EL PAíS › EL LIDER DE LOS TRES PROFUGOS DE GENERAL ALVEAR, MARTIN LANATTA, FUE DETENIDO EN SANTA FE

Huyó, volcó y lo pescaron

Los prófugos volcaron con una camioneta cerca de Cayastá, en Santa Fe. Luego robaron otro vehículo, pero se empantanaron. La policía santafesina utilizó caballos para la búsqueda y arrestó a Martín Lanatta. Cristian Lanatta y Víctor Schillaci siguen libres.

 Por Raúl Kollmann

El prófugo Martín Lanatta fue detenido ayer por la Policía de Santa Fe tras accidentarse dos veces en su huida por rutas y caminos provinciales. El jefe del trío fugado caminaba solo, estaba golpeado por el vuelco de una camioneta Amarok que robó junto a sus compañeros y no opuso ninguna resistencia a la detención. Pero el caso no termina de producir papelones. El presidente Mauricio Macri y los más altos funcionarios del país y la provincia de Buenos Aires se felicitaron entre ellos por la captura de los tres prófugos, mientras el Ministerio de Seguridad le informaba al juez Sergio Torres de las tres capturas. Sin embargo, horas más tarde el jefe de la policía de Santa Fe y luego el de la Federal, Román Di Santo, tuvieron que rectificarse: “Hay un solo detenido”. El estupor recorrió la tarde y los funcionarios empezaron a mirarse entre ellos y a cruzar acusaciones. Al cierre de esta edición, las fuerzas de seguridad seguían buscando a Cristian Lanatta y a Víctor Schillaci.

Escándalos

La historia de la fuga de los condenados por el triple crimen de General Rodríguez siguió ayer de escándalo en escándalo. Ya el principio había exhibido niveles insólitos de ineficiencias y complicidades: los tres condenados a reclusión perpetua estaban en la enfermería del penal de máxima seguridad, custodiados por un solo efectivo, sin personal mirando las pantallas de los monitores de la cárcel y con un penitenciario sin arma en la puerta.

No menos escandalosa fue la visita que hicieron los prófugos, dos veces, a la ex suegra de Cristian Lanatta. Cuando se suponía que se había tendido un cerrojo a raíz de un tiroteo que se produjo en Ranchos, el trío se apareció por segunda vez en la casa de la ex suegra del menor de los Lanatta y se llevó una camioneta Kangoo sin que hubiera policía en el lugar. Las declaraciones del ministro de Seguridad bonaerense, Cristian Ritondo, que señalaba: “Los tenemos cercados”, fue parte del desmanejo de la investigación y la persecución.

Una de las exhibiciones más graves de ineficiencia se produjo el jueves cuando los prófugos fueron localizados en el galpón de San Carlos, en Santa Fe. El operativo realizado por orden del juez Sergio Torres, a raíz de una información que consiguió la Gendarmería, fue un auténtico fracaso. Los Gendarmes llegaron al lugar en una camioneta Berlingo y con pocos efectivos, con lo cual le dieron la chance a los prófugos de tirotearlos, herir a un gendarme y, para colmo, quedarse con el vehículo. El operativo cerrojo posterior tampoco dio resultado.

Ayer, los papelones continuaron: se hizo oficial que los tres prófugos estaban detenidos. Si el Presidente de la Nación felicitó a sus funcionarios se supone que le informaron oficialmente de las recapturas. Lo mismo ocurrió con Torres y los fiscales Jorge Di Lello y Diego Iglesias: ninguno de ellos tiene vínculo con las autoridades santafesinas, de manera que la información provino de las autoridades del ministerio de Seguridad. Los mensajes y saludos entre los integrantes del gobierno nacional y provincial continuaron por un largo rato y recién cuatro horas más tarde llegó la desmentida.

Precaria

La serie de errores y escándalos extendió la fuga a 13 días. Martín y Cristian Lanatta y Víctor Schillaci no son improvisados en el delito: los tres tienen experiencia y alguno fue seriamente investigado por secuestros extorsivos. Pero a lo largo de las casi dos semanas de escape los prófugos exhibieron una infraestructura más que precaria, muy lejos de los diagnósticos de los funcionarios que hablaban de una gran organización de narcotráfico. Claramente tuvieron algún apoyo familiar o de amigos cercanos, pero quedó a la vista que aparecieron durmiendo en un galpón sin agua y sin luz, trasladándose en la camioneta la ex suegra y robando un vehículo después de otro. Muy lejos de los aviones, helicópteros, mansiones de refugio supuestamente tan accesibles para los narcos.

El final de la historia fue tan precario como el resto. El trío entró, pasada la medianoche del viernes, en la vivienda del ganadero Héctor Ferreira, en la inmediaciones de Cayastá. Por el ladrido de los perros, Ferreira los vio venir con linternas, sacó un arma, pero desistió de tirar porque los prófugos amenazaron con matar a su familia. Con el dominio de la situación, ataron al ganadero y a su esposa, se llevaron la comida que había en la heladera y huyeron en la camioneta Hilux de Ferreira.

“Estaban ya muy heridos –contó el ganadero– porque habían volcado con otra camioneta que robaron. A mí eso no me lo dijeron. Me dijeron que la policía les disparó y que estaban huyendo por un tema de drogas. En algún momento amenazaron con llevarme de rehén porque no conocían los caminos, pero al final se quedaron con la camioneta y se fueron. Estaban vestidos de gendarmes y con todo el armamento que usted quiera”.

