EL PAíS › OPINION

Una industria con novatos y veteranos

 Por Raúl Kollmann

Es una banda elemental. Por eso, la situación es tan peligrosa”, razonaba anoche ante este diario una alta fuente policial. Traducido, ese diagnóstico significa que se trata de una banda que hasta hace poco tiempo protagonizaba robos a mano armada, no de bancos sino más bien de empresas y negocios, y que desde hace unos meses –como buena parte de las bandas– se volcó a secuestrar como una forma de hacer dinero rápido. “Son demasiados, están mal organizados y llenos de perejiles. En la desesperación, por cansancio o drogas, pueden matar, pero también pueden ser muy descuidados con la salud del padre de Echarri. Ahí está el peligro”, redondeó la fuente uniformada.
Los investigadores sostienen que los secuestros son ahora perpetrados por bandas muy distintas, pero el trasfondo es siempre el mismo: con el corralito y la recesión ya no hay grandes sumas de dinero ni en los bancos ni en los camiones de caudales ni en las empresas. Además, está el mito de que debido a la desconfianza, la gente tiene dinero en las casas, escondida en billetes-dólar. Con esos datos a la vista, las bandas se dedican ahora a los secuestros, en especial de jugadores de fútbol y actores, que supuestamente tienen ingresos muy superiores al resto de la población.
En la mayor parte de los casos, la táctica no es secuestrar al que puede conseguir el dinero sino a algún familiar. Por ello, fueron víctimas el padre de los Milito, jugadores de Independiente y Racing, el hermano de Juan Román Riquelme, el padre de Echarri, el hijo del empresario Raúl Ariente y así sucesivamente. La estrella o el que puede conseguir el dinero deben ocuparse de eso, el secuestrado tiene que ser otro integrante del círculo íntimo.
En ese marco, las organizaciones que protagonizan estos hechos son muy disímiles:
- Están las bandas muy profesionalizadas, con antecedentes en robos de bancos y en las que también participan policías o efectivos de los servicios penitenciarios. El mejor ejemplo es el caso de Federico Ariente: se trata del tercer secuestro realizado en Córdoba, con pago del rescate en el Gran Buenos Aires y posterior liberación en Córdoba. Muestra cierta logística que les permite moverse y hacer llamadas desde varias provincias. El propio Ariente sostiene que conocían a policías de civil y de uniforme, está seguro que había uniformados en la banda. Esas bandas incluso utilizan sistemas sofisticados de comunicación entre los integrantes y funcionan en células: unos hacen el secuestro, otros custodian a la víctima, un tercer grupo negocia y una cuarta célula cobra el rescate.
- La del caso Echarri parece ser de menor envergadura y se mezclan ladrones elementales, con familiares y amigos. En algún caso hasta participó un vecino de la víctima. Estas bandas tienen al secuestrado en un solo domicilio, hacen llamadas muy breves desde teléfonos públicos y cometen numerosos errores cuando se comunican con la familia de la víctima o cuando cobran el rescate. En el caso del padre de Pablo Echarri parece que por las comunicaciones telefónicas ya tenían identificada a casi toda la banda y algunos de sus integrantes salieron a festejar de inmediato, por lo que dos de los supuestos secuestradores habrían sido aprehendidos en un prostíbulo y en un bingo.
Con un estilo de banda o con otro, es evidente que la cantidad de secuestros subió en forma sideral. Las fuerzas de seguridad ya han dicho siete veces que detuvieron al “cerebro” de la banda que secuestró a Christian Riquelme o al empresario Abraham Awada, pero al poco tiempo se vuelve a producir un nuevo hecho y otra vez se lo adjudican a la misma banda. Mientras tanto, la mayor parte de los detenidos de la oportunidadanterior ya recuperaron la libertad porque no se encontró prueba alguna contra ellos.
A todo esto el llamado Plan Arslanian no se puso en marcha. Hace un mes se le entregó al Ejecutivo un largo listado de medidas, incluyendo la figura del arrepentido, las recompensas, los testigos encubiertos, el endurecimiento de las pruebas, un sistema informático único y otras iniciativas. Esas propuestas, traducidas en las leyes, no han avanzado ni un milímetro en el Congreso. Y mientras todo se dilata, más novatos y veteranos se suman a la industria del secuestro, la única en el mundo de la delincuencia que ofrece la tentación de ganancias rápidas y en efectivo.

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