Domingo, 10 de enero de 2016 | Hoy
EL MUNDO › SOLO EN TUNEZ, QUE COMENZO LA OLEADA, LA GENTE TIENE MAS DERECHOS QUE ANTES
Siria, Libia y Yemen están siendo destrozadas por guerras civiles que no dan señales de tener un fin. La autocracia en Egipto y Bahrein es mucho mayor y las libertades civiles mucho menos de lo que eran antes de la primavera de 2011.
Por Patrick Cockburn *
La Primavera Arabe fue siempre una frase engañosa, lo que sugiere que lo que estábamos viendo era una transición pacífica del autoritarismo a la democracia, similar a la del comunismo en Europa del Este. El término poco apropiado implicaba una visión demasiado simplista de los ingredientes políticos que produjeron las protestas y levantamientos de 2011 y las expectativas demasiado optimistas sobre su resultado.
Cinco años más tarde, está claro que el resultado de los levantamientos fue desastroso, provocando guerras o creciente represión en todos menos uno de los seis países en los que tuvo lugar la Primavera Arabe. Siria, Libia y Yemen están siendo destrozadas por guerras civiles que no dan señales de tener un fin. La autocracia en Egipto y Bahrein es mucho mayor y las libertades civiles mucho menos de lo que eran antes de 2011. Sólo en Túnez, que comenzó la oleada hacia el cambio radical, la gente tiene más derechos que antes.
¿Qué es lo que fue tan desastrosamente mal? Algunos fracasaron porque el otro lado era demasiado fuerte, como en Bahrein, donde la demanda de los derechos democráticos de la mayoría chiíta fueron aplastados por la monarquía sunnita. Arabia Saudita envió tropas y las protestas occidentales por la represión fueron débiles. Esto estaba en marcado contraste con denuncias occidentales sobre la brutal represión de Bashar al Assad del levantamiento por la mayoría sunnita en Siria. La guerra siria tenía raíces sociales, políticas y sectarias, pero fue el elemento sectario el que predominaba.
¿Por qué el Islam intolerante y extremo triunfó sobre la democracia secular? Lo hizo porque el nacionalismo y el socialismo estaban desacreditados como las consignas de los antiguos regímenes, a menudo regímenes militares que se habían transmutado en estados policiales controlados por una sola familia gobernante. Los movimientos islámicos eran el principal canal para la disidencia y la oposición al status quo, pero tenían poca idea de cómo reemplazarlo. Esto fue evidente en Egipto, donde los manifestantes nunca lograron hacerse cargo del estado y la Hermandad Musulmana descubrió que ganar las elecciones no traía aparejado el poder real.
Los movimientos de protesta a principios de 2011 se presentaron como progresistas en términos de libertad política y civil y esta creencia era genuina. Pero se había producido un verdadero cambio en el equilibrio del poder en el mundo árabe durante los 30 años anteriores con Arabia Saudita y las monarquías del Golfo tomando el liderazgo de los estados nacionalistas seculares. Fue una de las paradojas de la primavera árabe que los rebeldes, supuestamente buscando poner fin a la dictadura en Siria y Libia fueron apoyadas por las monarquías absolutas del Golfo.
Occidente jugó un papel apoyando los levantamientos contra los dirigentes a los que querían ver desplazados como Muammar Khadafi y Assad. Pero le dieron extraordinariamente poca importancia a lo reemplazaría estos regímenes. No vieron que la guerra civil en Siria estaba destinada a desestabilizar a Irak y conducir a una reanudación de la guerra entre sunnitas y chiítas allí.
Un error de cálculo, incluso más grosero no fue ver que la oposición armada en Siria e Irak estaba siendo dominada por los jihadistas extremos. Desde hacía tiempo, Washington y sus aliados afirmaban que había una oposición armada no sectaria moderada en Siria aunque esto fue en gran parte mítico. En las zonas donde no el Estado Islámico (EI) y rebeldes no del EI gobernaban, eran tan brutales como el gobierno en Damasco. La oposición no sectaria huyó al extranjero, se quedó en silencio o murió y fueron los movimientos islámicos más militarizadas y fanáticos que florecieron en condiciones de violencia permanente.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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