Domingo, 30 de diciembre de 2007 | Hoy
Una encuesta muestra optimismo para el año que comienza, tanto en lo personal como en lo que hace a todo el país.
Por Raúl Kollmann
En la mayor parte de la sociedad argentina hay un importante nivel de conformidad respecto de cómo le fueron las cosas en 2007 y un notable optimismo para 2008. Sin embargo, una de cada cinco personas dice que en el año que termina le fue peor que antes y se trata de una franja que no se ha beneficiado o se benefició poco con el crecimiento: las personas de más edad y los sectores de mayor marginación y magros ingresos. De alguna manera, anticipa un año de puja distributiva con esas franjas que, además, sienten en mayor medida los aumentos de precios. Sólo un ocho por ciento de los argentinos dice que en 2008 le irá peor que en 2007, síntoma de un optimismo marcado, confianza en lo que se viene y tal vez la explicación del boom de consumo, ya que el ciudadano común suele comprar mirando lo que se viene.
Las conclusiones surgen de una encuesta realizada por la consultora Hugo Haime y Asociados entre 500 personas de Capital Federal y Gran Buenos Aires. La muestra fue domiciliaria con respecto a las proporciones geográficas y de sexo y edad.
“Los que dicen que les fue peor –explica Haime– son los sectores de ingresos bajos y los de mayor edad. Es muy lógico. Son franjas postergadas, a las que les cuesta salir de su situación. En un país donde el trabajo en negro ronda el 40 por ciento, no se podía esperar un dato muy diferente al que se reflejó en nuestra encuesta. Por otra parte, en este sector hay una percepción de inflación más grande que la que había a fines de 2007. Lo sienten más y tienen menos defensas. Para el Ejecutivo todo esto es una señal de alerta. Tiene que prestarle atención, no puede dejar de ver que allí hay un problema de importancia.”
Para Haime, “si uno toma los datos de nuestro trabajo, el nivel de satisfacción es importante. Que casi la mitad de la población diga que le fue mejor este año es más que positivo. A eso hay que sumarle otro elemento: del 35 por ciento que manifiesta que las cosas le fueron igual que en 2006, hay una proporción importante que está diciendo que le fue igual de bien. De manera que el nivel de satisfacción está en más de la mitad de la población. Insisto en que se debe mirar el global de los encuestados y por eso el Ejecutivo tiene que poner atención a ese 22 por ciento que dice que le fue peor”.
“La gran ventaja que tiene la Presidenta es que inicia 2008 con una sociedad en la que el optimismo es evidente –redondea el consultor–. Casi seis de cada diez personas dicen que les va a ir mejor en 2008 y exactamente la misma proporción sostiene que también el país mejorará en el año que empieza. Y lo que se nota es un optimismo creciente. Frente a 2006, un 45 por ciento decía que le iba a ir mejor; frente a 2007, un 53 por ciento se manifestaba optimista y ahora ese índice, frente a 2008, todavía subió un poco más, al 58 por ciento. Y respecto del país, el optimismo también es mayor que en los años pasados.”
La mayoría de los encuestadores creen que una expectativa alta genera buenos climas en materia social y económica, pero al mismo tiempo encierra el compromiso de que las expectativas sean cumplidas, que no se genere una frustración. Por ejemplo, en 2006 más gente dijo que le fue mejor que en 2007. Se trata de una variación relativamente pequeña, que tiene que ver con esos sectores rezagados. Pero, como afirma Haime, tiene que haber un seguimiento de esa franja que manifiesta frustración, ese 22 por ciento que afirma que le fue peor este año. Y eso necesariamente plantea una cuestión redistributiva, porque se habla de los más pobres y de los jubilados.
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