Martes, 10 de abril de 2007 | Hoy
EL PAíS › MULTITUDINARIA MARCHA EN NEUQUEN EN REPUDIO DEL ASESINATO DEL DOCENTE CARLOS FUENTEALBA
Una multitud calculada en 30 mil personas marchó ayer por las calles de Neuquén en repudio al asesinato del maestro. Hablaron los dirigentes de Aten y Sandra Rodríguez, la viuda de Fuentealba, quienes responsabilizaron a Sobisch y exigieron su renuncia.
Por Miguel Jorquera
Desde Neuquén
Primero fueron 30 mil personas golpeando sus palmas en un minuto de cerrado aplauso en homenaje a Carlos Fuentealba, el docente “fusilado” por la policía neuquina. Después fueron cuatro minutos de silencio absoluto, en una ciudad paralizada, para escuchar las palabras de Sandra Rodríguez, la esposa del maestro asesinado, exigiendo la renuncia del gobernador porque “haber dado la orden fue como jalar el gatillo”. Los dos momentos estremecieron a la gente, sacudieron el castillo de piedra de la Casa de Gobierno y enmudecieron a Jorge Sobisch, que a muchas cuadras de allí acusó el golpe de la multitudinaria marcha que cruzó la capital provincial para pedir su cabeza. Los docentes de la Asociación de Trabajadores de la Educación de Neuquén (Aten) resolvieron hasta un nuevo plenario –que se hará hoy por la tarde– mantener “las escuelas cerradas”, los cortes en los dos puentes carreteros que los une con Río Negro y acampar frente a la gobernación a la espera de las renuncias de los responsables políticos del crimen y la respuesta a sus demandas laborales. En tanto, Sobisch analizaba en la Residencia de la Costa cómo y cuándo anunciaría los cortes, y hasta dónde llegarían los cambios en su gabinete.
“No existe consuelo para esto, todos nosotros debemos ser responsables y luchar para que su muerte no quede impune. Exijo que el culpable que jaló el gatillo sea condenado a la cárcel y aquellos que ejecutaron las órdenes son culpables también. Y al señor gobernador, como le dicen algunos, que dio la orden, para mí esa orden fue como jalar el gatillo. Y si es tan responsable como él lo dice, sabe que le cabe renunciar. Y si le duele tanto que, mi Carlos, el maestro, haya muerto, es su deber moral hacerlo. Carlos me enseñó a no bajar los brazos. Te lo digo Carlos a vos, mi amor, hasta siempre”, dijo Sandra Rodríguez –quebrada en llanto– a la multitud desde el acoplado de un camión que sirvió de escenario.
La maestra y esposa de docente asesinado leyó sostenida por sus amigos tres carillas manuscritas porque “sus hijas y yo también podremos continuar viviendo, debemos seguir viviendo, como dijo mi hija, para hacer justicia”. También se lo transmitió a sus compañeros: “Padecimos la pobreza, bancándonos juntos para cumplir nuestros sueños. El con dos títulos y yo cuatro de docentes, todavía seguimos peleando el mango. Solo lo pueden entender los trabajadores como nosotros, peleándolo de una sola forma, militando en la vida y en la calle”. La corta esquela quebró a la multitud.
La marcha para pedir juicio y castigo a los “responsables materiales y políticos” del asesinato de Fuentealba estaba prevista para las 10, pero la columna arrancó casi una hora más tarde desde el céntrico monumento a San Martín de la capital provincial. Cuando la cabeza de la columna había recorrido 18 de las 23 cuadras que la llevaría hasta la Casa de Gobierno, los tres tractores de los productores neuquinos que cerraban la caravana todavía no habían comenzado su marcha. Unas 30 mil personas participaban de la movilización más numerosa que recuerdan los habitantes de Neuquén.
