Domingo, 29 de noviembre de 2015 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Washington Uranga
Según lo consignó Página/12 en su edición de ayer, Oscar Aguad, designado responsable de comunicación del nuevo gobierno, afirmó que la Afsca (Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual) es un organismo que “fue creado como una medida de restringir esto que ellos (en referencia al kirchnerismo) llaman los medios concentrados, los medios monopólicos”. Para completar su punto de vista y que no quedara ninguna duda subrayó que ese concepto, el de los “medios concentrados y monopólicos”, “tiene que cambiar”. ¿Por qué? Según Aguad, “no hay medios concentrados”. “Lo que pasa es que hay medios más grandes que otros, más poderosos, que tienen más audiencia”, sostuvo con la ligereza y la impunidad de quien ahora se sabe dueño de las riendas de una parte del poder y actúa como vocero de los grupos que han combatido todas las iniciativas de democratización de la comunicación generadas en los últimos años.
Tales afirmaciones merecen al menos un comentario. Aguad ha sido un aliado del Grupo Clarín y siempre actuó en consecuencia. Tan claro como que no se trata de un experto en el tema de comunicación, sino de un dirigente político puesto en ese lugar para intentar echar por tierra la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual con todas sus consecuencias. Aguad, como otros voceros del nuevo gobierno, también cree que “ha llegado el momento” de volver a poner las cosas en el lugar del que, a su juicio, nunca debieron haber salido.
La Justicia hizo lo suyo aceptando una y otra chicana judicial del Grupo Clarín para trabar la aplicación de una ley aprobada en democracia y con absoluta mayoría parlamentaria. Este el momento... que Clarín esperó hace tanto tiempo y que se fue postergando por los resultados electorales adversos a sus deseos e intereses. Cambiaron los aires y quienes fueron pilares de la campaña de Macri comienzan a pasar facturas cada uno en su terreno. La Nación lo hizo al día siguiente de la elección reclamando el fin de la política de derechos humanos. Aguad ya se adelantó a darle tranquilidad a Clarín, asegurando que por lo menos intentará cambiar lo que ya existe. Habrá que ver si le dan fuerzas políticas y los números parlamentarios para hacerlo. Pero más allá de esos límites, cuando se ejerce el Poder Ejecutivo siempre existen resortes para encaminar las decisiones en el sentido que se desea. Aunque se haga trizas la “institucionalidad” y la “seguridad jurídica” que tanto reclamaron estos mismos dirigentes cuando estaban en la oposición.
Pero más allá de esta consideración política, la afirmación de Aguad encierra una grave amenaza para el costado comunicacional de la democracia. Una de las improntas de la LSCA ha sido precisamente garantizar la pluralidad de voces poniéndolo un límite a los “más grandes” y los “más poderosos”. Lo que la sociedad necesita es escuchar voces diversas, plurales, distintas. Es el principio fundamental del derecho a la comunicación como se lo entiende en todo el mundo y a la luz de los debates de las últimas décadas.
Ni los grandes ni los poderosos suelen ser plurales. Imponen, por su propio peso, la “única verdad” o sea, la propia. Al Estado le corresponde asegurar, por el bien de todas y todos, por el bien de la democracia, el derecho a la comunicación que significa acceso y participación al sistema de medios. Porque la comunicación es un derecho humano fundamental que no puede estar sometido a las leyes del mercado capitalista. De la misma manera que no lo puede estar el derecho a la educación o a la salud, para mencionar otros derechos igualmente importantes.
Aguad adelantó cuáles serán los lineamientos políticos del nuevo gobierno para la comunicación. Las leyes del mercado aplicadas al ejercicio de la palabra. Es de prever que con el mismo criterio de poder y de audiencias se distribuirá la pauta publicitaria del Estado. Todo ello conlleva, inevitablemente, a la consolidación de esa realidad que Aguad dice que no existe: medios concentrados y monopólicos. Y a la desaparición y silenciamiento de quienes carezcan de poder económico para enfrentarse a los grandes monstruos. Billetera mata pluralismo. Sin voces disidentes, el relato del oficialismo y sus sostenedores mediáticos será el único que se escuche en claro menoscabo de un derecho democrático como es la comunicación.
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