Jueves, 20 de diciembre de 2007 | Hoy
El obispo de Iguazú, Marcelo Martorell, acusó en una carta al Episcopado a su antecesor de haber utilizado fondos de la Iglesia para campañas políticas. Joaquín Piña se defendió. “Esta gente fue mal recibida en la diócesis”, explicó.
Por Washington Uranga
La Iglesia Católica en Iguazú está viviendo un episodio anunciado por muchos desde el mismo momento en que el nuevo obispo Marcelo Martorell asumió la conducción de la diócesis en octubre de 2006 después de la aceptación de la renuncia de Joaquín Piña. Las trayectorias eclesiásticas, pero también las opciones políticas de ambos obispos no son sólo diferentes sino enfrentadas. Durante veinte años Piña hizo de la diócesis de Iguazú un espacio de compromiso social de la Iglesia y de solidaridad con los más pobres. Llegó incluso a tomar partido político, liderando una alianza opositora, el Frente Unidos por la Dignidad, en contra de la reelección del gobernador Carlos Rovira, quien tuvo que resignar esa posibilidad ante la derrota sufrida en octubre del año anterior. Martorell es un hombre de trayectoria conservadora, que desarrolló su carrera eclesiástica como administrador de la arquidiócesis de Córdoba comandada por el fallecido cardenal Francisco Primatesta. Pero fue además el hombre de contacto entre Alfredo Yabrán y el propio Primatesta. Hoy, como obispo de Iguazú, Martorell acusa a Piña y a sus colaboradores de “descomunal desfalco” con fondos de la Iglesia que deberían ser destinados a obras de caridad y que fueron a parar, según el actual obispo, “a campañas políticas”.
Así lo denunció Martorell en carta dirigida al Episcopado. Para Piña, el objetivo del actual titular diocesano es “subordinar la Iglesia a los intereses de los ricos” y aseguró que “el obispo Martorell vino a destruir todo lo que se había hecho en veinte años” agregando que “ahora, en vez de la Iglesia de los pobres vamos a tener la Iglesia de los ricos, con escandalosas alianzas con el poder político y económico”.
En la Conferencia Episcopal Argentina se guarda reserva, pero el calificativo que se usa para mencionar el hecho es “escándalo”. El centro de la disputa es la participación de Piña y sus colaboradores en las elecciones para constituyentes realizadas el año anterior y de algunos de ellos en los comicios del 28 de octubre pasado.
El blanco de los ataques, además del propio Piña, son el ex titular de Cáritas y Pastoral Social Carlos Di Marco, la directora de la Escuela de Ciudadanía, Inés Mondo, y los feligreses Gerardo Segovia, Raúl Gorriti y Enzo Ortt, entre otros. También la religiosa Adela Helguera, estrecha colaboradora de Piña, ha caído en la lista de los acusados por Martorell.
En una carta que dirigió al obispo Fernando Bargalló, presidente de Cáritas, y al obispo Jorge Casaretto, presidente de Pastoral Social, Martorell sostuvo que “estamos frente a un desfalco descomunal y un robo de dinero de los pobres, de las limosnas de la gente, que no nos está permitido dilapidar, descuidar y mucho menos que se lo robe, como aquí ha sucedido y sigue sucediendo”.
Piña respondió con indignación, pidió que “prueben que un solo peso fue a parar a la campaña política” y recomendó a los acusados que inicien acciones legales contra Martorell por calumnias e injurias.
En una carta de descargo, en la que defiende a cada uno de los acusados, el obispo Piña reconoce que “el obispo (Martorell) fue mal recibido en la Diócesis. Pero no sólo, como dice, por la gente de Cáritas y Pastoral Social, sino por la casi totalidad del clero, las religiosas y laicos comprometidos, alarmados por los informes que llegan de Córdoba y los pocos que lo conocían, y por el modo en se hizo el nombramiento (intromisión del poder político, Caselli, entre otros y sus vinculaciones que conocemos)”.
Sigue diciendo Piña en su misiva que “el obispo, recién llegado, se encargó de confirmar estas sospechas, al presentarse como quien venía a cambiar todo, porque hasta ahora todo se hizo mal, todo fue un desastre”. Según Piña, el obispo Martorell lo acusó de ser “más que un pastor, un político” y prometió que él sería “más religioso, más espiritual y más sacerdotal”.
Para Piña todas las acusaciones de Martorell carecen de fundamento. “La verdad –dice– es que toda esta gente ha trabajado muchísimo por la causa de los pobres, y ni siquiera las nuevas autoridades le han dado las gracias. Al contrario, los han tratado muy mal, incluso los han calumniado, y esto es muy grave.”
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