Domingo, 13 de diciembre de 2015 | Hoy
EL PAíS › LOS ESPECIALISTAS ANALIZAN EL MENSAJE ECONOMICO DEL NUEVO GOBIERNO
Como es mala palabra y se asocia directamente a los grandes aumentos de precios, el precio del dólar está en el centro del discurso. El “sinceramiento” y el recurso de echarle la culpa a la “pesada herencia”.
Por Raúl Kollmann
Los consultores en campañas electorales coinciden en que la devaluación es mala palabra para la opinión pública argentina, en especial porque los ciudadanos tienen malos recuerdos. Todos vinculan devaluación con aumentos de precios, algo que ya ocurre en las últimas semanas. Para algunos consultores, el precio del dólar ya está asumido y todo dependerá de cómo el gobierno de Mauricio Macri maneje la cuestión de los precios. Para otros consultores, en cambio, la administración Cambiemos necesita presentar la devaluación y los aumentos como otra cosa, como un sinceramiento de problemas dejados por el kirchnerismo. En lo que todos coinciden es que se trata del primer desafío, el más delicado, con limitantes serias: el ciudadano común estará atento a que no exista un ajuste ni se perjudique a la mayoría ni se pierdan puestos de trabajo.
“Para los argentinos, lamentablemente, la devaluación es parte del folklore de nuestros ciclos económicos”, analiza Federico Aurelio, titular de Aresco. “Las distintas crisis a lo largo del tiempo provocaron numerosas devaluaciones y sus implicancias económicas nos han ejercitado en la necesidad de toma de decisiones económicas con una frecuencia poco normal. El contexto actual respecto a la devaluación es contradictorio, como lo es la apreciación de los votantes tanto de Macri como de Scioli sobre muchas de las medidas que va a tener que tomar el gobierno actual. Esto presenta distintos dilemas a la hora de decidir las medidas económicas. Primer dilema: el 58 por ciento de los argentinos prefiere medidas graduales respecto a tomar medidas rápidas en los primeros días. A su vez el Gobierno debe tomar decisiones en los primeros días que permitan generar un shock de confianza en la economía. Segundo dilema: la mayoría de los argentinos consideran que hubo en todos estos tiempos devaluaciones pero no quieren que haya una nueva devaluación. Tercer dilema: la mayoría de los argentinos quiere que se levante las restricciones para comprar dólares pero dudan de levantarlo si esta medida implica la devaluación del peso. Sin duda ante la inminente devaluación del dólar oficial, la repercusión que pueda tener en los precios (que ya fueron fagocitados intensamente en las últimas semanas) y por lo tanto la incidencia en el bolsillo de los argentinos va a marcar el humor social con estas medidas económicas”.
Para Hugo Haime, titular de Haime y Asociados, “gran parte de la población tiene descontado que el valor del dólar, cuando sea único, va a estar cercano a los 14/15 pesos. Así que ya el actual gobierno tiene ganados algunos pasos sobre lo que vendrá. Nadie se asombrará demasiado sobre el precio del dólar pero, claro, el tema está en las consecuencias practicas de la devaluación sobre la vida cotidiana de la gente. Eso dependerá de las capacidad para evitar saltos abruptos en los precios que muestre el actual equipo económico. Ahora sobre que se le dice a la población tenemos ejemplos a la vista. Menem, al asumir, puso un dólar recontraalto con la idea de cortar las expectativas devaluacionistas y asi lo explicó. Ante la hiperinflación alfonsinista la explicación funcionó. Néstor Kirchner había definido la necesidad de un modelo que se constituía para ser exitoso con un tipo de cambio competitivo mas superávit fiscal y comercial. La devaluación ya la había hecho Duhalde. Cristina devaluó, pero sostuvo que eran golpes de mercado. Asi que ahora le toca a actual gobierno dar su explicación. No creo que sea muy distinta a la que ya ha dado respecto a la necesidad de quitar el cepo y tener un dólar único y, repito, dependerá de cómo afecte los precios y de su capacidad para generar acuerdos de precios con empresarios y de dejar a las paritarias hacer su trabajo. El modo en que quite el cepo repercutirá sobre la opinión publica. Seguramente será una de las primeras pruebas serias que deberá pasar. Veremos. Es un capitulo abierto”.
Para Manuel Mora y Araujo, de Ipsos-Mora y Araujo, “el argentino medio es antidevaluación. La sola idea lo asusta o le despierta malos augurios. Somos una opinión pública que se siente cómoda con el peso fuerte. Los devaluacionistas –que los hay, sobre todo entre los empresarios y los economistas– suelen alegar, racionalmente, que la gente no entiende qué es lo mejor para todos. Si el Gobierno considera necesario devaluar, en primer lugar debe ser consciente de que va a pagar un precio político. Es una intervención quirúrgica, y nadie se pone contento con eso aunque sea la condición para recuperar la salud. En segundo lugar, debe tener preparado un paquete antirecesivo y antiinflacionario. Si la receta fuese un ajuste recesivo, no habrá milagros: a la opinión pública le caerá mal. Además, ya sabemos que por ese camino a la larga los problemas no se resuelven; sólo sirve para ganar tiempo”.
