Viernes, 5 de junio de 2015 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Fernando Esteban Lozada *
Tristemente vivimos inmersos en un sistema donde la mujer es cosificada y se ve sometida a parámetros socioculturales aceptados, que no hacen más que presentar la sumisión a nosotros, los varones, como una virtud. Felizmente cada vez más se visibilizan mujeres independientes y agrupaciones feministas con el fin de dejar en evidencia y luchar contra las reglas del machismo que imperan en nuestra sociedad, tales mandatos son una fuerza nociva, un verdadero yugo para las mujeres que quieren vivir sus vidas en libertad.
Tan arraigada está la opresión en nuestra cultura que a las insumisas, a las que se comportan como lo haría naturalmente un varón, se las llama despectivamente putas. Así rotula esta sociedad machista a las que se rebelan a ser sometidas, oprimidas, insultadas, maltratadas, clasificadas y prejuzgadas simplemente porque quieren explotar sus potenciales y disfrutar de ellos plenamente. ¿Entonces si puta representa eso deja de ser un insulto para transformarse en un grito de batalla? ¡Sí! ¡Vivan las putas que se niegan a aceptar los tabúes, prejuicios y mandatos machistas como verdades universales!
A diario, en nuestro entorno, sin que lo percibamos por estar naturalizado, a cientos de mujeres las violan, las golpean, las manosean, las insultan, las denigran, las maltratan, les restringen libertades, las acosan por la calle, les hacen lo peor que se le puede hacer a un ser humano, quitarle su dignidad como persona y rebajarlas al nivel de cosa disponible para uso indiscriminado del varón. Claro que no todos somos abusadores, violadores o asesinos. ¿Pero qué hacemos para que esto cambie? Dejamos que siempre ellas sean las culpables para esta sociedad patriarcal, permanecemos inertes escuchando que son putas que salen a cualquier hora, exhibiendo su cuerpo, ostentando libertad, incitándonos a nosotros, pobres machos que no podemos manejar nuestra conducta y que no somos responsables del manejo de nuestros naturales impulsos que nos dominan.
¡Basta de eludir responsabilidades! Los varones no somos máquinas sexuales instintivas ni perversos en potencia, somos seres racionales que podemos regular nuestra conducta; los que lastiman psicológica y físicamente a las mujeres son culpables y responsables de sus delitos y que de ninguna manera pueden ser excusados.
Casi a diario nos enteramos acerca de niñas y niños que han sufrido todo tipo de abusos y vejaciones por parte de varones, y escuchamos a jueces decir “no se puede corromper lo que ya está corrupto” y dar penas mínimas a sus torturadores y verdugos. Son funcionarios que sostienen y son sostenidos por un sistema validado por las reglas del machismo e impunes en una sociedad que los tolera. Es hora de dejar de ser cómplices de un régimen apático y encubridor.
La constante erosión de la voluntad de la mujer se ejerce con el piropo, las miradas lascivas, los roces en los transportes públicos, entre otras conductas aceptadas por la sociedad y hasta festejadas, que generan violencia cotidiana y degradante. Sin embargo, vemos que sucede y lo aceptamos con liviandad; debemos tomar y generar conciencia para dejar de ser pasivos. Los varones tenemos la responsabilidad de poner esto en evidencia y salir de nuestra burbuja de poder.
Desde temprana edad, los sistemas educativos, aún herederos de un modernismo machista, les imponen, con argumentos hasta biologicistas, roles de servidumbre familiares y laborales, las adoctrinan para ser replicadoras de modelos de sometimiento, para transformarlas en adultas que no cuestionen sus yugos y vivan en la abnegación agradeciendo recibir lo que el varón decide ceder.
Llegamos a tal extremo de cosificación del cuerpo femenino que ya no les pertenece, no pueden decidir sobre él, se lo exhibe como mercancía y hasta se lo comercializa. Cuánta humillación, muertes y atrocidades tienen que padecer por no poder decidir. Mujeres violadas y niñas son obligadas a parir y a morir por mandato casi divino. Aquel vientre que es capaz de engendrar es confiscado por el Estado para transformarlo en una incubadora sin derechos. ¿Con qué autoridad opinamos y nos apropiamos de sus cuerpos?
A veces creemos que un comportamiento galante colabora para construir una sociedad más inclusiva, pero en realidad esos pequeños privilegios que otorgamos y nos reconfortan son muestras de poder y superioridad. Nuestro trato debe ser igualitario independientemente del género. Abandonemos como varones esas prácticas que enmascaran los verdaderos mecanismos de dominación.
Acompañemos a las mujeres como ellas crean más conveniente, sin querer apropiarnos de su lucha, para enfrentar esta sociedad estigmatizante y sometedora del género femenino que oprime su identidad de mujer. El mundo será un mejor lugar si la mitad de su población deja de estar condenada a la violencia, el silencio y por ende al sufrimiento y la desdicha.
Varones, luchemos contra nuestros privilegios y exijamos respeto hacia las mujeres, para vivir en una sociedad más pacífica, tolerante y capaz de disfrutar de su diversidad.
* Director y portavoz para Latinoamérica de la Asociación Internacional del Libre Pensamiento. Miembro de la Coalición Argentina por un Estado Laico. Presidente del Congreso Nacional de Ateísmo en Argentina.
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