Lunes, 13 de marzo de 2006 | Hoy
EL PAíS › UNA MUESTRA SOBRE TEXTOS ESCRITOS POR DESAPARECIDOS
Desde el jueves se exhibirá en el teatro San Martín una serie de escritos, cartas y documentos de detenidos desaparecidos.
Por Victoria Ginzberg
“Cuidado con las cartitas”, les advirtió el comisario. Jorge Watts y sus tres compañeros no sabían de qué hablaba. Hacía dos días los habían sacado, encapuchados y engrillados, del centro clandestino El Vesubio en un camión cerrado y ahora estaban en una celda de la dependencia policial de Monte Grande. Pasó poco tiempo hasta que pudieron entender las palabras del oficial. Fue cuando el cabo Daniel Mancuso se les acercó y se ofreció como correo, a condición de que pudieran pagar por el servicio. Watts escribió un mensaje con una birome en un pedazo de papel que le dio el policía. Así, su familia supo que estaba vivo. Esa nota es una de las 250 cartas que formarán parte de la muestra “Imágenes para la memoria”, que a partir del jueves se podrá visitar en el hall del Teatro San Martín. Entre los documentos hay pedidos de ayuda, quejas formales, denuncias, respuestas vacías o falsas y muestras de solidaridad y compromiso. Todos juntos arman un relato sobre lo ocurrido durante la última dictadura en el que se mezcla lo público y lo privado, la represión y la vida cotidiana.
“Querida madre, te escribe Jorge (Nani me decía nene, para que sepas que soy yo, abuela era Beby) Ahora estoy bastante bien, el que te lleva esta nota es una persona de donde estoy ahora. La pasé mal pero ahora estoy mejor, bien. Necesito que arregles con este hombre una forma de pasar dinero y algo de comida”. Así empieza la carta, fechada el 19 de septiembre de 1978, con la que la familia de Watts supo que no lo habían matado.
Watts había sido secuestrado el 22 de julio de 1978 en el barrio de Constitución, cuando salía de su trabajo en la fábrica de galletitas Bagley. Después de cincuenta días en El Vesubio, fue dejado junto con otras seis personas –tres hombres y tres mujeres– en la puerta del Batallón de Logística número 10 con una declaración falsa firmada que se negó a ratificar. Después lo llevaron por un día a una comisaría de Lanús y finalmente a Monte Grande, donde estuvo tres semanas antes de ser “blanqueado” en la Unidad 9 de La Plata. “En Monte Grande pasamos de la oscuridad a una sombra bastante oscura. Estábamos lejos de la claridad, no sabíamos si nos iban a devolver al chupadero”, recuerda Watts.
Fue en medio de esa incertidumbre que apareció en escena el cabo Mancuso y la posibilidad de comunicarse con su familia. “Lo de él no era algo humanitario ni tampoco un trabajo de Inteligencia: nosotros éramos una fuente de recursos, ganaba más con eso que con el sueldo de policía”. Según el cálculo de Watts, la tarifa exigida por el cabo equivale a cien pesos actuales, que su familia pagaba para poder recibir esas pequeñas notas escritas en papeles de cigarrillos o golosinas y enviarle ropa y comida. La comunicación epistolar desde Monte Grande duró tres semanas, hasta que fue llevado a La Plata. Durante ese tiempo, Watts tenía prohibido decir dónde estaba. Seguía desaparecido.
Memoria Abierta –agrupación formada por Madres de Plaza de Mayo línea fundadora, Fundación Memoria Histórica y Social argentina, Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Centro de Estudios Legales y Sociales y Servicio Paz y Justicia– convocó a familiares y amigos de desaparecidos y a sobrevivientes de los centros clandestinos a compartir la correspondencia guardada de los años de la última dictadura para exhibirla en la muestra que se inaugurará el jueves en el San Martín.
“Pensamos en que las cartas iban a poder ejemplificar algunas situaciones, pero el proceso mismo de búsqueda despertó muchas otras sensaciones entre los familiares. Al principio, hubo una cierta tensión por no querer mostrar cosas íntimas, pero luego querían explicar el contexto en el que habían sido escritas. Para muchos fue ponerse en contacto con papeles que no habían tocado durante años y que vistos ahora son terriblemente elocuentes sobre lo que ocurría en esa época”, cuentan a Página/12 Patricia Valdez, directora de Memoria Abierta, Graciela Karababikian, coordinadora de Patrimonio Documental, y María Laura Guembe, coordinadora del Archivo Fotográfico de la asociación. “En ese momento –continúan– recibir una respuesta de un comando militar o de una autoridad eclesiástica tenía un sentido y hoy tiene otro. Hay cartas de cuatro páginas en las que los padres pedían ayuda y contaban quiénes eran sus hijos, que eran respondidas con cuatro líneas calcadas por la Iglesia y los militares. Así como en las primeras está el relato de los protagonistas, las marcas de muchos padres y madres que murieron después de la desaparición de sus hijos y las pruebas de la búsqueda que hicieron, en las otras se refleja la burocracia del poder.”
Las cartas serán exhibidas dentro de un cuarto que tendrá en el piso un mapa de la Argentina con todos los centros clandestinos de detención –documentados– que funcionaron durante la última dictadura. La muestra se completa con grandes fotos sobre los años del terrorismo de Estado y material audiovisual sobre la masacre de Trelew, la guerra de Malvinas y la búsqueda de verdad y justicia.
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