Al frente iban los compañeros de colegio de Carlos Fuentealba y la comunidad educativa del Cpem 69, donde enseñaba el docente asesinado. Detrás las Madres de Plaza de Mayo de Neuquén y el Alto Valle. Luego la inmensa columna de Aten y todas las delegaciones de la provincia que llevaban crespones negros sobre sus guardapolvos blancos. Lo seguían los docentes rionegrinos y del resto de las delegaciones que llegaron desde distintos puntos del país; las organizaciones sociales; la comunidad mapuche y los gremios, entre ellos los obreros de Zanon, la CTA, ATE y un colorido grupo de los camioneros del pope cegetista Hugo Moyano. “Sobisch asesino” y “No hubo errores, no hubo excesos, son todos asesinos los milicos y el gobierno”, eran las consignas más coreadas.
En medio de todos ellos marchaban, con sus casi 80 años y el dolor a cuestas, Miguel Rodríguez y Norma Cufré, los padres de Teresa Rodríguez, la joven también asesinada por la policía neuquina hace diez años en Cutral-Có. “Es una amargura para todo el mundo lo que pasó con mi hija y con este maestro. Venimos a apoyar porque es una vergüenza lo que está haciendo el gobierno provincial: no tenemos gobernador, tenemos un asesino”, dijo Miguel Rodríguez a Página/12.
La gente se agolpaba en las esquinas a ver pasar las columnas; los trabajadores del Banco Nación salieron a las escalinatas de la sucursal Neuquén para expresar su solidaridad, lo mismo que los empleados, enfermeros y médicos de una clínica privada. Algunos se asomaban a los balcones con la foto del maestro asesinado y varios comercios colgaron de sus vidrieras un cartel que decía “este local y sus empleados apoyan la lucha docente”. Los obreros de una obra en construcción –a los que Fuentealba quería ayudar a terminar sus estudios– dejaron sus tareas y se pararon en lo más alto de un edificio de cinco pisos para seguir desde ahí el acto frente a la Casa de Gobierno. “Que se vayan todos, que no quede ni un solo”, cantaba la gente como en tiempos de los cacerolazos. No se veían policías uniformados en las calles.
“A diferencia de lo que decía Sobisch, Pascuarelli (secretario de Seguridad), no hubo enfrentamientos. Nos corrieron, nos fusilaron, nos mataron a todos”, dijo el primer orador, Matías Quirno Costa, de Aten de San Martín de los Andes, donde había nacido Fuentealba. Antes recordó que la huelga docente se inició con una manifestación de seis mil personas y una marcha de cinco días, que arrancó en Zapala y tras recorrer más de 200 kilómetros entró en la capital neuquina con 15 mil docentes; que le siguieron los cortes de ruta en Piedra del Aguila, Zapala, Las Lajas, Neuquén, sin que hubiera respuesta del gobierno. “Es ahora responsabilidad nuestra de terminar esta huelga como Carlos quería: ganando la huelga”, arengó a los docentes.
El secretario de Aten Capital, Gustavo Aguirre, soltó sus críticas. “Un montón de empresarios que defender un mango llamaron a la represión en la provincia. Ellos también son responsables”, dijo y agregó que “muchos se hicieron los distraídos y después de un mes de huelga, muchas organizaciones políticas recién hoy dicen algo”.
Al secretario general de Aten de la provincia de Neuquén le tocó hablar después de Sandra Rodríguez. No podía contener el llanto. “Hago un gran esfuerzo para contener las lágrimas, que no son las lágrimas de cocodrilo del que está ahí adentro (y señaló la gobernación). Soportar que se hiciera que lloraba ante las cámaras de televisión el mismo responsable de dar la orden, como dijo Sandra, que se apriete el gatillo, nos dice que está dolido. Se tiene que ir, tiene que renunciar, para que la sangre del compañero Carlos Fuentealba no se haya derramado en vano.”
Al caer la tarde comenzó a llover en Neuquén. Unos cien docentes montaban guardia frente a la Casa de Gobierno, y al igual que en los puentes cortados, empezaron a improvisar refugios para pasar la noche. Sobisch se preparaba para hablar por televisión, pero el satélite le jugó una mala pasada.
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