“Una devaluación está muy mal vista por la ciudadanía”, coincide Artemio López, de Equis. “Siempre se la encubre o desplaza en su visibilidad transformándola en otra cosa. En esta oportunidad se presenta la devaluación como una consecuencia inevitable, sin que la decisión sea responsabilidad de sus autores. En efecto en el caso del macrismo, el nombre elegido para encubrir la devaluación es sinceramiento, que incluye además de la devaluación, endeudamiento externo y quita de retenciones, y un ajuste que recaerá sobre millones de usuarios de electricidad y gas. Como bien señala David Cufré en este mismo matutino, ‘todo ese paquete no lleva como nombre plan bomba, sino que sus defensores le eligieron uno más vendible para las corporaciones mediáticas que lo publicitan. Se trata del sinceramiento, y a bailar en el balcón’. Las consecuencias de la devaluación se afrontan forzando los mecanismos institucionales disponibles para amortiguar el denominado pass through, el impacto del nuevo valor del dólar sobre los precios domésticos. Por parte del gobierno, implementando controles de precios férreos y regulando el mecanismo de formación de los mismos. Desde la sociedad civil, apelando a la organización y la lucha para actualizar ingresos mediante los múltiples dispositivos disponibles. Debe recurrirse a organizaciones sociales y gremios. Se trata de estructuras de representación popular, por cierto muy empoderadas tras más de una década de generacíón de empleo robusta y crecimiento exponencial del número de afiliados que, por citar un caso emblemático, el Smata, pasó de 50.000 afiliados en 2003 a 250.000 hoy”.
“Obviamente no existe una receta formal cuyos ingredientes posean la capacidad certera para preparar a la opinión pública frente a una devaluación y sus consecuencias”, redondea Roberto Bacman, titular del Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP). “Macri, meses atrás, manifestó la salida inmediata del cepo cambiario. De esta manera se prenunciaba una devaluación que, al menos, se estimaba en un porcentaje similar a la diferencia entre el dólar oficial y el blue. Luego vino el silencio; la campaña de Cambiemos transitó los últimos meses y hasta el balotaje sin dar precisiones acerca de la economía. Es posible concluir que para el 51 por ciento que votó a la fórmula Macri/Michetti importó más la necesidad de terminar con la orientación kirchnerista y optar por un cambio genérico, global y sin definiciones concretas, con más formalismo que realidades concretas. Llegó el tiempo de las definiciones y el equipo económico que conduce Alfonso Prat-Gay debe afrontar los cambios prometidos. Ya no se habla de eliminar el cepo en un día, son conscientes de la imposibilidad de hacerlo. Las tres semanas transcurridas entre el balotaje y la asunción del nuevo presidente situaron a los argentinos frente a una nueva realidad: los precios se acomodaban de manera inexorable al supuesto de la devaluación. Llegó el tiempo de las efectividades conducentes. Frente a cualquier decisión no alcanza con el diálogo: lo que a algunos sectores los favorece a otros –seguramente– los perjudicará. Y en tal sentido, los primeros cien días serán fundamentales, especialmente en la necesidad de instalar en la opinión pública la percepción de que este gobierno tiene controladas la totalidad de las variables relacionadas con la economía. Esto es lo que en definitiva impacta en la opinión pública; ya no alcanza con culpar a la gestión que los antecedió”.
Eduardo Fidanza, de Poliarquía, piensa que “la gente no parece muy consciente de los efectos de la devaluación. Lo que sí hay es un registro del gran aumento de precios que ocurrió en los últimos días. En general, las expectativas de la población son positivas para el nuevo gobierno. Más del 60 por ciento estima que la situación del país va a mejorar. Creo que la situación para el nuevo gobierno es difícil. No será un gobierno de derecha, por cuanto ha hecho hincapié Macri en la lucha contra la pobreza como uno de sus objetivos básicos. También habló de un Estado presente para los que más lo necesitan. Hay que ver cómo se plantean las relaciones con la elite de poder económico. El nuevo gobierno tiene que encontrar, a la vez, los incentivos, la persuación y los recursos de autoridad para atraer capitales. Por otra parte, es indispensable un acuerdo con empresas y sindicatos y un esquema de esfuerzos mancomunados con las provincias. Paradójicamente, tal vez para Macri será más fácil tratar con sus adversarios políticos que con el mundo de los intereses económicos”.
Carlos De Angelis, del Centro de Opinión Pública de la Facultad de Sociología de la UBA, “el valor del dólar en la Argentina está lejos de ser un dato económico, sino que tiene repercusiones profundas en la sociedad, más allá de las posibilidades reales de acceder el verde valor de cambio. La sociedad, en general, evalúa que una devaluación repercute en su capacidad de comprar, quizás sin comprender los intrincados mecanismos de trasferencia de recursos, pero siempre tiene claro que son afectados los más humildes. El anuncio de una devaluación importante, realizado en la campaña electoral, fue una preparación clara, pero al mismo tiempo desastrosa por el traslado adelantado a precios de los productos que tienen vínculos con el mercado mundial (alimentos) pero que arrastra al resto de la canasta. En este sentido, fue una devaluación ficticia, donde el valor del dolar aun no cambió, pero donde se experimentan sus efectos. Las consecuencias se vinculan, tanto con la voluntad del nuevo gobierno de recuperar el poder de compra de los salarios, o bien dando aumentos de sueldos o bien llamando a una paritaria adelantada. Si estos caminos no se transitan se podrá observar un incremento en la conflictividad sindical”.
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