Domingo, 15 de abril de 2007 | Hoy
Héctor Timerman, actual cónsul en Nueva York, es querellante en las causas en las que se investiga el secuestro de su padre, Jacobo. Aquí habla sobre la Justicia, los testigos y el próximo juicio al cura Von Wernich.
Por Victoria Ginzberg
El 15 de abril de 1977, hace hoy 30 años, una patota de la policía de la provincia de Buenos Aires secuestró en su domicilio al periodista Jacobo Timerman. El director del diario La Opinión sobrevivió al cautiverio y fue liberado luego de una campaña internacional. A más de siete años de su muerte, Héctor Timerman, actual cónsul en Nueva York, mantiene vivo el objetivo de encerrar a los torturadores de su padre. El juicio oral contra el cura Christian von Wernich, colaborador del general Ramón Camps, será el primero, luego de la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, en el que se ventile la desaparición del periodista.
–¿Cuándo escuchó por primera vez hablar de Von Wernich?
–Durante la dictadura. Cuando mi padre salió, habló de él. Contó que participaban de la tortura médicos, religiosos y también expertos en sionismo que hablaban en hebreo. Eran los tres casos que le llamaron la atención. El médico era Bergés, el cura era Von Wernich, que además lo interpeló cara a cara, y el otro era alguien a quien nunca vio, que hablaba hebreo y que era un experto en sionismo.
–¿Cómo fue la interpelación de Von Wernich con su padre?
–Eran aprietes para que él confesara su supuesta colaboración con la guerrilla. Von Wernich y Camps querían que mi padre reconociera eso, aparte de la unión con el sionismo. Cuarenta días después de que secuestraran a mi padre, pasan dos cosas: lo blanquean e intervienen La Opinión. Y ese mismo día nos devuelven un auto que habían usado para el secuestro. Cuando fui a buscar el auto habían dejado adentro un panfleto en el que explicaba cómo funcionaba la sinarquía internacional y una bala servida. En el panfleto sobre la sinarquía había nombres y apellidos y el que figuraba como el encargado para América latina era Jacobo Timerman.
–¿Qué expectativas tiene sobre el juicio contra Von Wernich?
–En los primeros años de la dictadura me planteaba cómo iba a ser el después de la dictadura entre las víctimas y los victimarios. Siempre me imaginé que un padre se iba a plantar en la casa de un represor y le iba a dar un balazo. Que alguien diría “a mi hija la torturaron, la violaron, la mataron y...” algo parecido a lo que pasó con Ramón Falcón. Y que eso iba a ser un corte en la historia. Evidentemente, las víctimas eligieron el camino de la Justicia. Además, lo eligieron por unanimidad, aun cuando el Estado cerró ese camino. Desde el ’83 me planteé la importancia de no abandonar las causas. Para mí es un tema que hay que seguir por el recuerdo y el respeto a las víctimas. Si se eligió el camino de la Justicia, hay que llevarlo hasta las últimas consecuencias. Yo siento que tengo un mandato, por mi padre y por un montón de amigos que están desaparecidos. Como parte de este gobierno –y lo dije el otro día en Nueva York– no concibo que se pueda establecer un Estado de derecho negándole a una persona el acceso a la Justicia. No puede haber un Estado de derecho en el que un grupo de personas no tenga acceso a la Justicia y éste era el problema con el Punto Final y la Obediencia Debida.
–¿Espera algo especial por el hecho de que se trata de un miembro de la Iglesia? ¿Un pronunciamiento oficial?
–Tengo un cierto dolor con la Iglesia porque no lo sancionó a pesar de que el propio Von Wernich reconoció que trabajó con Camps. Que la Iglesia en vez de optar por las víctimas haya optado por el victimario, me duele. Soy una persona que creció bastante cerca de la religión, de la religión judía, pero muy cerca de lo que significa Dios, lo que se enseña, el cristianismo en Argentina y cuánta gente murió por difundir esas enseñanzas. Por otro lado soy de los que creen que la culpa de que un cura sea torturador no es de Dios. Dios no le dijo a un cura que torture. No lo veo a él tanto como un cura sino como un represor.
–¿Cuál fue el peor momento durante el secuestro de su padre?
