jamás se había visto ni se fantaseó.
Los gobernadores y dirigentes peronistas también fueron de la partida, aunque varios rezongaron por la compañía y por el rol segundón que percibieron. Al día siguiente, este cronista refirió: “‘La Plaza es de los trabajadores, de Eva Perón, de las Madres y las Abuelas’, expresó Néstor Kirchner, buscando sintetizar esa alquimia que él convocó, que sólo él puede convocar en esos términos. Más tarde (no se sabe si para paliar un olvido o para corregir un sesgo excesivo) sumó a Juan Domingo Perón a la lista de iconos”. Una pregunta de la nota era si el alquimista podría contener esa diversidad y si alguien más podría hacerlo después. La respuesta se vino corroborando en la década de doce.
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Los 25 de Cristina: El 25 de mayo de 2007 se celebró en Mendoza, en plena construcción de la efímera Concertación Plural. Kirchner, Cristina y el por entonces gobernador radical Julio Cobos se juntaron para la concelebración bipartidista y la foto, retaceando todavía el anuncio de la fórmula presidencial que ganaría las elecciones. La foto quedó ajada y mustia, dañada por el conflicto de las retenciones móviles.
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En 2008, la convocatoria más masiva fue opositora y conducida por las patronales del campo. Una muchedumbre se dio cita en el Monumento a la Bandera de Rosario. Hablaron cuatro presidentes (de sendas corporaciones, claro) que se sumergieron gozosos en su primer baño de muchedumbres.
La disputa del espacio público tenía aristas más filosas: un formidable y lesivo lockout de productores y cortes de ruta que combinaron demostración de fuerza y desabastecimiento. La transigencia oficial ante el desafío fue enorme, sus rivales reseñan la verba inflamada tanto como ignoran los hechos. La derrota en el Congreso resultó el precio que pagó el kirchnerismo por llevar el debate al ámbito institucional.
Las elecciones de 2009 corroboraron una merma en la aprobación al Gobierno que lo expuso ante una de sus coyunturas más espinosas.
En 2010 se conmemoró el Bicentenario. El diseño de los festejos consagró un modo formidable de procesar la aparente crispación de los años precedentes. Una fiesta popular abierta, amable, conviviente, con recursos de alta calidad. Varios días para disfrutar, entretenerse, calles abiertas para gentes diversas. La reciprocidad colectiva llegó como por encanto o merced al encanto. Los cuerpos de los ciudadanos hablaron: buena parte de la furia, la mala onda, la bilis expresaba a minorías tan poderosas como exiguas. Los grandes medios comandaban su virtual marcha de la bronca, los argentinos privilegiaron pasarla bien, regocijarse y de algún modo reencontrarse.
Esa fiesta, organizada por la propia Presidenta y armada por regisseurs con olfato incomparable, insinuó el horizonte del año 2011. La dolorosa muerte de Kirchner, imprevista e indeseada, también mostró que los presuntos usurpadores odiados, los Ceasescu nativos, conservaban una enorme representatividad. El presidente que partió prematuramente, oh sorpresa, no era “apenas” respetado sino también querido.
La dimensión emocional de la política y de los sentimientos populares es una materia que escapa a la percepción de la auto ungida aristocracia del saber. Por ahí, si se la mira bien, es mayormente una necia oligarquía del poder.
La celebración colectiva prologó al veredicto plebiscitario de 2011. Se llegaría, pues, a los diez años imprescindibles para cimentar un proyecto. Una oleada en las urnas probó que tal era el anhelo de la mayoría de los argentinos que son chúcaros y celosos de sus intereses cuando se pronuncian en el cuarto oscuro.
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Recorridos y museos: Hubo un 25 de mayo en Resistencia. Y la secuencia de la mezcla virtuosa de acto político y recitales abiertos, prolongados, con artistas populares consagrados. Cada quien puede elegir su recorrido, su horario, sus preferencias. La masividad, la tranquilidad, la alegría connotaron a todos y cada una. Se los refuta con argumentaciones baladíes, estériles, mezquinas. Se husmea la retribución a los trabajadores de la cultura contrapartida clavada de la gratuidad para el público-pueblo. La gratuidad, se apunta por primera vez y se subrayará luego, es una definición política e ideológica: cada quien puede preferir otras u otros formatos pero es innegable su coherencia con la narrativa nacional popular y sus gratas tradiciones.
La despedida de la Presidenta es presentada como un legado, que tiene consistencia material. La inauguración del Sitio de Memoria en la ex ESMA y la del Centro Cultural Kirchner (CCK) agregan al patrimonio colectivo dos espacios monumentales, abiertos a múltiples usos futuros.
