EL PAíS › UNA MIRADA SOBRE CHILE

“Hay fuerza para crecer”

 Por Mario Wainfeld

–Las elecciones presidenciales chilenas suelen ser reñidas. Para la próxima, cunden los pronósticos sobre el final de la larga primacía de la Concertación. Le pido, por favor, su parecer sobre ese escenario.

–El 5 de octubre recordamos los veinte años del no, cuando le ganamos a dictadura, que controlaba el poder político y económico, los medios, todo. Fuimos capaces de ser mayoría porque nos hicimos cargo de que todos habíamos cometido errores y de que no éramos infalibles. El 27 de octubre tenemos elecciones municipales. No tengo duda de que la Concertación, unida, va a sacar más votos, más concejales y más alcaldes y a prepararse para las elecciones (presidenciales) de 2009. En 18 años de democracia, no sólo en Chile pero también, la política ha perdido legitimidad ante los ciudadanos. Chile sigue siendo un país que sigue necesitando mayores niveles de democracia. No hemos podido eliminar la exclusión completamente, en buena medida por la ley de circunscripción uninominal que nos legó la dictadura, que está amarrada de tal manera que el Parlamento no consigue las mayorías especiales necesarias para cambiar las cosas. Este año volvimos a perder. Vamos a tratar el próximo año porque somos tenaces. La pobreza y la indigencia cayeron, pero hay camino por hacer. La Concertación todavía tiene la fuerza, el entusiasmo y la capacidad para proponer al país buenas alternativas. Pero así como en el ’88 nos pusimos de pie ante la dictadura para decirles “No más”, estoy convencida de que la Concertación tiene la fuerza para crecer ante la adversidad y regenerarse ante los desafíos. Las convicciones no se desgastan nunca. Los chilenos dirán.

–Tengo la impresión de que es posible trazar una analogía entre el conflicto con los estudiantes y el que tuvo nuestra actual presidenta con las entidades agropecuarias. Un sujeto social emergente, inesperado, que marcó el comienzo de los dos mandatos. Le pido analice esa similitud y me diga si, en su caso, eso determinó cambios en su política.

–La similitud es que son sociedades donde la gente ha avanzado en democracia y ha ido tomando conciencia de sus derechos. No conozco los detalles de la Argentina, pero en el caso de los estudiantes chilenos, en 2006 hubo en el sector (del gobierno) una falta de comprensión íntegra de lo que estaba pasando. Medidas que hubieran podido prever y evitar el conflicto. Hubo una minusvalorización de lo que pasaba ahí, se podía haber manejado mejor. Después, yo cambié el ministro de Educación, para tener una mejor relación con esos jóvenes. Vi que tenían buena educación, que defendían sus derechos con planteos articulados, me asombré y alegré. Pero también creo que, después de tantas dictaduras, los gobiernos democráticos (yo también) hemos puesto más énfasis en los derechos que en los deberes. Como hemos avanzado, todo el mundo aspira a más... está bien. Pero aspira a más... ayer. La conciencia de derechos va de la mano de cierta impaciencia. Sumados a ciertos sectores con un desarrollo político todavía incipiente, con grupos anarquistas. Además, muchas veces se prefiere primero apelar al conflicto antes de acudir al diálogo. En mi época, cuando yo era dirigente política o social, uno se sentaba a la mesa y, cuando no resultaban las cosas, pasaba al conflicto. Hoy en día en Chile es al revés, hay algo de impaciencia. No me asustan las manifestaciones, es parte de lo que nosotros mismos hemos creado: son los hijos de la democracia. Los “pingüinos”, esos chicos que manifestaban, tenían 15 ó 16 años, nacieron durante la democracia. Son hijos de nuestro proceso político, pusieron sobre la mesa que la educación distaba mucho de ser equitativa, que la diferencia está dada por el hogar en que uno vive. Por eso, en noviembre voy a mandar un nuevo proyecto de educación pública pensando especialmente en los más sencillos y los más vulnerables.

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