–Yo estaba almorzando con un periodista que está desaparecido, Rodolfo Fernández Pondal. Mi padre estaba preso en el Departamento Central de Policía. Ya lo habían blanqueado. Vino a verme al restaurante uno de mis hermanos y me dijo que habían llamado del Departamento Central de Policía porque habían trasladado a papá. Cuando voy a ver qué había pasado, me dicen que vino gente de la policía de la provincia de Buenos Aires con una orden de traslado. Una orden verbal. Y me dicen “tu papá dejó esto para que te lo dieran a vos porque donde iba no se lo iban a dejar tener”. Era una Biblia. ¿Por qué me dolió mucho más esa vez? Porque ya sabía lo que había pasado la primera. Las torturas. Antes uno lo podía imaginar, pero cuando un pariente directo te cuenta cómo lo torturaron y sabés que le va a pasar lo mismo, es mucho más terrible. Mucha gente decía que a mi padre no lo iban a torturar porque era alguien importante. Sin embargo, cuando él nos contó cómo lo habían torturado... la segunda vez fue un colapso emocional mucho más grande de la primera. Esa vez estuvo desaparecido otros treinta días y nunca supimos bien por qué fue. Una de las teorías era que estaba por venir a la Argentina Patricia Derian (la encargada de derechos humanos de Jimmy Carter) y no querían que hablara con ella.
–Ese fue su momento más difícil, ¿y el de su padre?
–La primera vez. Los primeros cuarenta días. La segunda vez a él no lo torturan pero vive con el terror de haber vuelto a los campos de aniquilamiento. Lo que más le impresionó fue ver familias enteras siendo torturadas.
–¿Qué cambios deberían implementar la Justicia o el Poder Ejecutivo para agilizar los juicios contra los represores?
–Lo que hay que hacer es evitar que los jueces que fueron parte de la dictadura tengan algo que ver con estos juicios. En general, hay que evitar que los jueces que fueron parte de la dictadura tengan algo que ver con la Justicia. Un conjuez de Casación es Roberto Durrieu. Durrieu es una persona a la que Camps le agradece su participación en las investigaciones por el caso de mi padre. Yo, que me llamo Timerman, cómo hago si tengo que ser juzgado por Casación o tengo que llevar un juicio a Casación y pensar que Durrieu puede llegar a juzgarme. Esa persona no puede ser parte de la Justicia en Argentina. Lo mismo con Bisordi y tantos otros jueces. Y creo que los culpables debe estar en cárceles comunes. No puede ser que los peores crímenes que se cometieron en la Argentina tengan un tratamiento especial.
–¿Va a declarar como testigo?
–No me llamaron todavía. Pero quiero declarar.
–¿Tiene temor?
–Ese es el tema. Quiero ser llamado, no sólo para dar el testimonio, sino para acompañar a los demás testigos. Para ser parte de un proceso en el que estemos todos juntos. No me permito plantearme temor. Cuando secuestran a mi padre, no me planteé el miedo de presentar un hábeas corpus. Dos o tres días después del secuestro el Ejército reconoce que Timerman estaba en algún lugar pero dicen que no saben nada sobre el paradero de (Enrique) Jara, el subdirector del diario. Mi madre, que fue la única a la que le permitieron llegar a la puerta del departamento cuando se estaban llevando a mi padre, ve a Jara. Le dije que tenía que decir que lo había visto, que se los habían llevado juntos. Y lo publicamos en La Opinión. Si no me planteé el miedo en ese momento, menos me lo voy a plantear ahora. Reconozco que hay mucho temor. Impresiona que después de más de veinte años de democracia desaparezca un testigo. Me impresiona de la misma manera que saber que Durrieu es conjuez. También me impresiona saber que en la policía de la provincia de Buenos Aires todavía hay gente que participó de la represión.
–¿Cómo se percibe en el exterior este proceso de reapertura de los juicios? ¿Le dan importancia?
–Le dan mucha importancia. En Estados Unidos, donde hay un gobierno conservador, están llevando adelante ahora juicios sobre temas de derechos humanos, de discriminación, racismo. Se han reabierto causas del año 1964 porque hay nueva información. Hay personas de más de 90 años que están presas por haber matado a cuatro chicos en 1964. Son cuatro chicos que mató el Ku-Klux-Klan. Uno ex sheriff que ahora está en silla de ruedas y con oxígeno está preso desde este año. No entiendo cómo creen que en Estados Unidos va a caer mal que estemos juzgando hechos del ’76, cuando ellos están juzgado hechos del ’64 y les parece bárbaro. Acá dicen que Argentina no es un país pacificado, que hay que buscar la reconciliación. El país está más pacificado que nunca. En Estados Unidos y en Europa que se lleve a alguien a la Justicia es normal, lo que les parecería anormal es que no lo hagamos.
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