Los museos con relato histórico se valieron de ámbitos públicos diversos. Algunos degradados y hechos crema, como el que asienta al Museo del Bicentenario. El ex Correo Central, en cambio, es una edificación pública de altísimo nivel y costo original. Se corresponde con etapas en las que se imagina un porvenir expansivo, una muestra de la magnitud del Estado. Sucedió en los albores del Centenario, en el primer peronismo, en la coyuntura de ilusión desarrollista, tan ensalzada ahora. La magnificencia de la arquitectura expresa una ambición válida en principio (ver asimismo recuadro aparte).
Cuando de obras públicas se trata siempre brotan cuestionamientos sobre el gasto, la duración, los eventuales sobrecostos. Son pertinentes, lo que no equivale mecánicamente a fundados, a condición de poner en el otro platillo de la balanza lo que se agrega y queda para disfrute de generaciones presentes y futuras. Las denuncias de irregularidades deben ser investigadas y en su caso sancionadas, son adjetivas en sustancia.
La calidad y majestuosidad del CCK fue reconocida aún por sus críticos más acérrimos. Hay casi unanimidad (rara en estas pampas) sobre la noble magnitud del auditorio apodado La Ballena Azul. La gran ciudad ya alberga al Teatro Colón, fue mejorada por el Complejo Cultural San Martín. Pero le faltaba, comentan especialistas de pelaje variado, un gran auditorio para música que no sea la lírica.
Los cuestionamientos sobre la muestra referida a Kirchner o a la programación, aún incipiente, son comprensibles, aunque no se compartan, tanto como los referidos al nombre. Todos podrán replantearse en el futuro. Los atinentes a la programación, a cómo se utilizarán tantos espacios culturales deben ponderar que la actual gestión está próxima a terminar. Serán otros gobiernos o administradores los que podrán/deberán poner el contenido a la imponencia del continente. La calidad de la oferta y la gratuidad son un desafío para los que vienen.
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Tecnópolis, para todos y todas: El Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur, el del Bicentenario, los espacios de recordación en la ex ESMA proponen una narrativa histórica. No hay ámbito similar en el mundo contemporáneo que no lo haga o intente. Aspirar que esa narrativa exprese un consenso unánime es quimérico.
Los aportes del kirchnerismo son congruentes con su visión ideológica. Tal vez es expresada de modo más complejo, menos binario que ciertas versiones nac & pop o revisionistas.
La apertura de los museos históricos a los jóvenes, a alumnos de todo nivel educativo no producirá un meloneo que anule su capacidad crítica, como auguran los apocalípticos de la derecha, republicana o no tanto. La agorería niega la capacidad crítica de los argentinos, enriquecida por acceso creciente a fuentes alternativas de información.
Tecnópolis escapa incluso a los reproches triviales más extendidos. Que el cuestionamiento más expandido sea renombrarla “Negrópolis” es un involuntario espaldarazo a esa iniciativa. Su domicilio, se sabe, fue consecuencia de la negativa del jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri a abrir la muestra en la Ciudad Autónoma. Le hizo un favor, sin quererlo. Tecnópolis se aquerencia en el Conurbano, lo que la connota y mejora.
“La gente” la hizo suya, una muchedumbre que conmueve ver la fatiga cotidianamente. No es, para nada, reducto exclusivo de los sectores populares más humildes, que la transitan como un programa familiar, un momento de esparcimiento. También familias de clase media la hacen suya, sea para divagar con los pies, para que los pibes se entretengan o asombren con los dinosaurios, para asomarse a espectáculos, conferencias o exposiciones. Ahí se conversa, se emite, se dialoga o se la pasa bien.
Ya dijimos cuánto le cuesta el acceso a ese bien a cada argentino o familia: el Estado subsidia la inversión social. El silencio de los opositores presidenciables, ayunos de propuestas similares, llama la atención y es síntoma de lo que se pone en juego en octubre, mañana mismo.
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Los usos del espacio: El espacio público fue disputado durante doce años: ningún sector se privó, el oficialismo tampoco. La diversidad de una sociedad igualitaria se teatralizó en las calles y en las plazas. Muchas veces el modo de protesta fue funcional para conseguir respuestas o resultados.
Las nuevas propuestas culturales de cuño estatal agrandan el patrimonio común y podrán resignificarse según transcurran los años. El Fútbol para Todos es un bien público y gratuito, sería un derecho demasiado circunscripto si no formara parte de un abanico de propuestas como las que hemos reseñado.
La cultura, como todo aprendizaje, es un modo de dotar a las personas de herramientas (medios al fin) para que cada cual las aplique a sus propios fines, individuales o compartidos. Es un logro que los beneficiarios pertenezcan a todos los estratos sociales, un tiro a favor a la igualdad que, pese a tantos avances, sigue siendo una aspiración no concretada.
Tras doce años de vivaces protagonismos en el espacio público se elegirán nuevas autoridades con las reglas y en las fechas estipuladas legalmente hace años. La gobernabilidad y la estabilidad son capitales comunes que se han consolidado aunque siempre hay que defenderlos y revalidarlos.
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