Los prófugos no pudieron ir muy lejos. La inundación reciente hizo que toda la zona esté anegada, por lo que la Hilux quedó empantanada a muy poco de transitar. Según parece, en ese momento decidieron separarse y la policía santafesina, utilizando caballos y alertada por Ferreira, terminó capturando a Martín Lanatta, quien caminaba solo en la mañana de ayer. No está claro si el mayor de los hermanos, herido, resolvió entregarse para que los otros dos pudieran seguir la fuga o si hubo discrepancias entre ellos. Se sabe que Martín Lanatta es más planificador, más cerebral, mientras que Cristian es más impulsivo y violento.

Galpón

–¿Cómo llegaron los prófugos a Santa Fe? ¿Cómo lo hicieron con una camioneta buscada como la de la ex suegra? –le preguntó este diario a un altísimo funcionario de la investigación.

–Si le tengo que ser franco, nadie buscaba a los prófugos ni un metro del otro lado de la avenida General Paz hacia el norte –admitió el funcionario–. Siempre pensamos en Quilmes, Berazategui, Florencio Varela, Ranchos, Chascomús. Nunca para el otro lado.

Hoy por hoy está poco claro cuándo el trío hizo el viaje de 495 kilómetros hasta San Carlos, en Santa Fe. Una hipótesis indica que fue el mismo 31 de diciembre, cuando todavía no estaba hecha la denuncia del supuesto robo a la ex suegra de Cristian Lanatta. La otra hipótesis es la que señaló el funcionario consultado por este diario: fueron a Santa Fe sin que nadie los descubriera porque nadie esperaba que fueran para ese lado.

Lo concreto es que el miércoles el juez Torres tuvo el dato del galpón de San Carlos y hacia allí fueron los gendarmes. La policía de Santa Fe prácticamente dice que ese operativo fue trucho: entre otras cosas porque viajaron muy pocos gendarmes. Los santafesinos dicen, con ironía, que los gendarmes aplaudieron y preguntaron si había alguien ahí.

El desenlace es el conocido: los prófugos se impusieron en el tiroteo y se llevaron la Berlingo. Un poco más tarde hubo un segundo tiroteo, con otros tres efectivos heridos, uno de ellos de gravedad.

Ingeniero

Después de los dos tiroteos en San Carlos se tendió un cerrojo que también falló. Según los policías santafesinos, porque la Gendarmería no tuvo efectivos suficientes y, además, tardaron dos horas en convocar a la fuerza provincial. Lo concreto es que los Lanatta y Schillaci tuvieron la oportunidad de trasladarse 40 kilómetros hasta la capital de la provincia, rompiendo el cerco que les habían tendido.

Ayer se conocieron precisiones de la historia. En pleno centro de Santa Fe capital apareció un ingeniero cordobés, Ignacio Reynoso, que denunció que fue secuestrado por los prófugos enseguida después de aquellos tiroteos, muy cerca del lugar de los enfrentamientos, en San Agustín. Reynoso dice que lo capturaron y lo llevaron a su departamento en San Jerónimo y Suipacha, a metros de la peatonal de la capital provincial.

El testimonio del ingeniero tiene numerosas contradicciones pero, según él, lo tuvieron atado y amordazada a lo largo del jueves y el viernes. En la madrugada del sábado, el trío lo dejó maniatado en su departamento y se fue con la camioneta VW Amarok de su propiedad.

El dato llamativo es que en las 60 horas que lo tuvieron secuestrado, los prófugos parece que tuvieron tiempo de ponerle un par de burdos carteles de Gendarmería a la camioneta y unas líneas verdes que dejaron la falsa impresión de que el vehículo era de esa fuerza. En la mañana de ayer, el ingeniero se soltó y pidió ayuda, desde el balcón, a un ciclista que pasaba.

Las cosas no les sirvieron de mucho a los prófugos: los Lanatta y Schillaci se metieron en los caminos rurales, en medio de la noche, y terminaron volcando en forma muy violenta en una especie de cañaveral en Campo del Medio, al lado de Cayastá. Ferreira, el ganadero al que después le robaron otra camioneta, comentó: “esta zona no es para quien no la conoce. Esta gente se fue de largo en la curva porque ahí hay una cuneta, una especie de desagüe”. Después del accidente, a las dos de la mañana de ayer, irrumpieron en la casa de Ferreira, se llevaron la Hilux, pero tampoco pudieron andar mucho: se empantanaron a pocos kilómetros.

Noche

La jornada de ayer fue muy larga. Empezó en el departamento del ingeniero en el centro de Santa Fe, pasó a Cayastá y ahí se siguió minuto a minuto el traslado de Martín Lanatta hasta Buenos Aires. Torres decidió que lo llevaran a su juzgado, en Comodoro Py, y de allí, después de las diez de la noche, partía al penal de Ezeiza, previa revisación integral para ver sus lesiones.

Muy lejos, en medio del campo santafesino, anoche continuaba la búsqueda de los otros dos presos. La hipótesis es que están a pie, lo que no debería demorar su detención en algún momento de la jornada de hoy.

Desde el punto de vista político, el gobierno de Macri trataba de justificar tantos errores y papelones con el argumento de que se lucha contra una enorme organización, casi con el narcotráfico mundial. La ministra Patricia Bullrich arriesgó “tienen una gran logística”. Parece contradictorio con el hecho de que a Martín Lanatta lo detuvieron, sin disparar un solo tiro, unos policías santafesinos a caballo.

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La camioneta con la que volcaron los prófugos, a la que le habían puesto adhesivos de Gendarmería.
Imagen: DyN
 
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